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PEDIATRÍA

Lactancia Artificial

Dr. Ignacio de Arana

Biografía del Dr. José Ignacio de Arana Amurrio



Doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor de Pediatría en la Facultad de Medicina de la misma Universidad. Médico Puericultor del Estado. Técnico Superior de Salud Pública de la Comunidad de Madrid. Ejerce como Pediatra desde hace 35 años en el Hospital General Universitario “Gregorio Marañón”. Miembro de Número de la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas. Autor de veinticinco libros, entre los que se cuentan La salud de tu hijo, todas la respuestas y Diga treinta y tres, anecdotario médico, y de más de 500 artículos en prensa sobre temas médicos y humanísticos. Ha recibido numerosos premios nacionales de narrativa. Ha pronunciado un centenar de conferencias y es colaborador habitual de medios escritos y radiofónicos en toda España.

Dr. Ignacio de Arana

La alimentación del bebé con leches "artificiales", todas ellas derivadas de la de vaca, debería ser siempre una indicación del pediatra y no una iniciativa propia de la madre ni menos aún fruto de una sugerencia de personas allegadas o extrañas. Existen circunstancias que hacen obligada la supresión de la lactancia materna y su sustitución por la artificial, pero son pocas y relativamente infrecuentes.

Por parte de la madre, la primera sería la efectiva ausencia de producción o la notable escasez de leche. La auténtica agalactia es verdaderamente excepcional y obedece a serios defectos hormonales o a lesiones importantes en las mamas. Algo más frecuente es la hipogalactia. No es fácil conocer la exacta cantidad de leche producida por cada mujer y, sin embargo, es una cuestión que preocupa a muchas madres y a veces al pediatra.

La única forma de medirlo se basa en procedimientos indirectos: El primero, el grado de nutrición que va adquiriendo el niño, pues si éste es bueno hay que suponer que también lo son la cantidad y calidad de la leche ingerida; el segundo es el llamado método de la doble pesada consistente en pesar al niño inmediatamente antes e inmediatamente después de una o varias tomas, siendo la diferencia de peso la cantidad de leche en gramos que tomó.

Las anomalías del pezón raramente contraindican el inicio o la continuidad de la lactancia. Un pezón pequeño o retraído puede suplirse mediante la aplicación de pezoneras de goma. Las frecuentes grietas que aparecen durante los primeros días deberían prevenirse con el uso de cremas adecuadas o con la fricción de los pezones, desde unos días antes del parto, con alcohol para hacer más resistente la fina piel que los recubre.

Más frecuente es el padecimiento por parte de la madre de alguna enfermedad infectocontagiosa grave -tuberculosis, neumonías, etc.- que pudiera contagiarse al niño durante el estrecho contacto obligado en las tetadas; u otras que precisen la toma regular de ciertos medicamentos.

En lo que se refiere al niño, las contraindicaciones pueden venir determinadas por ciertos procesos que dificultan gravemente la succión: malformaciones de la cavidad bucal como el labio leporino o la hendidura del paladar; graves trastornos respiratorios o cardíacos que provocan fácil sofocación; o el sometimiento a intervenciones quirúrgicas u hospitalizaciones que hagan difícil la regular presencia de la madre junto a su hijo.

En todas las situaciones que acabo de comentar, y en otras que el criterio del pediatra pudiera establecer, hay que recurrir a la alimentación artificial. Estas fórmulas lácteas se denominan maternizadas o adaptadas y en ellas la leche de vaca como producto básico ha sufrido numerosas transformaciones industriales; unas, para eliminar o reducir al máximo ciertos componentes no adecuados para una alimentación humana en las primeras fases de la vida; otras, para añadirle sustancias de las que normalmente carece o es deficitaria la leche vacuna. El resultado es, en la inmensa mayoría de los casos, excelente y hoy podemos decir que se han logrado productos que se aproximan mucho a las características de la leche de mujer.

Todas las leches comerciales -con sólo alguna excepción- se presentan en forma de polvo y para su administración es preciso reconstruirlas añadiéndole agua en la debida proporción. Los envases contienen un recipiente o cacito que sirve de medida para el polvo de leche. La reconstrucción se hace añadiendo a cada 30 centímetros cúbicos de agua previamente hervida o agua mineral calentada uno de esos cacitos enrasado hasta su borde. De este modo se preparará cada biberón con el volumen que corresponde a la edad del niño y que habrá dispuesto el pediatra, además de figurar generalmente bien explicado en los envases. En la preparación de los biberones hay que extremar la higiene de los utensilios como biberón y tetinas, para lo cual es suficiente el agua y jabón, y nunca se utilizarán para una toma restos del biberón preparado para una anterior.

En la lactancia artificial las deposiciones tienden a ser más escasas y de mayor consistencia que en la materna; también el color es diferente, con predominio del amarillo oscuro o verdoso por la distinta composición de las grasas y su absorción menor. La frecuencia desciende a una o dos diarias no siendo excepcional que alguna vez puedan transcurrir veinticuatro horas sin que el niño realice ninguna; una frecuencia habitual inferior a ésta hace aconsejable la consulta médica.

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