Menú
Fernando Martín

Uno de los nuestros

El destino ha querido que su último trabajo haya sido narrar otro de los grandes éxitos de nuestra selección nacional y que tras el oro del europeo de Polonia se despidiera de la audiencia con una de sus frases favoritas, "La vida puede ser maravillosa".

No conocí personalmente a Andrés Montes, pero como aficionado al baloncesto he sentido su pérdida como la de alguien muy cercano y querido que me proporcionó diversión y entretenimiento narrando incontables partidos. Empecé a escucharle en los tiempos de Antena 3 Radio, cuando esta cadena hacía un gran seguimiento de la ACB y de las competiciones europeas, y recuerdo que en muchas ocasiones le quitaba el sonido al televisor para poder escuchar su personalísimo estilo, que me gustaba mucho más, entre otras cosas, por su tremenda habilidad para poner a los jugadores motes que resumían la esencia de cada jugador y hacían que todo fuera más divertido.

Después del "antenicidio", como mi afición al baloncesto pesaba más que mi aversión a los "antenicidas", le seguí viendo comentar los partidos de la NBA en Canal+ junto a Antoni Daimiel , con el que hacía una perfecta pareja de narrador y comentarista en la que ambos se complementaban de forma casi simbiótica. El estilo de Montes, además de ser personal e intransferible, era perfecto para los interminables partidos de madrugada, ya que cuando estabas a punto de rendirte al sueño soltaba alguno de sus gritos favoritos como el de "¡Wilma ábreme la puerta!", que te ayudaba a mantenerte despierto hasta el final del encuentro. A veces incluso valía la pena perder sueño no por el partido en sí, sino por ver cómo acababa la historia que se iban contando Montes y Daimiel con ironías y sobrentendidos.

En el 97 tuve una entrevista con Francisco Roca, entonces responsable de la oficina de la NBA en Barcelona, en la que me pidió mi opinión acerca de Andrés Montes, a lo que obviamente respondí que me encantaba su estilo ameno y desenfadado. Roca me comentó que la principal ventaja de Andrés Montes era que despertaba pasiones, en uno u otro sentido, sin término medio alguno, y que esa virtud de no dejar indiferente a nadie era un enorme valor para un comunicador. De aquella entrevista no obtuve el puesto deseado pero al menos me ayudó a conseguir un par de entradas para el Open McDonald’s de París en el que participaban los maravillosos Bulls de Michael Jordan. En París-Bercy intenté acercarme a la zona de comentaristas a saludar a aquella pareja, tan familiar para mí por la cantidad de horas que había "compartido" con ellos, pero un vigilante de seguridad, más voluminoso que muchos de los pivots que había en pista, me invitó amablemente a que volviera a mi asiento, y me tuve que conformar con hacerles una foto desde el pasillo escoltado por un armario ropero de dos por dos. Aún conservo la cinta de aquel partido en el que Montes comentaba extrañado que un aficionado quería saludarles durante una de las pausas.

Mi objetivo de trabajar en el baloncesto profesional se cumplió en la ACB en la última temporada de la época plus, en la que la narración de los partidos corría a cargo de Sixto Miguel Serrano y Montes ya había dejado de hacer el programa resumen Generación plus junto a Epi, por lo que tampoco pude coincidir con él, no ya como simple aficionado sino como profesional del mismo sector.

Cuando Andrés Montes pasó de Canal+ a la Sexta y nos tuvimos que "antenizar" para poder disfrutar del campeonato del mundo de Japón, tuvo la fortuna de poder narrar el mayor éxito de la historia de nuestro baloncesto, y su peculiar estilo alcanzó a mucha más gente. De cualquier forma, el reconocimiento del gran público le llegó cuando empezó a narrar los partidos de fútbol de los sábados por la noche con Julio Salinas, con el que hizo también una buena pareja. Cuando empecé a escuchar por todas partes que la gente repetía sus motes y sus expresiones me alegré por él, y en el fondo sentía cierto orgullo pensando que "uno de los nuestros" había alcanzado un gran éxito profesional y había trascendido el pequeño mundo de los "freaks del basket" para convertirse en un presentador "mediático", de esos que además de ver reconocido su trabajo se transforman en personajes públicos. Recuerdo que en una entrevista mostraba su sorpresa porque en el fondo llevaba toda la vida "vendiendo el muñeco" de la misma manera, tal y como sabíamos sus más antiguos fans, pero la tremenda dimensión del fútbol y el convertirse en una estrella de la nueva cadena lo había cambiado todo.

El destino ha querido que su último trabajo haya sido narrar otro de los grandes éxitos de nuestra selección nacional y que tras el oro del europeo de Polonia, rodeado de "Itu", "Super Epi" y "Mr. Catering" se despidiera de la audiencia con una de sus frases favoritas, "La vida puede ser maravillosa", lo que finalmente se ha convertido en el mejor epitafio posible.

En Deportes

    0
    comentarios