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Siguen queriendo matarnos

Ahora que se acercan las fechas navideñas, no está de más recordar que están marcadas en rojo para el yihadismo. El 25 de diciembre de hace un año el nigeriano Abdulmutallab logró activar un artefacto explosivo en un avión con destino a Detroit.

Una de las características de nuestra sociedad occidental hoy en día es su vivencia del tiempo como algo instantáneo: las noticias pasan a toda velocidad, y nos olvidamos pronto de ellas. Las amenazas, ni las intuimos, y en seguida volvemos a lo que nos es más divertido: atacar al Papa, desvelar secretos americanos y demonizar a Israel.

A veces nos damos de bruces con la realidad, como con el atentado del pasado fin de semana en Estocolmo. Esta vez los terroristas consiguieron detonar las dos bombas, aunque por suerte sólo el terrorista suicida falleció en la explosión. Pero esta buena noticia no debe hacernos olvidar que esta vez los yihadistas sí lograron cometer el atentado. Otras veces se han quedado a las puertas como ocurrió con el coche bomba en Times Square en primavera; el envío de paquetes bomba desde Yemen hacia Estados Unidos, interceptados en Gran Bretaña y destinados a estallar en pleno vuelo; o en noviembre, cuando desde Irak los islamistas utilizaron perros con explosivo en el estómago para derribar un avión destino Estados Unidos.

Entre otros, en fase de preparación se abortó un ataque tras la detención de un taxista de Chicago de origen paquistaní en marzo o se desarticuló a un grupo que preparaban atentados ante la visita del Papa a Londres en septiembre.

Además, durante todo el año las fuerzas de seguridad han sido puestas en estado de alarma en varias ocasiones por informaciones lo suficientemente serias. Las últimas importantes han sido dos: en septiembre, cuando parte del centro de París –incluida la Torre Eiffel– fue desalojado tras amenazas creíbles de bomba que incluían el metro. Y pocas semanas después, la alarma se disparó por la posibilidad de atentados indiscriminados en las calles de ciudades de Alemania, Francia y Gran Bretaña, siguiendo el esquema de los atentados de Bombay del año 2008, en el que murieron 160 personas y en el que a punto estuvo de perder la vida Esperanza Aguirre. Este escenario, el de la "yihad urbana", se repite en los planes terroristas cada vez con mayor frecuencia.

Por eso, ahora que se acercan las fechas navideñas, no está de más recordar que están marcadas en rojo para el yihadismo. El 25 de diciembre de hace un año el nigeriano Abdulmutallab logró activar un artefacto explosivo en un avión con destino a Detroit, que solo a él abrasó, pero que buscaba derribar un aparato con casi trescientas almas a bordo. Y en las mismas fechas, se consiguió evitar que en Londres se perpetrara un atentado como el de Bombay, con los terroristas disparando y lanzando bombas en el centro de la ciudad.

El balance es así desolador: sólo el azar o la pericia policial han evitado masacres en nuestras ciudades en este año que termina. Ante ello, más vale mirar la amenaza de frente, porque algún día la suerte no será tan benigna como en Estocolmo.

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