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George Will

Un debate clarificador

Estados Unidos podría estar a dos tercios de una década perdida... o peor, hacia una identidad nacional perdida. Total, que los republicanos ya tienen su eslogan para 2012: "¿No podemos hacerlo mejor que esto?".

Cuenta la historia que una mañana, mientras paseaban Mark Twain y el novelista William Dean Howells, empezó a caer un chaparrón, ante lo que Howells le preguntó a Twain: "¿Crees que parará?". Twain respondió: "Siempre lo ha hecho". La parálisis del techo de la deuda ha terminado, como hacen generalmente las cosas, y la autopsia de los hechos permite validar el retrato que hacen los conservadores de Barack Obama y de la incompetente herencia del progresismo: el Estado regulador.

Durante semanas, no se podía levantar una piedra en Washington sin toparse con alguien con un plan de reducción de la deuda... a menos que te topases con Obama, cuyo plan nunca llegó a poner por escrito. Éste sólo soltaba sus habituales calificativos sobre los millonarios, multimillonarios y petroleras; nos decía que, una vez más, la justicia exigía una solución "equilibrada", lo que implica nuevas fuentes de recaudación. Obama sólo tiró la toalla después de que el legislador demócrata más importante de Washington, Harry Reid, propusiera una solución sin nuevos impuestos.

Al reafirmarse sin quererlo como paladín del progresismo –el principio de que el control de los recursos nacionales por parte del Estado tiene que crecer de forma constante–, Obama se convertía en el espectador de un Washington más conservador del que había durante la presidencia Reagan. Al aceptar a regañadientes la solución a la crisis propuesta por el Congreso, Obama ha molestado a los izquierdistas. Le imputan el delito de apostasía de su catecismo. Pero habiendo anunciado que no elevar el techo de la deuda se traduciría en el apocalipsis, a duras penas podría anunciar que no elevar la recaudación sería peor.

El problema es que, debido a las políticas izquierdistas, la araña del Gobierno federal ha tejido una red de dependencias y clientelismo. El objetivo de los políticos es el de generar una creciente masa de votantes predispuestos a votar demócrata. Esta predisposición –alias mentalidad de los derechos sociales– se activa preocupando constantemente a los electores por la seguridad de su posición como pupilos del Estado.

La presidencia de Obama podría durar 17 ó 65 meses más, pero se ha visto irreversiblemente neutralizada por dos errores garrafales históricos que cometió en sus albores. Se definió a través de una reforma sanitaria que la mayor parte de los estadounidenses no deseaba, en lugar de a través de la recuperación económica. Y permitió, hasta alentó, que autoindulgentes mayorías de izquierdas en el Congreso crearan un estímulo que confirmaba el retrato del progresismo que hace el conservadurismo como aglomeración indisciplinada de apetitos parroquiales. Este estímulo estéril desacreditó al estímulo como política.

El problema de Obama en 2012 es que no se atreve a postularse como progresista pero no puede zafarse de su progresismo. La narrativa de la izquierda para 2012 dice que al no ofrecer otro estímulo, Washington está siendo peligrosamente frugal. Esto, incluso si su estímulo anterior fuera un completo fracaso.

El catastrófico crecimiento del 0,8% de la economía en la primera mitad de este año indica que las proyecciones del déficit para los próximos meses son demasiado optimistas. Las subidas de la deuda provocadas por el anémico crecimiento y la escasa creación de empleo pueden minimizar cualquier reducción de la deuda producto del proceso abierto a través del reciente acuerdo. Esto podría presagiar una virulenta degeneración a medida que el endeudamiento aumenta y el peso de la deuda asfixia aún más el dinamismo de Estados Unidos.

Estados Unidos podría estar a dos tercios de una década perdida... o peor, hacia una identidad nacional perdida. Total, que los republicanos ya tienen su eslogan para 2012: "¿No podemos hacerlo mejor que esto?".

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