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Libia inquietante e incierta

La ayuda occidental es ahora más importante que nunca. Ante todo para proporcionar seguridad y formar el ejército y la policía. Si Occidente la escatima, malo. Si Libia no la solicita, peor.

Nadie puede saber a dónde va Libia, pero el camino de la virtud política lo tiene crudo, ante todo porque las ideas locales sobre en qué consiste esa virtud pueden discrepar ampliamente de las nuestras y apoyamos su guerra sin preguntárselo. Bien es verdad que no había donde escoger. Muchas malas decisiones no pasan de riesgos poco controlados si tenemos en cuenta que sólo se puede optar entre lo muy malo y lo pésimo.

La desaparición de Gadafi hace muy difícil la continuación de la guerra o la revancha por parte de los ahora perdedores. Es un conflicto entre miedos. En principio los restos del aparato del régimen y sus paniaguados no van a correr riesgos por una restauración imposible, pero el miedo al terrible precio que pueden tener que pagar por sus viejas lealtades podría darles un último soplo de aliento. El mayor peligro es que Seif al Islam, el más político de los hijos de Gadafi y el más activo en la lucha contra los rebeldes, sigue vivo.

Los ahora vencedores, aunque rebosando euforia, no acabarán de tenerlas todas consigo hasta que eliminen por completo la remota posibilidad de una resistencia gadafista. Por un lado es una sociedad en la que no hay distinción entre justicia y venganza. Por otro lado, a los que vivimos en países más o menos normales, nos resulta difícil imaginar el terror en el que viven los súbditos de tiranías implacables. No cejarán hasta que se vean libres de ese invisible intruso que durante décadas les ha corroído las entrañas.

En todo caso, la prolongación del conflicto es improbable. El problema reside en los vencedores. Mejoraron su eficacia y organización a lo largo de los meses de combate. ¿Quién les quita ahora las armas y les hace renunciar, en aras a intereses superiores, a las cuotas de poder que con ellas en la mano esperan conseguir y piensan que les corresponde, por su papel en la lucha o por los sectores de la sociedad que creen representar, locales, tribales o islamistas? El Consejo Nacional Transitorio no los controla. Cuando, a toda prisa, el presidente de ésta institución reconocida internacionalmente se disponía a anunciar la muerte del dictador, uno de los ministros y el que hace de jefe militar de la ciudad de Trípoli le segaron la hierba en los pies adelantándosele. Dicho comandante de milicias rebeldes, Abdelhakim Belhaj, tuvo algo indeterminado que ver con nuestro 11-M y es un veterano del Afganistán alqaidista. El jefe del Gobierno emanado del Consejo, Yibril, dijo menos de 24 horas antes de la muerte de Gadafi que Libia podía hundirse en el caos si la guerra no terminaba pronto. "Nos hemos metido en una lucha política sin límites... que requiere finanzas, organización, armas e ideología... Me temo que no tenemos nada de eso".

La ayuda occidental es ahora más importante que nunca. Ante todo para proporcionar seguridad y formar el ejército y la policía. Si Occidente la escatima, malo. Si Libia no la solicita, peor.

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