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Javier Gurruchaga y aquella novia que le abandonó

Una chica llevó a Gurruchaga por la calle de la Amargura. Fue su primer y más visceral amor. 

Una chica llevó a Gurruchaga por la calle de la Amargura. Fue su primer y más visceral amor. 
Javier Gurruchaga | Cordon Press

Quien más, quien menos, ha tenido sus decepciones amorosas. Como Javier Gurruchaga, ahora con sus cincuenta y nueve años cumplidos el pasado febrero, que en su época juvenil dio en enamorarse de una chica que lo llevó por la calle de la Amargura. Era ya este donostiarra un muchacho sensible que vivió ese primer amor visceral a la desesperada, tras una especie de gitana "a lo Próspero de Merimée", tal y como éste la soñó en "Carmen". Se llamaba Mónica y cuenta Javier que le hizo sufrir mucho. Hermana de una actriz que trabajó en la última película de Buñuel. En esa época, él llegó a perder, cuenta, veinte kilos. Probablemente exagerado, pero con esa decepción que tardó en curar, de la que sobresalió después ya con amores distintos, de otra orientación sexual. La verdad es que ha sido siempre discreto con sus parejas. Conducta contraria a la que ejerce en el mundo del espectáculo, donde esconde su natural timidez con sus disfraces, sus "gags", sus delirantes parodias. La última de ellas lo ha llevado a convertirse nada menos que en un sosias de Donald Trump.

En efecto. El último espectáculo de Javier Gurruchaga es un desahogo, un medio de atacar a "ese payaso con tics neonazis" como lo define, para lo cual se sirve de un pelucón de cabellos dorados, haciendo reir al público con su parlamento y una canción, que da asimismo título a la función: "¡Que viene Trump!".

Cuarenta y un años lleva al frente de la Orquesta Mondragón, nombre elegido a propósito porque en esa ciudad guipuzcoana existe un pabellón psiquiátrico y lo que Javier Gurruchaga quiso siempre en sus "shows" es provocar, mostrar a personajes excéntricos, en alocados números musicales a ritmo casi siempre de rock, que es el género que más adora, independiente de que no desdeñe la música de Los Beatles, ídolos desde su infancia. Pero le marcaron más, a la hora de imaginar sus creaciones Lou Reed, Elton John, Iggy Pop, en una especie de cabaré rockero. El humor es siempre fundamental en su manera de presentarse ante el público, desde que con dieciocho años hiciera una de sus primeras parodias de la primera ministra británica, Margaret Thatcher. Ya había dejado de ser monaguillo y luego botones en un banco, para abandonar su Donosti natal y radicarse en Madrid, donde vive en un amplio piso del barrio de Chueca, en la calle de la Libertad, lleno de libros, pinturas y cachivaches. Porque es asiduo visitante de tiendas de antigüedades y librerías, en pos de rarezas que le atraigan. Tiene una formación cultural por encima de la media de sus colegas.

La Orquesta Mondragón contaba con un personaje bullicioso y destacado después de Javier Gurruchaga: su amigo Popotxo Ayestarán, quien a sus sesenta y siete años lleva algunas temporadas apartado de toda actividad pública. Ni que decir que la "troupe" del grupo continúa siendo llamativa. Los enanos siempre fueron una fijación para Javier desde que de pequeño, su padre, un ferroviario de profesión lo llevara al viejo coso del Chofre, donde se lo pasaba "pipa" contemplando las evoluciones del Bombero Torero y sus enanitos. Por eso los incorporó a su banda. Otra de sus aficiones era viajar a Londres, donde siempre se empapaba de las últimas tendencias musicales. Porque es un personaje inquieto, interesado en los últimos estrenos tanto musicales como cinematográficos. Su mitomanía lo ha llevado a coleccionar libros, carteles y fotografías de sus actores favoritos. Encontrándose en una librería especializada en Roma, en busca de material gráfico de Anna Magnani se dio de bruces con el mismísimo Federico Fellini. Uno de sus realizadores fetiche, de ahí la inclusión en sus espectáculos de personajes que perfectamente podrían haber aparecido en alguna secuencia del autor de La strada. Javier Gurruchaga tuvo tiempo de encontrar un guión impreso de Ginger y Fred, sobre cuya portada Fellini estampó el autógrafo especialmente dedicado a su emocionado admirador.

Aunque en cada espectáculo lógicamente Javier Gurruchaga estrene nuevas canciones su público no deja de solicitarle "Gordas", "Viaje con nosotros", "Hola, mi amor, yo soy tu lobo" y algunas otras, de aquel repertorio que llevaba letras del poeta Luis Alberto de Cuenca. Ya no graba discos con aquella asiduidad de los años 80 y 90, por aquello de la crisis del sector, aunque el último fue registrado el pasado año, con el título "Anda suelto, Satanás", contando con la colaboración, entre otras, de su buen amigo Luis Eduardo Aute. Y ahora espera que el repetitivo estribillo de "¡Que viene Trump!" se haga pronto popular y la gente lo retenga en la memoria y sepa repetirlo. "A la Orquesta Mondragón siempre nos ha gustado incorporar estos fantasmas en nuestro repertorio", refiriéndose al actual primer mandatario norteamericano. Yo los hubiera elegido más cercanos, cuando aquí los tenemos a la vuelta de la esquina. ¡Fíjense como está el patio con algunos políticos innombrables!

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