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Me voy contigo, David Letterman

Esta semana David Letterman nos ha dejado. Sigue vivo, pero su programa muere, y eso lo cambia todo.

Esta semana David Letterman nos ha dejado. Sigue vivo, pero su programa muere, y eso lo cambia todo.
David Letterman, durante su último show. | Cordon Press

Este año he vivido tres momentos difíciles de explicar, no por su complejidad, sino por lo absurdo de su naturaleza. Las muertes de Robin Williams y Joan Rivers y la despedida de Letterman han ido destruyendo los recuerdos que tengo de una juventud muy reciente. ¿Por qué tres personas tan diferentes y tan desconocidas en nuestro país me han impactado de esta manera? Pues por azar y un poco de masoquismo.

Tengo la suerte (o desgracia) de tener un hermano mayor que vivió en EEUU muchos años y que se empapaba de referencias culturales que yo aquí no entendía, y que todo sea dicho, al principio no me interesaban mucho. Pero por la naturaleza de la relación entre hermanos, comencé a seguir sus pasos y empecé a interesarme por términos extraños como Late Night o Stand up. Padecer de insomnio sólo empeoró esta nueva situación, ya que la diferencia horaria entre ambos lados del charco fue desapareciendo, virando mi interés por los programas españoles hacia los norteamericanos. Padeciendo las lentitudes prehistóricas de un internet que apenas permitía descargarse vídeos al ordenador, mucho menos visualizarlos online, fui pasando del desconocimiento a la intriga y de la intriga a la obsesión.

Su programa, Late Night with David Letterman, ya en la CBS, coincidió en mi vida con el descubrimiento de Friends y el comienzo de un interés por el humor pervertido, perverso, y sarcástico, pero sobre todo por la inteligencia que siempre lo gobierna. Contagiándome del humor de Matthew Perry en el papel de Chandler Bing, o el propio Letterman, fui disfrazando mi sentido del humor con esa insolencia que sólo se tolera en un adolescente. Con suerte, uno va creando su propia identidad con el tiempo, pero sin duda ese humor me ha dejado huella, hasta el punto de que me cuesta apreciar cualquier otra variante.

Numerosos viajes a EEUU reafirmaron una fascinación posiblemente enfermiza con su programa y me descubrió el mundo de los monólogos o Stand Up.

De su programa destacaban muchas secciones, pero sin duda las actuaciones musicales y los monólogos de los comediantes pasarán a la historia de la televisión por su calidad y variedad. Cada comediante americano soñó toda su vida con lograr cinco minutos de actuación delante del público del Ed Sullivan Theater: los que no eran conocidos por considerarlo como el paso definitivo en su carrera, y los que ya estaban consolidados por entenderlo como su forma de devolverle a Letterman lo que él ha hecho por los monologuistas de ese país. El mismo Letterman, al igual que muchos presentadores de Late Night, empezó como comediante, y siempre dio la oportunidad de consolidarse a nuevos cómicos, entendiendo que el talento, pero también la suerte, determinan que un comediante dé el salto en la industria del entretenimiento.

Los visionados de las entrevistas del programa se vieron acompañados por las de las actuaciones de los comediantes que lo visitaban. Gracias a Youtube, comediantes como Jim Gaffigan, Robin Williams, Chris Rock y Joan Rivers acompañaban mis noches en Madrid, hasta el punto de convertirse en referencias culturales.

Pero los comediantes tienen la enorme limitación de ser sólo tan buenos como su último monólogo, Letterman no.

A diferencia de otros presentadores de Late Night, Letterman nunca ha ocultado lo irrelevantes y molestos que le parecen la mayoría de invitados de su programa, y se notaba; de hecho, ha sido la seña de identidad de sus entrevistas. Y ésto es fascinante: el invitado abandonaba su condición de intocable y era el presentador quien condicionaba la entrevista, obligándole a demostrar que valía la pena escuchar lo que tenía que decir y que no era otro producto más creado en los despachos de Hollywood.

Por esa fascinación brutal que tenemos por agradar a las personas que nos desprecian, cada invitado buscaba de manera descarada intentar entrar en el pequeño oasis de personas a las que Letterman soporta. Y son pocos: Bill Murray, Julia Roberts, Natalie Portman, Don Rickles, Johnny Depp, Tina Fey, Alec Baldwin, Howard Stern y quizás alguno más. ¿Su secreto? Imposible de decir, no podrían ser más diferentes, pero quizás el no intentar agradarle, en la retorcida lógica de Letterman, era un signo de inteligencia y carácter.

El estilo de Letterman proviene de su fascinación por la vieja escuela de la televisión norteamericana. Johnny Carson, ídolo personal de Letterman, había perfeccionado el formato de Late Night décadas atrás. La acidez de Letterman contrasta con la bondad de Carson, mucho más cercano como presentador a Conan O'Brien, y sin embargo se puede afirmar que le ha rendido un homenaje de 30 años. El programa era el mismo, el presentador no, y ésto era suficientemente distinto para no tener que realizar modificaciones a la fórmula. If it ain't broke, don't fix it.

Su programa se convirtió en una burbuja en la que el tiempo no lograba penetrar. Letterman y sus invitados envejecían, pero la dinámica del programa y sus secciones permanecían iguales, hasta el punto de resultar anacrónicas. Sin embargo, varias generaciones de norteamericanos han demostrado durante más de 6.000 episodios que la fórmula ha funcionado.

Su importancia en la cultura del entretenimiento en EEUU es superior a cualquier cosa conocida en España. Sólo hay que ver uno de los vídeos de despedida del programa, en el que los últimos cuatro presidentes de EEUU comentaban que el infierno que vivía el país desde hace 30 años acababa al retirarse Letterman, para entenderlo.

Podría seguir escribiendo sobre el impacto que ha tenido Letterman en mi vida. Pero basta con decir que era único, irrepetible, y un auténtico sinvergüenza. Y no lo cambiaría por nada en el mundo.

En Chic