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Uno de los apóstoles del ecologismo británico se hace pro nuclear

George Monbiot se hace pro nuclear y acusa a la solar de no poder atender la demanda en países como el Reino Unido.  

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George Monbiot es uno de los ecologistas más conocidos del Reino Unido. Promotor de la campaña "The land is Ours" (La tierra es nuestra), Monbiot se ha significado a lo largo de los últimos años por prácticamente todas las causas medioambientalistas, especialmente las relacionadas con el calentamiento global, al que ha llegado a calificar como la gran "cuestión moral del siglo XXI".

En el aspecto energético apoyaba a las renovables y se definía neutral respecto a las nucleares. Una neutralidad que ha durado hasta el accidente de la central de Fukushima. "Los sucesos en Japón han cambiado mi visión de la energía nuclear", afirma en su columna del The Guardian, para rematar, ya en el primer párrafo que, desde ahora, se declara "partidario de esta tecnología".

Acto seguido pasa a examinar el accidente o, mejor dicho, las consecuencias radioactivas del mismo. "Algunos verdes han exagerado los peligros de la contaminación nuclear", asegura y pasa a comparar la radiación que emitió la central de Three Mile Island con la que está emitiendo la de Fukushima. 

Tras el reconocimiento de parte y su somero análisis del accidente, Monbiot reafirma su fe en la energía renovable. Y es entonces cuando empieza a ponerle peros. Cree, por ejemplo, que el impacto de carbono que tiene la nuclear es menor que el de la renovable a partir de cierto punto. Prosigue afirmando con aplomo que las nucleares son más seguras que las centrales térmicas de carbón, y termina con una frase lapidaria que podría haber pronunciado cualquiera de sus, hasta ayer, adversarios ideológicos: "Generar energía solar en el Reino Unido implica un espectacular derroche de recursos escasos".

Tras despacharse a gusto con las renovables, Monbiot sigue dando a los ecologistas. Muestra su oposición a que se cierren las grandes redes de transporte de energía y tenga ésta que ser generada localmente, un clásico del medioambientalismo más rancio. Otra idea ecologista, la de dejar de producir electricidad y volver a la época preindustrial, la desautoriza con una frase no menos impactante que la anterior: "La generación verde profunda –descentralizada, basada en los productos de la tierra– es mucho más dañina para la humanidad que la fusión del núcleo de una central atómica". Dicho esto, vuelve sobre el carbón, al que acusa de ser "100 veces peor que la energía nuclear".

Para terminar la columna, titulada, como no, "Porque Fukushima hizo que dejase de preocuparme y empezase a amar la energía nuclear", dice que la industria nuclear está gestionada por mentirosos y que, "si hubiese alternativas menos nocivas, preferiría ver como cierra el sector entero". Reconocido lo obvio afirma que "no existen soluciones ideales. Toda tecnología energética acarrea un coste". Aleccionador.

No es Monbiot el primer ecologista en cambiar de lado y dejarse seducir por la odiada energía nuclear. Hace cuatro años James Lovelock, autor de la teoría Gaia, anunció para sorpresa de la parroquia ecologista que se había hecho partidario de los átomos para generar electricidad. "La energía nuclear es la única opción para el cambio climático", afirmaba en una entrevista.  

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