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Entre 'Madame Bovary' y 'La Traviata'

Se traduce al castellano por primera vez una de las principales obras de de el italiano Federico de Roberto, La ilusión (1891).

Se traduce al castellano por primera vez una de las principales obras de de  el italiano Federico de Roberto, La ilusión (1891).

No es muy conocido en España el italiano Federico de Roberto (Nápoles, 1861), aunque están publicadas algunas de sus novelas, como Los virreyes y El imperio. Se traduce ahora al castellano por primera vez una de las principales, La ilusión (1891). Cuenta los amores de Teresa Uzeda, de ilustre familia siciliana, de origen español (su apellido lo pregona); y, a través de ella, la decadencia de la aristocracia, en el período de la unificación italiana. (No es extraño que se haya señalado su huella en obras de Sciascia y en El gatopardo, de Lampedusa).

Después de unos años en Milán, de Roberto volvió a Catania, en la costa este siciliana, trabajó como bibliotecario. Cultivó todos los géneros literarios. Como narrador, siguió la escuela verista de Verga, cercana al naturalismo francés: le influyeron Zola, Maupassant, Flaubert, Paul Bourget...

Acompañamos a Teresa desde la adolescencia y los primeros amores. Un matrimonio concertado no responde a sus sueños juveniles de romanticismo y pasión. Descubre con desengaño la áspera monotonía de la vida conyugal: "¿Esto es?..." (p. 137). Sueña con lo contrario, una bohemia feliz, sólo atisbada en las novelas: "¡Querría comer pan negro y que me amaran!". Su tía generaliza, dándole la lección sociológica: "¡Nadie tiene la culpa!... Los matrimonios son así, hija mía... Éste es el destino de las mujeres" (p. 166). Pero ella sigue soñando: "Una música de palabras turbadoras, jamás oídas..." (p. 189).

Teresa es una hermana más de Emma Bovary y de Ana Ozores. Sufre lo que se ha definido como bovarysmo: la enfermedad de "la mujer insatisfecha", frecuente en la novela europea de fines del XIX.

Se engaña Teresa al buscar la "poesía", en una aventura fuera del matrimonio, y la "prosa" vuelve a ahogarla (como a Emma, una vez más). Pero de Roberto no se detiene ahí: una serie de aventuras eróticas aumentan la amargura de su protagonista. El narrador naturalista documenta implacablemente la decadencia de un personaje que es símbolo de una clase social. Todo se resume en la historia de una caída: "¡Pero volver a caer, precipitarse cada vez más abajo! ¿Y no era la férrea ley de su destino?" (p. 371). En términos morales, se trata de una corrupción: "Fue una corrupción sutil, larga y consciente..." (p. 205).

El relato posee la solidez de la novela clásica, atenta, a lo vez, a lo íntimo y lo colectivo. Por un lado, la disección implacable de cómo se va perdiendo el amor: la vanidad, el egoísmo, el autoengaño, la unión de placer y dolor. Por otro, la generalización del que observa a esta clase casi a través de un microscopio y percibe la desigualdad de la mujer frente al hombre, en esta sociedad burguesa: "¡Cómo se había engañado al creerse diferente a los demás! ¡Su historia era la historia de todos!" (p. 395).

Por muy equivocada que esté, nos conmueve Teresa cuando suplica la limosna de unas frases: "Escucha, si tú no me amas, si no sientes ya nada por mí, finge al menos, dime alguna vez una buena palabra... ¡Ya ves que yo no soy exigente!... ¡No cuesta tanto, una buena palabra!" (p. 335).

Es lo mismo que, 66 años después, le dirá Vienna (Joan Crawford) a Johnny Logan (Sterling Haydn), en Johnny Guitar:

"- Dime algo bonito.
- ¡Claro! ¿Qué quieres que te diga?
- Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años.
- Te he esperado todos estos años.
- Dime que habrías muerto si yo no hubiera vuelto.
- Habría muerto si tú no hubieras vuelto.
- Dime que me quieres todavía, como yo te quiero.
- Te quiero todavía, como tú me quieres.
- Gracias. Muchas gracias".

Pero la pobre Teresa no puede dar las gracias: ni siquiera por piedad le dicen dulces mentiras. Descubre con horror sus primeras canas, comienza a engordar. Y se siente tan sola como siempre... Ya no es una Madame Bovary siciliana sino una descarriada, una "traviata" más: "Ciertas frases suspirantes de óperas llenaban el corazón de añoranzas infinitas: "Adiós del pasado", de La Traviata (p. 385). Es lo que canta Violetta en el acto tercero, poco antes de morir:

"Addio del passato bei sogni ridenti,
le rose del volto già sono pallenti..."

Ya han palidecido las rosas de su cara. Ha confundido la realidad con "la ilusión" (el título de la obra) y tiene que pagar por ello...

Con sus ribetes melodramáticos, una sólida novela decimonónica, que nos hace descubrir a un buen escritor naturalista, Federico de Roberto.

Federico de Roberto: La ilusión, Madrid, ed. Gadir, 2014, 399 págs, 21 euros. ISBN: 978-84-942993-7-7.

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