Quizá sea blanco, pero no me identifico con los WASP (blancos anglosajones protestantes) del Nordeste. En cambio, me identifico con los millones de americanos blancos de clase trabajadora y de ascendencia escocesa e irlandesa que no tienen un título universitario. Para esa gente, la pobreza es una tradición familiar: sus antepasados fueron jornaleros en la economía esclavista del Sur, después de eso aparceros, posteriormente fueron mineros del carbón, y en tiempos más recientes maquinistas y empleados de acerías. Los estadounidenses los llaman hillbillies, rednecks (cuello rojo) o basura blanca. Yo los llamo vecinos, amigos y familia.
Son palabras de J. D. Vance, autor de Hillbilly, una elegía rural, uno de los libros de temática política más leídos en Estados Unidos y que se publica en español el próximo 4 de abril en la editorial Deusto.
Se trata de un relato sobre la clase social en decadencia, la de los trabajadores blancos en Estados Unidos. Los hillbillies, término peyorativo que hace referencia a los habitantes de la cordillera de los Apalaches, forman parte de este grupo social cada vez más empobrecido del país.
J.D. Vance cuenta la historia de una cultura que se han ido degradando lentamente durante más de cuarenta años y cuyo declive ejemplifica a la perfección su disfuncional familia. De la mano de su violenta abuela, de su madre drogadicta o de su ausente padre, Vance retrata los anhelos, las luchas y conflictos, los valores y la incansable búsqueda de culpables a los que responsabilizar de su desdicha de una comunidad olvidada durante años por el sistema y ahora, tras la victoria de Donald Trump, convertida en centro de atención. Un libro que, no obstante, fue publicado y era ya un éxito antes de las elecciones presidenciales de 2016.
El resentimiento, la falta de ambición y una combinación de victimismo y pesimismo junto a un desaforado sentido del honor han hecho que los hillbillies posean una tendencia a la violencia física y verbal, al alcoholismo y las drogas, se conformen con vivir de los subsidios del Gobierno y sean despreciados por sus compatriotas de ambas costas del país. Su respuesta a todo ello es conocida: han pasado de votar a los demócratas a encumbrar a Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos.