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Lys, la hija de Juan Pardo, con las canciones de su padre

El cantautor gallego lleva trece años retirado, sin deseos de volver.

El cantautor gallego lleva trece años retirado, sin deseos de volver.
Lys y Juan Pardo | Gtres

No descubro absolutamente nada afirmando que Juan Pardo ha sido uno de los más grandes compositores del pop español. Y al utilizar la expresión en pasado se justifica porque en 2003 se retiró de los escenarios, tras presentar su último disco, en gallego, "Lúa chea", aunque para sí haya seguido componiendo en silencio. Nunca explicó las razones de su adiós, quien en los años 60 había sido pionero de los primeros conjuntos de guitarras eléctricas de nuestro país, con Los Pekenikes, luego se integró en Los Brincos, del que fue junto a Fernando Arbex pieza fundamental, para fundar el dúo Juan y Junior, que apenas duró año y medio, suficiente para regalarnos hermosas canciones como "Anduriña". Y luego ya, a partir de 1969, su etapa como solista, concluida, como contamos, treinta y cuatro años después.

¿Fue el cansancio lo que lo llevó a esa temprana retirada? ¿La crisis de la industria musical, que ya era evidente ante la irrupción de las nuevas tecnologías? ¿Algún desengaño personal? De todo un poco, me aventuro a pensar. Transcurría esa primera década del nuevo siglo cuando lo vi por última vez en un pequeño teatro de la madrileña calle Mayor, adonde lo había citado nuestro común y recordado amigo, el periodista Antonio D. Olano. Alargué la mano para saludar al cantautor gallego, mostró absoluta indiferencia al lado del joven que lo acompañaba, siendo inútil que le recordara mi identidad. En el bar del local intenté intercambiar algunos de los muchos recuerdos de nuestra amistad de pasadas décadas, en presencia de la actriz Perla Cristal. Y con monosílabos concluyó aquel intento de diálogo con un extraño Juan Pardo. Pienso que fingió no reconocerme. ¿Por qué? Sencillamente, en estos años de su retirada, dejó dicho en alguna esporádica ocasión que jamás volvería a conceder una entrevista.

Hizo una excepción en 2013 cuando compareció ante la audiencia de Telecinco en el programa de María Teresa Campos ¡Qué tiempo tan feliz! para promover un disco de su hija Lys editado en 2013, "De familia", donde ésta rememoraba éxitos antiguos de su progenitor, interpretando a dúo con él la antes mencionada pieza, "Anduriña". Desde entonces, digamos que "no se le ha visto el pelo" a Juan Pardo, ausente de cualquier evento social o artístico, repartiendo su vida entre su vivienda madrileña y otra que posee en tierras gallegas y dedicado febrilmente a pintar. Puede, insisto, que de vez en cuando se sitúe ante los teclados y componga nuevas canciones, aunque las desconocemos en tal caso. Un absoluto enigma el de la existencia actual de un hombre lleno de talento para la música, al que la SGAE llegó a situar como el autor que más derechos devengaba por sus composiciones.

Divorciado de la cubana Emy de la Cal en 1983, tras trece años de matrimonio, con quien tuvo dos hijas, Teba (1971) y la citada Lys (1975). Desde que cesó su convivencia con Emy, a Juan no se le conocieron más relaciones femeninas. Ahí lo dejo… Y me ocupo de su segunda hija, de una chispeante y simpática Lys Pardo, que heredó la vocación musical paterna aunque antes de dedicarse profesionalmente al mundo del espectáculo ejerciera de profesora de inglés. Se estableció algún tiempo en Chile y allí tuvo un grupo con el que cantaba boleros y bossa-nova. Asimismo tuvo otra experiencia con una agrupación de góspel. Grabó un par de discos como vocalista del conjunto Wagon Folk. Su amor se llama Fernando Calderón y la acompaña a la guitarra. La tercera de sus grabaciones fue la que produjo Juan Pardo. En "De familia" ya decíamos que reunió una selección de temas de su padre. "Me ha apoyado muchísimo –comenta Lys- y entre otros consejos me dijo cuando yo empezaba que no tuviera miedo a equivocarme, que hiciera lo que más me gustara, que fuera yo misma…".

Lys Pardo tiene una bonita voz, amén de una grata presencia. Este verano ha actuado en diversas ciudades gallegas, donde tan querido es lógicamente su padre, que aunque nació circunstancialmente en Palma de Mallorca en 1942, siempre se sintió de aquellas tierras. Y en esas actuaciones ella ha seguido rememorando, como un homenaje paterno, lo mejor del repertorio de su progenitor. La verdad es que Juan Pardo tuvo siempre un carácter nada común si lo comparamos con otros cantantes de su generación, por ejemplo. Conste que cuantos lo entrevistamos en múltiples ocasiones hallamos en él a una persona exquisita en el trato. Nunca elevaba la voz, siempre respetuoso, hábil para convencer al interlocutor de turno de las bondades de su último disco. No le importaba citarnos a algunos, a título individual; de uno en uno, en su recordado chalé de Aravaca, a las afueras de Madrid, o el que tuvo después, me parece que en Pozuelo, ya separado de su mujer. Allí, de vez en cuando nos invitaba a almorzar, a tomar unas copas, y siempre en un ambiente agradable y amistoso, para entre sorbo y sorbo, ya digo, ir "colocándonos su mercancía", léase el producto musical que trataba de promover. De ese modo tan personal lograba réditos publicitarios que no le igualaban en el departamento de prensa de su casa de discos.

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Juan y Junior | Archivo/Luis Fdez

Con Junior, su amigo del alma, acabó de mala manera. La razón de su distanciamiento puede que en principio fuera que los dos se habían enamorado de la misma mujer: Rocío Dúrcal. Más adelante los separó definitivamente una discutida decisión de Juan: debían concluir una grabación, en la que estaba convenido que conjuntarían las voces como siempre, claro. Y ocurrió que estando Junior fuera de Madrid, Juan se adelantó y grabó las dos voces; es decir, él mismo "se dobló", suplantando la de su compañero, quien a su regreso, enterado de tal chapuza, puso el grito en el cielo y acabó para siempre con la razón artística Juan y Junior. Pasaron años en los que no se hablaban. Cuando Junior murió, Juan Pardo mostró públicamente su condolencia, con declaraciones en las que lamentaba muchísimo la desaparición de quien él seguía considerando un hermano. Pero tiempo atrás, ya viudo y con problemas de alcoholismo, Junior echó de menos en un programa de televisión que "su amigo Juan" no se hubiera interesado por él, ni siquiera por teléfono.

Hay otro episodio un tanto misterioso que les relacionaba a ambos. A mitad de los años 60, Antonio D. Olano, biógrafo de Pablo Picasso (a quien había conocido a través de Luis Miguel Dominguín, el matador de toros por si alguien lo desconoce, padre de Miguel Bosé) invitó a Juan y a Junior a que lo acompañaran a Cannes, para visitar al genio malagueño. Olano portaba una bolsa repleta de percebes en tanto Juan Pardo no se olvidó de su guitarra. Y allí, en la residencia del pintor, en tanto éste mojaba percebes ¡en una taza de té! (el médico le había prohibido el alcohol), Juan y Junior interpretaron algunas de sus canciones y el primero, especialmente, una nana en gallego, que le hizo evocar a Picasso recuerdos de su adolescencia en La Coruña. Fue una jornada feliz, que concluyó con unos regalos que Picasso hizo a sus visitantes, entre ellos un dibujo representando un ave, que la casa discográfica del dúo utilizó para promoción de "Anduriña". ¿Y quién de los dos se quedó con el original? Se lo pregunté a ambos, por separado. Juan Pardo me aseguró que lo tenía Junior. Y éste, "que lo había extraviado". ¡Un dibujo original de Picasso…!

Para poner fin a estos hilvanes periodísticos relacionados con Juan Pardo, digamos que éste siempre tuvo buen gusto para decorar sus casas, donde colgaba cuadros de valor, de igual modo que era coleccionista de viejas piezas de cerámicas de Sargadelos. Como afición fuera de la música, siempre manifestó ser un apasionado de la hípica. Llegó a tener varios caballos de su propiedad, que montaba junto a su esposa e hijas. En una época feliz de aquella familia. Porque queda dicho que en sus últimos tiempos Juan Pardo ya pasó a ser alguien poco comunicativo, como dije, e incluso anodino y algo melancólico. Le envío desde aquí un cordial saludo, en recuerdo de los tiempos en los que no esquivaba a los periodistas, sino que nos buscaba, por propia conveniencia suya. Así es la vida de muchos de esos personajes, tan adorados por el gran público, de los que éste conoce a lo mejor sólo una cara, la del escaparate. Pero no la otra…

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