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Contador dilapida sus opciones en el Tour

Andy Schleck ha dado un zarpazo a la carrera al ganar en solitario en el Galibier, pero el maillot amarillo sigue en poder de Thomas Voeckler.

El luxemburgués Andy Schleck (Leopard Trek) ha ganado en solitario la decimonovena del Tour de Francia –segunda en los Alpes–, de 200 kilómetros de recorrido entre Pinerolo (Italia) y el puerto del Galibier, mientras que el francés Thomas Voeckler (Europcar) ha podido conservar el maillot amarillo de líder por sólo quince segundos.

El menor de los Schleck entraba en la meta con un tiempo ganador de seis horas, siete minutos y 57 segundos, con 2:07 de ventaja sobre su hermano y compañero Frank, 2:15 sobre el australiano Cadel Evans (BMC), 2:18 sobre el italiano Ivan Basso (Liquigas) y 2:21 respecto a Voeckler, quien continúa al frente de la clasificación general por undécimo día consecutivo.

Los grandes perjudicados en el Galibier, uno de los techos del Tour con 2.645 metros de altitud, han sido los españoles Alberto Contador (Saxo Bank) y Samuel Sánchez (Euskaltel). El de Pinto entraba en la meta a casi cuatro minutos de Schleck, con lo que pasa a ser séptimo en la clasificación general a 4:44 del jersey amarillo. Más atrás incluso llegaba Samu, campeón olímpico en Pekín 2008, al ceder casi cinco minutos y quedarse a 5:20 en la general, en la que pasa a ser octavo.

Contador dilapida así prácticamente todas sus opciones de ganar su cuarto Tour de Francia cuando a la carrera le faltan otras dos etapas clave por disputarse: primero la de este viernes, la tercera jornada alpina con la ascensión al Telégraphe, de nuevo al Galibier y final en el Alpe D'Huez, tras 109 kilómetros de recorrido; y el sábado, la contrarreloj individual de 42 kilómetros con salida y llegada en Grenoble. Ya el domingo, paseo en los Campos Elíseos de París, donde, salvo milagro, la Grande Boucle tendrá un nuevo campeón.

Ataque largo sin respuesta

Lo cierto es que esta etapa reina de los Alpes ha sido una auténtica exhibición de Andy Schleck tras firmar una hazaña a la antigua usanza, con un ataque lejano a 60 kilómetros para el Galibier, que por primera vez ha acogido un final de etapa del Tour en sus 108 años de historia. El jefe de filas del Leopard, eterno segundo en la Grande Boucle, apostó todo a una carta y la jugada le salió bien, viéndose reforzado para optar a lo más alto del podio en París. Aunque Voeckler haya salvado el tipo –y el liderato, que no es poco, sobre todo a estas alturas de la carrera–, el gran rival del luxemburgués es ahora Cadel Evans, que está a 57 segundos del menor de los Schleck. La crono del sábado en Grenoble puede ser la gran oportunidad para el australiano del BMC.

El triunfo de Schleck en el Galibier ha sido fruto de la estrategia del Leopard. Primero incrustó a dos hombres –Maxime Monfort y Joost Posthuma– en la escapada de 14 corredores que se formó camino del primer puerto, el Agnel. Andy mandó después un silbido a su compañero Jens Voigt a mitad del ascenso del Izoard, a 62 de meta. Era la señal del asalto que le acabaría llevando hasta la gloria. Incomprensiblemente, no hubo respuesta alguna del resto de gallos del pelotón, que iban mirándose y comprobando con resignación cómo la etapa, y tal vez con ello el Tour, se les iba de las manos.

Andy Schleck coronó el puerto a 1:50 del kazajo Maxim Iglinsky (Astana), uno de los protagonistas del día después de marchar durante muchos kilómetros solo en cabeza, y con 2:15 minutos de adelanto respecto al grupo de Contador. El madrileño ya daba muestras de debilidad. Bajó al coche del médico en dos ocasiones y se le vio en posiciones que no son habituales en él, perdido a veces en la cola de grupo, con escasa chispa y sin que las piernas le respondieran.

Monfort esperó a Andy en el descenso del Izoard y entre los dos alcanzaron a los últimos componentes de la fuga, en la que se encontraban el irlandés Nicolas Roche (Ag2R), el belga Dries Devenyns (Quick Step) y el ruso Egor Silin (Katusha). El jefe de filas del Leopard, siempre ambicioso, tiró del grupo hasta que decidió marcharse en solitario en el Galibier, a ocho kilómetros de meta. Con un retraso de 4:24 a diez del final de la etapa, Cadel Evans tomó las riendas en la persecución. Era el más interesado en dar la cara pues veía que se le escapaba el Tour. Maniobra tardía pero salvadora, pues al final el destrozo no ha sido definitivo para el australiano.

Andy concretó la gesta eufórico en el Galibier, el coloso alpino que cumple cien años desde la primera conquista en 1911 a cargo del francés Emile Georget. Era su tercera victoria en la carrera gala. El año pasado ya triunfó en otra cima mítica como es el Tourmalet, en los Pirineos. Y el domingo, en París, puede rematar la faena ganando al fin el Tour de Francia.

Lo que tiene ya seguro es el reconocimiento de toda una leyenda como Eddy Merckx al referirse a la victoria de Andy como "una gesta de las que hacen grande el ciclismo, de las que son siempre recordadas". Todo un elogio teniendo en cuenta que viene de alguien como El Caníbal, el hombre que ha ganado el Tour en cinco ocasiones.

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