El partido que disputaron este domingo Atlético de Madrid y Mallorca fue extraño. Ya lo anticipaba el tiempo en las horas previas: durante un rato llovía, durante otro salía el sol. Como si ninguno de los dos se atreviera a predominar sobre el otro, a instalarse definitivamente. Precisamente lo que sucedió sobre el terreno de juego.
Las caras de los aficionados antes de entrar en el estadio Vicente Calderón denotaban la intranquilidad para con su equipo, que acumulaba una racha de resultados y sobre todo de sensaciones nada esperanzadoras. Sólo la ilusión de la inmensa cantidad de niños que había en los aledaños del estadio rompía ese nerviosismo. 90 minutos después, padres e hijos compartían la misma cara, la misma desolación.
Caras similares a las que tenían los jugadores del Atlético cuando llegaron a la zona mixta, más pensativos de lo habitual, buscando una solución a por qué son incapaces de crear ocasiones. Menos preocupados llegaron los futbolistas del Mallorca, contentos con un punto que sabe muy bien, con el Chori Castro bromeando con Tissone, Ramis vacilando a un Chico ya recuperado –menudo susto dio el gaditano- y a un Emilio N'Sue que trató de animar a Adrián, hace pocos meses mucho más feliz, con un técnico que le comprendía, y proclamándose campeón de Europa junto al mallorquinista.
Porque el partido, en sí, fue malo. Por parte de ambos conjuntos. Pero sobre todo para el Atlético, que en casa, ante un rival supuestamente inferior, tenía que ganar. No lo mereció el conjunto de Gregorio Manzano, que siguió mostrando sus carencias a la hora de anotar: sólo pudo hacerlo desde el punto de penalti. Y tampoco es que tuviera grandes ocasiones para lograrlo. Tampoco las tuvo el Mallorca de Joaquín Caparrós, que también necesitó anotar desde los once metros. Lo hizo Tomer Hemed, que se está convirtiendo en un especialista en el oficio: cuatro de cuatro en los últimos tres partidos.
Es normal que, con el juego estaban desplegando ambos conjuntos, sólo hubiera dos goles, y ambos tuvieran que llegar desde el punto de penalti. Lo que no es normal es ver a dos técnicos tan nerviosos: 95 minutos de pie estuvieron Manzano y Caparrós; el primero por su situación, incómoda, y el segundo por su condición, azorada. Y menos normal aún fue ver encararse a Filipe Luis, brasileño, y Aki, japonés. ¿En qué idioma discutirían? Desde luego, si se citaron para después, no se entendieron, porque cada uno se marchó por su lado.
Tanto nerviosismo y tanta incertidumbre pesaba sobre el Calderón, que el público colchonero decidió protestar todas las acciones dudosas del encuentro. Incluso las que no eran ni dudosas. Eso provocó algún que otro enfrentamiento entre aficiones, porque, sorprendentemente, sí hubo una buena representación mallorquina. Y se hizo notar.
Pero después de algún leve choque, y alguna que otra discusión, atléticos y mallorquines se pusieron de acuerdo en un cántico. Cuando en uno de los fondos se deslpegó una pancarta en contra de ETA –'Ni olvido ni perdón, el FA con las víctimas de ETA'- todo el estadio, sin importar el equipo al que animaran, aplaudió y, acto seguido, cantó al unísono un canto contra la banda terrorista que aquí no podemos reproducir, pero que todos conocerán. Tiene cuatro letras, empieza por P, termina por A, y después viene la palabra ETA.
Bueno, para ser sinceros, hubo otro canto en el que ambas aficiones coincidieron: cuando se cantó el "Manzano vete ya" que ya comienza a otear sobre la cabeza de un entrenador que tampoco dejó muy buen recuerdo en la isla. Pero esa es otra historia...