Lucha de titanes en la pista Rod Laver Arena del Melbourne Park, sede del Abierto de Australia, donde el serbio Novak Djokovic y Andy Murray han protagonizado el mejor partido de tenis en lo que llevamos de año. Lo ha ganado el número uno del mundo, después de cinco apasionantes sets, para alcanzar su tercera final de Grand Slam consecutiva.
El partido entre Djokovic y Murray, en la reedición de la final del año pasado, ha estado cargado de tintes épidos. Una auténtica oda al tenis, con puntos estratosféricos, una intensidad máxima, un desgaste físico y mental increíble, pero el escocés, cuarto en el ránking ATP, acabó pagando caro el cuarto set que regaló al balcánico.
Comenzó mandando en el partido Djokovic ante un Murray algo nervioso en los primeros juegos, que no encontraba la tecla para jugar bien los puntos importantes, y que cedió la primera manga. Parecía que el balcánico comenzaba a encarrilar el partido cuando arrancó con un 2-0 el segundo set, pero Murray no se descompuso. El partido se convirtió en una encarnizada lucha, con puntos larguísimos, y en esa dinámica se encontró más cómodo el escocés que volteó el marcador y pasó a mandar por 4-2.
Ninguno de los dos jugadores encontraba la ayuda de su primer servicio y las roturas se sucedían, pero era el británico el que mandaba en la pista. La segunda manga fue para él, aunque tuvo que sufrir y levantar dos puntos de rotura cuando sacaba para ganar. Djokovic se sentó con la mirada perdida. Tras casi dos horas de partido se le veía más fatigado que a su rival y eso que no sabía lo que le esperaba. Y es que el tercer set fue antológico. Ambos jugadores deleitaron a la Rod Laver con puntos increíbles en un set intensísimo que duro casi una hora y media.
Fue Murray el que siempre dio mejores sensaciones en la pista pero Djokovic se defendió como gato panza arriba. Siempre estuvo nadando contracorriente. Su primer saque no le funcionaba y el escocés tuvo puntos de rotura en la práctica totalidad de servicios del serbio en el segundo y tercer set. Pese a ello, el número uno mundial pudo hacer pagar caro a Murray que le perdonara tanto, cuando en el décimo juego dispuso de tres puntos de set sobre el servicio del escocés. El británico los salvó, le rompió a continuación el saque a Djokovic pero le tembló la muñeca cuando servía para ganar y el partido se fue al desempate.
La tensión era máxima, pero Murray estaba más entero y se llevó el tie-break que se antojaba decisivo para la suerte del partido. Sin embargo, la cuarta manga fue sorprendente. Djokovic renació de sus cenizas, se reencontró con su saque -sólo cedió tres puntos en todo el set- y el escocés desconectó del partido y regaló en 25 minutos lo que tanto le había costado de ganar en el tercer set. En la manga definitiva Djokovic estaba más en el partido que su rival. Un quiebre en el sexto juego le puso en una situación inmejorable cuando sirvió con 5-3 para ganar. Pero el partido aún estaba para más emociones.
Murray llevó de nuevo el partido al juego físico y ahí recuperó sensaciones, del 2-5 pasó al 5-5 y dispuso de tres puntos de rotura sobre el servicio de Djokovic. El serbio tiró de casta y calidad para sobreponerse y romper en el duodécimo juego el saque del escocés para apuntarse una antológica victoria.
Nole luchará este domingo (9:30 hora peninsular española) por defender su título en Australia. Lo hará ante Rafa Nadal, que el jueves lograba su billete tras superar al suizo Roger Federer en cuatro mangas.
Será el trigésimo duelo entre ambos. El manacorense tiene un balance favorable de 16-13 ante el tenista de Belgrado, pero el año pasado perdió las seis finales en las que se cruzaron, destacando los duelos en Wimbledon y el Abierto de Estados Unidos, por lo que tendrá la oportunidad de vengarse.