Se agradece una historia como esta, de uno que le deja la novia, se vuelve borracho, pero termina ganando una medalla olímpica de atletismo.
Cansan ya un poco las historias de atletas casados o casadas con sus entrenadores (unos pocos vale, pero es que les pasa a casi todos, sobre todo si son atletas españoles), y rodeados de algodoncitos.
Me alegra cuando veo que el entrenador de un atleta es un vejete ruso, de esos que han pasado por todo y han dedicado toda la vida a entrenar -algo como el entrenador de la película Rocky-
Esa es la grandeza de la vida. Después de una etapa dura te puede venir otra de grandes alegrías. Lo malo es que también ocurre a la inversa. Pero en eso consiste el encanto, en la incertidumbre.
Al Comité Olímpico Español: averigüen qué vodka bebe este tío, para dárselo a nuestros atletas.