Real Madrid y Fútbol Club Barcelona vuelven a enfrentarse este domingo a las 19 horas peninsulares (18:00 hora local en Gran Canaria) en la lucha por conseguir la Copa del Rey, reeditando la final de hace un año, y la misma que se ha dado en cinco de las seis últimas ediciones del torneo. Una situación que desagrada a los no aficionados a los grandes del baloncesto español, y que marca bien a las claras la tendencia del basket nacional en las últimas temporadas. Algunos esperaban que este año la sorpresa estuviera más cerca que en que ocasiones precedentes, quizá por el liderato del Unicaja en la Liga Endesa, o las excesivas derrotas hasta la fecha de Madrid y Barça, pero a la hora de la verdad, ambos han vuelto a demostrar seguir como poco un paso por delante del resto de equipos de nuestro baloncesto.
Los dos archienemigos han llegado a la final demostrando su superioridad en las segundas partes, con más sufrimiento el Barcelona, que iba por la parte más dura del cuadro (Valencia y Unicaja), y con algo más de holgura el Madrid, tras comenzar realmente a defender en el tercer cuarto ante CAI Zaragoza y Fiatc Joventut. Ambos han logrado que efectivos que por diversos motivos no habían rendido bien esta temporada, den un paso adelante en estas semanas. Es el caso de Doellman u Oleson en el Barça, o Rivers, Ayón y Nocioni en los de Laso.
Mención aparte merece un Navarro que, por su aportación hasta el momento, no parece que esté para mucho más que ser un microondas que aporte puntos rápidos en los pocos minutos que pueda disfrutar en cancha dada su cada vez mayor fragilidad física. Unicaja supo cómo castigar su defensa sobre Vasileiadis y Toolson, y pese a su enorme talento, el de Santfeliú vivió los últimos minutos frente a los malagueños desde el banco, entre otras cosas porque Oleson y Hezonja son ahora mismo los referentes indiscutibles de Pascual en el perímetro, escoltados por DeShaun Thomas, y sorprendentemente por encima de Abrines, y del propio Navarro.
En el bando blanco, los capos del equipo llegan en perfecto estado de revista. Sergio Rodríguez, Sergio Llull o Rudy Fernández han respondido como los líderes que deben ser del equipo. Gustavo Ayón, con despistes puntuales, probablemente más de los deseados, sigue avanzando con la temporada, y Felipe Reyes es el auténtico martillo pilón de los blancos. Además, el pasaporte guineano de Slaughter gana para la causa doméstica a un jugador determinante en el sistema defensivo de Laso. No será fácil que el Madrid mantenga su colosal nivel de acierto desde el perímetro de los primeros partidos, especialmente la semifinal ante el Joventut, con un increíble 16 de 25 (¡¡64%!!) desde la línea de tres, récord histórico en una fase final copera. De ser así, sería casi imposible que el triunfo se les escapase.
Los precedentes son tan variopintos que no sirven para casi nada. Por ceñirnos a la temporada en curso, el Madrid apalizó en dos ocasiones, y fue derrotado en otra. La final de la Supercopa, y el reciente duelo en el Top 16 de la Euroliga, cayeron de forma rotunda del bando blanco, con los azulgranas lejísimos de su mejor nivel. Casi tan distantes de él como estuvieron los madrileños en el duelo liguero en el Palau Blaugrana, cuando un Barça mermado de efectivos se impuso con holgura aunque sin gran brillantez. Hace un año, parecía llegar mucho mejor el Real Madrid, y Xavi Pascual logró enmarañar su juego como tantas otras veces, para que todo se decidiera con una canasta en el último segundo de Sergio Llull después de que los catalanes tuvieran la victoria en su mano.
En definitiva, es difícil hacer un pronóstico, pues estamos ante dos de las mejores plantillas de Europa, y cada enfrentamiento entre ellos es un nuevo movimiento en una partida de ajedrez con múltiples episodios ya. La última novedad de Laso, en el duelo de Euroliga, fue defender a Huertas, dolor de cabeza habitual para él, con un hombre más grande, desde Jaycee Carroll hasta el mismo Marcus Slaughter, pasando por Maciulis. Le salió bien. El siguiente en mover ficha será Xavi Pascual, en un episodio apasionante que decidirá el primer campeón de la Copa del Rey bajo el reinado de un Felipe VI que, por cierto, entregará el trofeo al ganador en el Gran Canaria Arena. Prepárense a disfrutar de uno de los mejores partidos que se pueden ver, con el aliciente maravilloso de jugarse un título, ese punto de sal que no siempre tienen los partidos de baloncesto. No va más. Y si encima los árbitros dejan jugar un poco, miel sobre hojuelas. Pero eso quizá ya sería pedir demasiado.