¿Cómo puede una persona insolvente vivir en un chalet de la Moraleja, vestir traje de Armani y conducir un Porsche Cayenne? Este moroso hace caso omiso de cualquier factura, crédito o impagado; sus deudas se amontonan, pero sigue adquiriéndolas. No tiene nada que perder, nada a su nombre. A todas luces, es un profesional.
Sólo hay una manera de hacerle aflojar la cartera, darle donde más duele. Un día que se encuentra cerrando un negocio en un restaurante, se acerca el maître y le dice al oído: "Caballero, hay un señor esperándole en el recibidor. Ésta es su tarjeta". Al deudor se le hace un nudo en la garganta, se disculpa de sus clientes y corre hacia la puerta con la chequera en la mano.
Quien esperaba era Günter; otro profesional, pero del cobro. Su aspecto es tan poco intimidatorio como germánico y, sin embargo, su especialidad es doblegar a morosos. Como éste ha tenido cientos de casos y, hasta ahora, ninguno se le ha resistido. "Somos moscas cojoneras", proclama sin ningún pudor. Pertenece a El Cobrador del Frac, la primera y mayor empresa del cobro en España.
Desde 1988 su negocio son las deudas y por el momento no les ha ido nada mal. El Cobrador del Frac tiene presencia en trece provincias españolas, dos ciudades portuguesas y, hasta hace poco, en París. Comenzaron con una pequeña oficina en el centro de Madrid y un reclamo publicitario en el intermedio de los cines con el lema Moroso, lo tienes negro. Por entonces, España todavía se recuperaba lentamente de la severa crisis industrial y, en paralelo, el negocio del cobro subía como la espuma. Para mayor gloria, vino la crisis del 92.
"En tiempos de crisis siempre hay más negocio y se cobra mejor", comenta Günter con una lógica explicación: muchos de los nuevos morosos no son "profesionales", sino simples deudores que no pueden hacer frente a las facturas. "Estos casos son los más fáciles", asegura nuestro cobrador, recordando a una señora de Palencia a la que amedrentó con tan sólo aparcar el coche frente a la puerta de su comercio.
Casos como éste se multiplican vertiginosamente durante los últimos meses, de modo que empresas como El Cobrador del Frac son las que más partido le están sacando a la crisis. Desde septiembre de 2008, han pasado de atender 300 llamadas mensuales a 900 y su plantilla prácticamente se ha duplicado, llegando a los 500 empleados. De hecho, la morosidad sigue aumentando. "Esta vez la crisis no nos ha cogido desprevenidos", advierte Juan Carlos Granda, director comercial de la compañía.
Se veía venir. Según la Asociación Nacional de Establecimientos Financieros de Crédito (Asnef-Equifax), cerca de 2,7 millones de personas residentes en España cerraron 2008 con deudas, después de que la morosidad se multiplicara por cuatro en el segundo semestre del mismo año. La morosidad de bancos y cajas roza ya el 5%, y no se prevé una descenso de esta tasa a corto o medio plazo, más bien al contrario.
Ante este panorama, los cazadores de deudas hacen su agosto. Aunque en este negocio aparentemente sin escrúpulos, existe un resquicio ético. El Cobrador del Frac no acepta, por ejemplo, cobros de hipotecas, alquileres de viviendas o deudas laborales. La ley también les impide actuar contra organismos públicos o partidos políticos. Fuera de ahí, todo vale, salvando los requisitos de la propia compañía: que la deuda supere los 2.500 euros, que haya vencido y que exista documentación que la acredite.
El modus operandi es simple. La compañía generalmente comienza enviando un burofax para advertir al deudor de que a partir de ese momento serán ellos los que gestionarán el cobro. La estrategia es envolvente, ya que antes de acercarse al moroso intentan que todo su entorno se entere: familiares, amigos, clientes, compañeros de trabajo, vecinos... Si eso no funciona, el enfoque se vuelve más agresivo. Los "uniformados" pasan a la acción. Con un coche rotulado siguen al cliente, le esperan en la puerta de su casa, de su trabajo, en el restaurante donde come, hasta el cine si es necesario.
El éxito de cobros es alto, cerca del 70%. "Hay casos que cobramos y otros que no, pero de esos nos acordamos", avisa Granda con el convencimiento de que a esa persona le va a ser muy difícil volver a estafar. Además de su servicio de cobro, la compañía ofrece un servicio de prevención a sus clientes, de modo que cada vez que un "profesional de la trampa" se acerca a su empresa se disparan todas las alarmas.
Del frac al traje de luces
A pesar de ser ya un clásico, la figura del frac y el maletín sigue impresionando. Un etiquetado paseando por el centro de Madrid imanta las miradas de los viandantes con tal fuerza que bien podría ocasionar alguna luxación cervical. Sin embargo, su indumentaria es la más discreta entre las vestimentas que han adoptado las nuevas empresas del cobro. Desde El Zorro Cobrador con su capa y su antifaz, el orondo Buda del Moroso, el vociferante Pregonero del Cobro y hasta un Torero del Moroso ataviado con capote y traje de luces.
Al arreciar de la crisis han crecido como setas toda una suerte de empresas que han visto en las deudas un goloso horizonte de negocio. Su especialidad es llamar la atención hasta sacar los colores al deudor, aunque muchas no han sabido superar su propia vergüenza. Todas las compañías anteriormente citadas no han querido figurar en este reportaje por temor al escarnio periodístico.
Además de El Cobrador del Frac, sólo una compañía del cobro se ha prestado a colaborar con unción y religiosidad. No en vano se llama El Monasterio del Cobro. Un grupo de frailes con sus monacales hábitos y anacrónicas motocicletas con sidecar que dan penitencia al moroso hasta conseguir su redención. Sólo una oración se les olvida del antiguo Padre Nuestro, aquella que reza perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.
La protección de datos
Es el mayor obstáculo con el que pueden encontrarse las empresas cazadeudas. Alguna ya ha sido sancionada por la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) por vulnerar el deber de secreto. Hacer público la condición de moroso está penado con multas que van de los 60.000 hasta los 300.000 euros.
Pese a ello, algunas entidades financieras están negociando con estas empresas la compra de sus archivos de morosos. Una operación, que según ha confirmado la AEPD, sería ilícita por ambas partes. La legislación en materia de protección de datos establece que, "una vez cumplida la prestación contractual, los datos de carácter personal deberán ser destruidos o devueltos a la entidad acreedora", es decir, al cliente. De igual manera, cualquier persona incluida en una lista de morosos debe ser advertida por la entidad que maneje esa información reservada y excluida en cuanto salde su deuda.