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El plan de Banegas: "Exaltar al empresario, unidad de mercado e independencia política"

De los tres que aspiran a suceder al polémico Díaz Ferrán, Banegas es quizá el mejor situado. Tras 20 años al frente de la patronal tecnológica, conoce bien los problemas de la empresa española y sabe cómo solucionarlos.

Jesús Banegas, murciano de Blanca, quiere ser presidente de la CEOE "porque hay posibilidad". Lleva dos décadas en AETIC, la asociación que reúne las empresas de tecnología, tiene demostrada experiencia en gestión, habla idiomas y, por qué no decirlo, alto y elegante como un lord inglés, cuenta con una planta que ninguno de los otros dos candidatos pueden igualar.

Se muestra optimista y, a pesar de que, como candidato, debe observar ciertas correcciones políticas, es franco y parece tener claro qué funciona y qué no funciona en el mercado laboral español.

Pregunta (P): ¿Por qué quiere ser presidente de la CEOE?

Respuesta (R): En primer lugar, porque hay posibilidad de ello, ya que hay una elección el próximo día 21. Llevo siendo miembro de los órganos de dirección hace muchos años. Soy vicepresidente, soy presidente de la comisión de relaciones internacionales. Por lo tanto se supone que lo lógico es que a la presidencia de la CEOE acudan quienes están más próximos a esa posibilidad. Y yo, obviamente, lo estoy.

Luego porque, si miro para atrás, mi trayectoria profesional es una especie de río que desemboca en esta posibilidad. Mis experiencias son apropiadas para esta responsabilidad, en cuanto a tener larga experiencia de dirección de equipos ejecutivos durante muchísimo tiempo, ser empresario muy proactivo durante toda mi vida profesional, tener experiencia institucional y también tener una perspectiva ecuménica, abierta, cosmopolita, de andar por el mundo, sobre todo, Europa. Cada vez pasan más cosas en Europa que conciernen a España. Ese tipo de facultades que son razonablemente necesarias para ser presidente de la CEOE creo que las reúno.

P: ¿Cuál ha sido el principal error de Díaz Ferrán?

R: Hay que dividir al Díaz Ferrán presidente de la CEOE y el Díaz Ferrán empresario. El Díaz Ferrán presidente de la CEOE creo que ha cumplido un buen papel, y en eso estamos básicamente todos de acuerdo, porque en su presidencia se facilitó la toma de decisiones colegiadas y democráticas, porque se dinamizó la organización. El problema es que eso coincidió con una situación de sus empresas muy complicada. Si hubiera que asignarle un error es que tendría que haberse dado cuenta antes de la situación que atravesaba y no haber esperado tanto tiempo para plantear la elección del presidente de la CEOE.

P: ¿Y su principal acierto?

R: Su principal acierto ha sido asumir como presidente de la CEOE decisiones colegiadas sobre temas que nos han enfrentado al Gobierno y que a él le ha puesto en una situación difícil. Por ejemplo, cuando en julio de 2009 tuvo que negarse a firmar un acuerdo que no tenía ningún sentido, afrontó con mucha valentía una decisión interna que al Gobierno de aquel tiempo no le gustó nada.

P: Su programa en tres puntos.

R: Lo primero es dignificar, exaltar la función empresarial y con ella la recuperación del prestigio social, político e institucional de la CEOE. Es decir, el primer punto es hacer valer, cuanto más y mejor, la función del empresario y de la empresa en la economía española, y la única salida de la crisis a través de la empresa.

Un segundo principio, relacionado con el anterior, es la defensa a ultranza de la unidad de mercado. Cuando digo a ultranza me refiero a que la CEOE debe estar enfrentada siempre a cualquier alteración de esa unidad venga de donde venga, fundamentalmente de las reglamentaciones de nuestras comunidades autónomas.

España no puede tener una economía competitiva si fragmentamos un mercado que, en sí, no es muy grande, por lo tanto la unidad de mercado es un asunto principal. Y no lo planteo en términos retóricos sino en términos muy claros y determinantes.

El tercer punto es que la CEOE tiene que ser y parecer una entidad estrictamente independiente de la política, es decir, la única dependencia que puede tener la CEOE es de los intereses de sus empresas.

P: En España la figura del empresario está muy devaluada, mientras en otros países como Alemania o Estados Unidos se tiene muy en cuenta la opinión de los empresarios. ¿Por qué tenemos esta anomalía en España?

R: Creo que por tres razones. La primera es porque, lamentablemente, en España, por razones históricas, la figura del empresario nunca ha estado tan bien vista como en otros hemisferios.

En segundo lugar, porque la educación no ayuda a eso. De hecho, los libros de enseñanza secundaria están plagados de referencias a la figura del empresario, al mercado o al capital en términos despectivos o peyorativos en la mayor parte de los casos. Y si cogemos ya la Educación para la Ciudadanía, se dedica literalmente a insultar la figura del empresario. Estamos educando a nuestros hijos en una visión muy crítica y negativa del empresario.

En tercer lugar, porque nosotros los empresarios y, en particular, la CEOE hemos mirado para otro lado y no hemos dado la cara. Una de las cosas que yo haría si soy presidente de la CEOE es ser intolerante con quienes quieren educarnos en algo que es simplemente falso, ahistórico y en contra de lo mejor que le puede pasar a España.

P: ¿Cuánto tiempo habremos de aguantar una fascistada como la de la negociación colectiva?

R: La negociación colectiva tiene sentido siempre que se encaje adecuadamente. La actividad económica es más compleja de lo que una visión simplista de las cosas puede ofrecer. Pongo un ejemplo. Es razonable que en el mundo de la construcción hay un marco de relaciones laborales común para toda España. ¿Por qué? Porque tanto las empresas como los trabajadores se desplazan de un lugar a otro, y es lógico que hay un marco global, y que ese marco global esté relacionado para generar seguridad jurídica a unos y a otros.

Es ilógico, sin embargo, que todas las empresas tengan que someterse a convenios colectivos de alcance general si las circunstancias le permiten otras posibilidades. Creo que avanzaríamos bastante en España si mezcláramos la existencia de convenios colectivos amplios en algunos sectores donde se pueden justificar, con la libertad de las empresas de colgarse o descolgarse de ese tipo de convenios.

P: En España se ha producido un fenómeno curioso. Al tiempo que el Estado central iba privatizando empresas públicas, las autonomías y los ayuntamientos han ido creando empresas públicas a gogó...

R: Habría que acabar con eso cuanto antes. La historia de la privatización de las empresas públicas en España ha sido una historia de éxito. De manera que si no fuera razonable -que lo es-, que no haya empresas públicas a estas alturas de la historia, lo es menos que después del éxito que hemos tenido en la privatización de las empresas ahora las autonomías las creen.

Todavía si las crearan sin generar déficit, pero es que este tipo de empresas generan déficit, y España tiene un gravísimo problema de endeudamiento, en particular, las comunidades autónomas. Una de las cosas que habría que acometer cuanto antes sería hacer al nivel de las comunidades autónomas lo que el Estado ha hecho formidablemente bien, es decir, prácticamente hacerlas desaparecer todas.

P: Nuestro país bate récords de desempleo incluso en tiempos de bonanza, ¿por qué tenemos este paro crónico, estructural, en España?

R: Porque tenemos un marco de relaciones laborales rígido y de otro tiempo. Tiene treinta años y desde entonces han pasado mil cosas, pero, sobre todo, dos importantísimas. La primera es que la economía se ha globalizado, ya no hay fronteras económicas. Las empresas españolas compiten en un mundo globalizado con todo el mundo.

Pero, además, toda esa globalización y toda esa competencia mundial, es decir, ya no nos protegemos con fronteras, la innovación tecnológica cada vez está más presente en la economía. La innovación genera cambio, y el cambio sólo puede superarse si uno es capaz de adaptarse.

P: El sistema piramidal de pensiones que heredamos del franquismo hace aguas. Es insostenible por la demografía actual y amenaza quiebra inminente, ¿cómo tendría que ser reformado?

R: El sistema actual fue concebido en un tiempo en el que se determinaba la jubilación a los 65 años y la gente se moría a los 67. Total, uno estaba cotizando 20, 30 años de su vida para disfrutar de dos años. La vida, felizmente, se ha alargado y ahora la gente se muere con 87, 82, 85... y ese solo hecho justificaría una reforma.

Por otra parte, creo que somos razonablemente ricos como para que el Estado garantice una mínima pensión a las personas que tienen menos recursos, pero, a partir de eso lo razonable es que quien más trabaja, quien más aporta, cobre más.

Por último, ¿por qué tiene que existir una obligatoriedad de jubilación?, ¿por qué no me puedo jubilar a los 80 años? Desde luego, si me jubilo a los 80 años, los que me queden de vida debo recibir una pensión muchísimo más alta que los que se jubilaron antes y aportaron menos.

P: ¿Reparto o capitalización de pensiones?

R: Lo razonable es una suma de las dos cosas. Lo de Chile, que parece funcionar muy bien, fue fácil implantarlo porque no había otra cosa. Suecia quizá es el mejor ejemplo a seguir.

P: El muro de Berlín no ha caído para los sindicatos españoles, que siguen a lo suyo con un discurso decimonónico y cuentan además con la predilección del Gobierno, ¿qué se puede hacer con gente así?

R: Aparte de discusiones técnicas sobre asuntos que están encima de la mesa, necesitamos una renovación en España de la CEOE y seguramente de los sindicatos, de los partidos políticos, de las competencias del Estado y de muchas otras cosas para adecuarnos a los nuevos tiempos.

Una de las cosas que tendríamos que hacer es plantear la CEOE y los sindicatos –yo lo plantearé si resulto elegido presidente– una visión nueva de cuál puede ser el nuevo marco de relaciones laborales.

Confío en que podamos avanzar en este camino, y sino fuera así el Gobierno tendría que gobernar, porque lo que está claro es que el modelo de relaciones laborales en España es un modelo agotado, es un modelo de otro tiempo, las cosas han cambiado y tenemos que adaptarnos. Los sindicatos pueden hacer dos cosas: o entender los nuevos tiempos y adaptarse a ellos o seguir anclados en el pasado, es un problema que deben resolver ellos.

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