“¿Es una buena o una mala señal para la economía?”, se preguntaba la revista Time. Se habla de la depreciación del dólar o de la compra de oro de China como causa. Para algunos portales, se trata de una clara señal de que el oro gana la batalla al dinero oficial de curso legal.
Peter Schiff aprovechaba para repetir sus previsiones sobre el futuro precio del oro, que podría alcanzar los 2.000, 3.000 e, incluso, los 4.000 dólares por onza. Otros restaban importancia a la artificial y carente de sentido "frontera" de los 1.000 dólares, poniendo la referencia importante en el anterior máximo (1.033,90 dólares).
Sea como fuere, lo que es indudable es que, a pesar de que el actual sistema monetario, desde la ruptura de los acuerdos de Bretton Woods en 1971, lleva más de 30 años sin tener ninguna ligazón con el oro, éste parece no haber perdido ninguna vigencia.
Y es que, como señalan los defensores de un sistema monetario basado en el oro -donde el dinero que circula en una economía depende de algo más que de la voluntad de unos pocos planificadores- el metal amarillo sigue siendo el mejor dinero posible. ¿Y esto por qué? Porque, argumentan, cumple mejor que ningún otro bien las cualidades que se requieren para desempeñar las funciones básicas del dinero, a saber: servir como depósito de valor (que conserve el valor a lo largo del tiempo y sea estable) y como medio de cambio para realizar transacciones.
Pero, ¿cómo puede ser esto si en la actualidad todo funciona mediante papel moneda? Porque el dinero no es lo que los políticos o las elites monetarias dicen que es dinero sino lo que la gente elige mediante sus decisiones económicas. Una explicación que bebe directamente del trabajo sobre el origen del dinero que escribiera a finales del XIX el fundador de la Escuela Austriaca de economía, Carl Menger.
Desde esta idea, de que el oro sigue siendo el activo monetario por excelencia junto a la plata, parte Antal E. Fekete en el análisis que presentamos a los lectores. Fekete, cuyas predicciones y perspectivas ya hemos avanzado desde LD, es profesor emérito de la Memorial University de Newfoundland, experto sobre temas monetarios y mercados de metales preciosos.
Para este economista de origen húngaro, los brotes verdes y las señales de recuperación no son más que cuentos chinos. Su particular perspectiva poco tiene que ver con la de la mayoría de académicos monetarios y analistas financieros, a quienes ha acusado en alguna ocasión de complicidad e ignorancia.
Para él, el centro y referencia de su análisis de los fenómenos monetarios, en general, y la crisis actual, en particular, reside en el oro. De hecho, califica la situación actual como una “crisis del oro”. Aquí es donde radica la originalidad del enfoque de Fekete, en utilizar al oro, dada su condición de “dinero auténtico”, como termómetro de la recesión o, de cumplirse sus pronósticos, profunda depresión.
¿Qué opina entonces Fekete de que el oro haya superado nuevamente los 1.000 dólares la onza?
Pues la verdad es que no mucho, ya que resta importancia a este hecho y piensa que el supuesto “nivel de resistencia” de 1.000 dólares por onza no es en nada diferente a otros niveles como los 300 ó 400 dólares de años anteriores. Y es que, para Fekete el precio del oro no es la mejor guía de referencia para conocer la situación y evolución, así como los fundamentales del oro, como ya explicó en el Gold & Silver Meeting de Madrid.
La razón principal es que los bancos centrales y gobiernos tienen fuertes incentivos a manipular a la baja el precio del oro, con el objetivo de disimular la mala gestión de las monedas fiduciarias de curso forzoso que realizan estas instituciones, tal y como se analizó detalladamente en LD. Recientemente, algunos como el economista Robert Murphy levantaron sospechas acerca del dispar comportamiento en una sesión entre el precio del oro y el precio de otras commodities como el petróleo, el gas natural o la plata.
Entonces, ¿qué es lo que sustituye o complementa al precio del oro como referencia de este mercado? De manera similar como sucede con las materias primas agrícolas, lo relevante para analizar los metales monetarios es lo que técnicamente se conoce como “base”, que es el diferencial entre el precio más próximo al que un bien cotiza en el mercado de futuros (forward), y su precio al contado (spot). Esta base puede ser positiva o negativa. Si ocurre lo primero, el mercado está en una situación conocida como “contango”. En cambio, si es negativa, estamos en “backwardation”.
BASE = Precio futuro (forward) – precio al contado (spot)
CONTANGO: Precio futuro > precio al contado --> BASE > 0
BACKWARDATION: Precio futuro < precio al contado --> BASE < 0
En un principio, se esperaría que en el caso del oro, como en el de la plata, el precio futuro fuera más elevado al que se paga al contado, debido a varios costes como el de almacenamiento, transporte, o el coste de oportunidad -lo que se sacrifica al adquirir y atesorar oro-. Por ello, el mercado del oro en condiciones normales es un “mercado en contango”, al contrario de lo que ocurre con las materias primas agrícolas, donde la base sigue un patrón cíclico siguiendo las épocas de siembra y cosecha.
En caso de que el oro estuviera en backwardation, es decir, que el precio futuro del oro tuviera un descuento respecto al precio al contado, eso significaría que existe una inequívoca escasez en la oferta de su suministro, un desabastecimiento del oro monetario o que los compradores no se fían de que en el futuro se pudiera entregar ese oro físico.
Por ejemplo, en esta situación (backwardation), para que me entreguen 1 onza de oro hoy debería pagar, pongamos, 1.000 dólares, mientras que para que me la entreguen dos meses más tarde debería pagar una cantidad menor, 900.
Dicho de otra manera, el oro ya no estaría disponible a la venta a ningún precio, ya sea nominado en dólares, yenes, euros o francos suizos. Esta es una situación que nunca se ha experimentado en la historia de forma sostenida, salvo que imaginemos que existe un mercado de futuros del oro en Zimbabwe, donde allí el oro no está disponible a ningún precio en dólares zimbabwenses.
Según Fekete, las implicaciones económicas de este hecho serían enormes: “El backwardation del oro sería una aberración repugnante de la economía mundial”, señala, ya que “la base del oro es una prístina e incorruptible medida de la confianza, o falta de ella en caso de que sea negativa, en el papel moneda”.
En esta situación, siguiendo el ejemplo anterior, podría vender 1 onza de oro hoy a 1.000 y recomprarla mañana por 900. En condiciones normales, esto significaría un incentivo a vender oro al contado (más caro) y recomprarlo a futuro (más barato), obteniéndose así un beneficio, con lo que el backwardation tendería a eliminarse.
Riesgos monetarios
Sin embargo, de permanecer el backwardation a lo largo del tiempo, eso reflejaría la existencia de importantes y serias anomalías en el mercado del oro. Los inversores ya no confiarían en el mercado de futuros; demandarían masivamente el oro físico en el presente, sin el aumento correspondiente de su oferta en el presente, -debido a la desconfianza en el papel moneda- y no se fiarían de poder recomprarlo en el futuro.
De este modo, existiría el riesgo de que el mercado de futuros del oro acabara quebrando, llevándose consigo el enorme volumen de comercio en papel sobre el oro que éste mueve. Y como indica Fekete, de existir un backwardation permanente, este proceso sería irreversible hasta que cambiara el sistema monetario.
Las repercusiones de esto podrían ser devastadoras para el sistema monetario internacional. Por un lado, los efectos sobre el mercado “real” del oro -la industria minera- serían difícilmente previsibles. Por otro lado, argumenta Fekete que el dólar, en última instancia, sigue siendo convertible hoy ya sea por oro físico o por promesas de pago en oro (contrato de futuros). Si se cierra el mercado del oro -no hay oro físico a la venta ni al contado ni a futuro-, el dólar dejaría de ser convertible y, por tanto, quedaría definitivamente impagado.
De esta manera, “desaparecería todo fundamento racional para poseer deuda del Tesoro norteamericano (o cualquier otra deuda, pues llegados a ese punto ya no importa) […]; se retiraría la alfombra que está debajo del castillo de naipes y el sistema monetario internacional colapsaría como las torres gemelas del World Trade Center”.
Llegados a este punto, ¿cuál es la relevancia de todos estos complejos conceptos en la crisis actual? Como usted se ha podido imaginar, el backwardation del oro -un precio futuro del oro inferior al precio al contado- no es una simple historia de ciencia ficción con la que aterrorizar a las masas.
Backwardation permanente
El metal amarillo pasó a estar en backwardation el 2 de diciembre de 2008 -su base se volvió negativa-, tal y como informó dos días después un alertado, aunque no desprevenido, Fekete. Este suceso es casi inédito en la historia del mercado de futuros del oro, cuyo surgimiento data de los años 70 -no por casualidad, coincide con la ruptura de Bretton Woods-.
A pesar de que la entrada en backwardation del oro apenas ha trascendido a los medios, sí que hubo quienes se hicieron eco, como el canal canadiense Business News Networkel 8 de diciembre, donde se hizo referencia al profesor Fekete.
Días más tarde esta situación se revirtió, pero como apunta, sería extremadamente difícil que se revirtiera esta tendencia de largo plazo, donde la base del oro -es decir, la diferencia entre el precio a futuro y el precio al contado- se ha ido reduciendo paulatina y progresivamente durante más de 35 años.
“Los cambios en la tendencia, cuando se dan, son menores y transitorios. Es difícil imaginar alguna combinación de circunstancias por las que se pudiera producir una inversión de esta tendencia en la base del oro”, comenta el experto monetario. Además, otro hecho que apunta en la misma dirección es que el oro registrado en los almacenes aprobados por el Comex (la división de la Bolsa Mercantil de Nueva York destinada al mercado de futuros del oro, la plata, el aluminio y el cobre) se ha ido extinguiendo.
¿Cuál es la causa del backwardation del oro?
La principal causa tiene que ver con la falta de confianza de los agentes económicos en el papel moneda y el sistema fiduciario actual o, en otras palabras, la pésima gestión de las autoridades y “doctores monetarios”, encasillados en doctrinas económicas -tanto keynesianas como monetaristas- falaces, en la opinión de Fekete.
Esta falta de confianza se manifiesta en el aumento de la demanda de oro físico, que se ha disparado con la crisis financiera, los milmillonarios planes de estímulo y la debilidad del dólar, pero que viene de varias décadas atrás.
Como observa Fekete: “El abrumador hecho fundamental sobre el oro durante el último medio siglo ha sido siempre y constantemente la absorción de cualquier nuevo suministro de la minería por la demanda particular con el objetivo de atesorarlo [es decir, demanda monetaria del oro]. Todo el oro producido este último medio siglo (con ritmos de extracción en máximos históricos) ha desaparecido sin dejar rastro y en general sin explicación”.
Este fenómeno del atesoramiento masivo del oro en manos privadas, y no como reservas monetarias de EEUU, dio comienzo a mitad de siglo XX, como desarrolla Fekete en su artículo de 2007, donde además, afirmó que “los días del dólar están contados”.
Además, los gobiernos que en otro tiempo vendían oro, ahora están tratando de aumentar sus reservas en oro, como los casos de China, Rusia o Brasil. Así, pronostica Fekete que “en un futuro próximo, va a ser insaciable la demanda conjunta de carácter privado y gubernamental”.
Para Fekete nos enfrentamos más pronto que tarde hacia un permanente backwardation del oro. Esta amenaza no es en absoluto independiente de la crisis actual de la deuda: “La deuda agregada tal como existe hoy en día es comparable a un tren desbocado corriendo por una pendiente cuesta abajo. El tren comenzó a aumentar su velocidad cuando se le quitaron los frenos del oro en 1971. Ahora ya está acelerando más allá de cualquier límite de velocidad seguro y la colisión parece inevitable”.
Nos acercamos al último contango del oro, es decir, la última situación en la que el precio futuro del oro es mayor a su precio al contado, lo que refleja como comentábamos antes, que los inversores perciben que el oro escasea o que no se lo podrán entregar en el futuro, por lo que quieren su oro físicamente hoy, aunque tengan que pagar por él un precio más alto.
Durante las crisis anteriores, como la de los años 70, el problema de la reducción progresiva de la base se fue aplazando, poniendo parches sobre él, y desaprovechando las diferentes ocasiones “para sentarse y trabajar por una solución de carácter permanente [que consistiría en volver al oro y a la plata como sustento del sistema monetario internacional]. Como esta actitud parece haber funcionado bastante bien en el pasado, los políticos no ven razón alguna para que de nuevo no vuelva a funcionar en el futuro”.
¿Tendrán entonces razón los políticos y volverán a aplazar el problema para el futuro? La respuesta en "no", según Fekete. Ésta “va a ser diferente a todas las crisis anteriores… Va a destruir prácticamente toda la riqueza en papel y dejará prácticamente todo el capital físico improductivo. Provocará hordas de desempleados vagando por las calles, sin importarles ni la ley ni el orden, dedicados al pillaje de los hogares y las instituciones. Destrozará nuestras libertades y finalmente también nuestra civilización a no ser que comencemos a tomar acciones que lo eviten”.
¿Hay alguna alternativa a este devastador escenario?
Habría dos posibilidades para evitar el backwardation en el oro, ambas poco probables a estas alturas. La primera no es mucho más prometedora, ya que consistiría en que se disparasen los tipos de interés para que fuera atractivo vender el oro físico, cambiándolo por dólares para depositarlos en los bancos.
Sin embargo, lo que esa política traería consigo sería la destrucción de buena parte de la capacidad productiva de la economía -incluida la actividad de los bancos-, que sería incapaz de soportar tipos de interés tan altos. Si esta política pudo ser llevada a cabo en los años 80 por el presidente de la Reserva Federal (FED) de aquel entonces, Paul Volcker, fue porque la burbuja de deuda no había alcanzado las gigantescas dimensiones de hace un par de años, ni el capital de la economía se había erosionado tanto.
La segunda sí sería una solución auténtica: podría suponer un alivio importante para los tenedores de deuda, ya que supondría la retirada ordenada de la deuda a cambio de oro, evitándose una situación de “sálvese quien pueda” y caos asegurado.
Pero para ello, como sugiere Fekete a Volcker, actualmente Presidente del Consejo Asesor para la Recuperación Económica del Presidente Obama, es absolutamente necesario que el oro monetario mundial sea movilizado nuevamente, lo que podría conseguirse abriendo la casa de la moneda de EEUU a la acuñación libre e ilimitada de oro.
Para nuestro analista, todo el sistema económico internacional está abocado al colapso, haciendo tambalear con él el orden social. La única alternativa está en el oro , permitiendo al dinero que históricamente ha escogido el mercado cumplir el papel que éste le ha encomendado, pero que los políticos y “doctores monetarios” se empeñan en arrebatar.