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La gestión económica de Zapatero o de cómo aprender de números en “dos tardes”

LD (Luis F. Quintero) Todavía habrá quien se sorprenda del fuerte deterioro que está experimentando la economía española en los últimos meses. El crecimiento ha durado mucho, dicen algunos analistas económicos, pero ahora llega el fin de ciclo con una crisis de crédito debajo del brazo. Una coyuntura que sorprende a España con un fuerte endeudamiento y su principal motor de crecimiento (el sector inmobiliario y de la construcción) con el carburador atascado.
 
"Lo aprendes en dos tardes"
 
En cualquier caso, el triunfalismo económico ha sido, y sigue siendo, uno de los principales argumentos de Zapatero "el pesimismo no crea trabajo" repite una y otra vez. Una actitud que no debería sorprender si echamos la vista atrás.
 
Sólo unos días antes de salir elegido como nuevo presidente del Gobierno (tras el peor atentado terrorista en la historia de Europa), el entonces secretario general del PSOE, explicaba su proyecto económico de cara a las elecciones. Concretamente el 24 de septiembre de 2003, flanqueado por Jordi Sevilla y Jesús Caldera, ofrecía una rueda de prensa para presentar las líneas básicas del programa económico con el que el PSOE concurría a los comicios.

Durante su intervención, Zapatero confundió "progresividad" con "regresividad". Un desliz que podría haber pasado desapercibido si no llega a ser por el descuido de un técnico de sonido que dejó abiertos los micrófonos tras el discurso. "Qué tal lo he hecho", preguntó Zapatero. Jordi Sevilla, tras apuntarle el error que había cometido, le dijo que no tenía de qué perocuparse ya que "lo que tú necesitas saber para esto... son dos tardes". A la luz de los datos que abruman estos días en el ámbito económico, no resulta extraño comprender cuánto provecho le sacó Zapatero a estas dos tardes con Jordi Sevilla.
 
A mediados del pasado 2007, un notable número de analistas ya preveía que el ciclo expansivo tocaría pronto a su fin. Por ello, urgían a las autoridades de los diferentes países europeos a iniciar cambios estructurales en los motores de crecimiento. En España, el elevado precio de la vivienda unido al fuerte endeudamiento de las familias y a la dependencia de la construcción y el mercado inmobiliario convertían a nuestra economía en un castillo con los pilares de cristal.
 
Primeras advertencias de la crisis
 
Numerosos organismos internacionales de contrastado prestigio como el FMI, la OCDE, y agencias de calificación de riesgo como Moody’s, Standard and Poors o Morgan Stanley, rebajaban las previsiones de crecimiento de nuestro país. Mientras, Zapatero y su equipo económico (Solbes por un lado, y Miguel Sebastián por otro) seguían instalados en el triunfalismo. En abril de 2007, en la sede de la Bolsa de Madrid, Zapatero no dudó en afirmar que 2006 había sido el “mejor año de la historia democrática española en materia económica”.
 
El Ibex y la Bolsa
 
Meses más tarde, Zapatero insistía en que los datos económicos cosechados en 2006 eran los mejores de la historia de la democracia. Como aval a sus declaraciones se refirió a la Bolsa (que en aquellos días tocaba los 16.000 puntos). Pocos días después, el parqué madrileño perdía todo lo ganado en un año en la peor sesión desde que Zapatero llegó al poder. Pero las pérdidas del mercado español no habían tocado techo. El pasado 21 de enero de 2004, el Ibex se desplomaba un 7,6 por ciento en la peor sesión de su historia.
 
Zapatero, mal profeta
 
En cualquier caso, la capacidad de predicción nunca ha sido el punto fuerte del presidente. En agosto estallaba en EEUU la crisis “subprime” atacando el centro de flotación de los mercados de crédito de todo el mundo. Pese a las dificultades y las alertas que no dejaban de saltar, Zapatero no borraba su sonrisa y aseguraba que esta crisis no llegaría a España porque nosotros no teníamos hipotecas de alto riesgo.
 
Entretanto, los tipos de seguían cosechando máximos históricos. Pero Zapatero seguía siendo optimista y llegó a decir en septiembre de 2007 que los tipos no iban a seguir subiendo, horas más tarde, la ministra Chacón repetía que los tipos habían tocado techo. Tres días después, el 8 de septiembre, el Euribor (indicador de referencia para fijar el precio de las hipotecas) dejaba en evidencia a presidente y ministra al subir hasta el 4,8 por ciento.
 
Pero nada borraba la sonrisa del Gobierno. Pese al elevado endeudamiento de los ciudadanos y el crecimiento de la morosidad, Chacón llegó a decir que los españoles que tenían que “apretarse el cinturón para llegar a fin de mes” eran muy pocos. Días después, Solbes señalaba que los jóvenes en España se independizaban a los 21 años.
 
 Adelantar las elecciones
 
Con la crisis de crédito amenazando nuestra elevada deuda exterior y el fuerte deterioro de los indicadores macroeconómicos con el paro y la inflación al frente, no es de extrañar que fueran muchos los asesores que recomendaran a Zapatero adelantar las elecciones.
 
Ya en mayo de 2007, la cadena COPE adelantaba que Solbes había pedido a Zapatero que adelantara las elecciones generales. Pese a que por aquel entonces Economía ya percibía cierto deterioro en las variables macroeconómicas (tal y como desvelaba la pasada semana Expansión), Solbes ponía como excusa las dificultades que tendría para sacar adelante los presupuestos con las exigencias de los nacionalistas.
 
Otras personas de la confianza de Zapatero como Jordi Sevilla o el diario El País también pidieron al presidente que adelantara los comicios para evitar que la crisis que se avecinaba perjudicara al PSOE de cara a las elecciones.
 
La capacidad de gestión de Solbes
 
Ahora que la crisis tambalea las cuentas nacionales, Zapatero deposita toda la responsabilidad en Solbes y le presenta como su gran campeón frente a las dificultades económicas colocándole como número dos del PSOE por Madrid al Congreso.
 
En una entrevista concedida al diario El Mundo, el vicepresidente económico equiparó su capacidad frente a la de Pizarro a la hora de encarar dificultades. En este sentido se mostró convencido de que "yo sé más que Pizarro de gestionar crisis". Como ejemplo de su capacidad puso la crisis de 1993 a 1995, cuando él fue ministro de Economía con Felipe González.
 
Una crisis que en manos de Solbes provocó que a finales de 1994 España registrara casi 4 millones de parados (3,7) lo que suponía el 24 por ciento de la población activa. Además, en un millón de hogares dentro de nuestro territorio nacional no trabajaba ninguno de sus miembros. En cuatro años (desde 1990 hasta 1994) se había destruido un millón de empleos.
 
La experiencia del ministro de Economía en gestionar crisis no evitó que en 1994 los sindicatos convocaran la cuarta huelga general desde que los socialistas accedieron al poder en 1982. Los trabajadores protestaron contra una reforma laboral que introdujo los contratos temporales. La temporalidad del empleo fue muy criticada durante las dos legislaturas posteriores del PP por los propios socialistas.
 
Las estrategias de Solbes para capear la crisis tampoco impidieron que gran parte de las empresas públicas quedaran sumidas en situación de quiebra técnica. Además, el déficit público en 1994 ascendía al 7 por ciento y la inflación se alzó hasta el 4,3 por ciento (igual que hoy). Los objetivos de Maastricht (condiciones para entrar en la moneda única) seguían quedando muy lejos pese a la experiencia en crisis de Solbes que no logró la estabilidad monetaria, ni reducir los tipos de interés, la deuda y el déficit público.
 
En 1995 las cosas no mejoraron. Con la intención de hacer frente al fuerte deterioro de la economía, Solbes decidió advertir que el sistema de pensiones español estaba en peligro. Así las cosas, el Gobierno no quería oír hablar de rebajas fiscales. Los impuestos seguían por las nubes. El tipo máximo del IRPF se situaba en el 56 por ciento, frente al 45 de ahora.
 
Si en 1994 la inflación era del 4,3, un año después subió hasta el 4,7. Pese a los conocimientos de Solbes en gestión de crisis, el paro seguía creciendo y en 1995 se contaban ya tres millones y medio de parados hasta el 22,9 por ciento de la población. Los tipos de interés subían hasta el 10,2 por ciento y el déficit público representaba el 6,6 por ciento del PIB. La deuda del estado era del 65,7 por ciento del PIB. Los criterios de Maastricht seguían quedando muy lejos.

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