La debacle electoral que sufrieron los demócratas el pasado martes está empezando a pasar factura a Barack Obama, especialmente en el campo económico. Los republicanos basaron su campaña electoral en pintar a su presidente como un socialista, que quería subir los impuestos a los estadounidenses y engordar la deuda pública.
Eso sí, el propio Obama se lo había puesto fácil en sus dos años en el cargo: el déficit del Gobierno federal está en máximos históricos, no ha querido renovar todas las exenciones de impuestos aprobadas en su momento por George W. Bush y ha aprobado varias leyes polémicas, entre ellas la de Sanidad, que muchos temen que supongan una nueva carga sobre las arcas públicas.
Por eso, muchos consideran que los demócratas perdieron porque se olvidaron de una de las reglas básicas en la política norteamericana: a sus ciudadanos no les gustan los impuestos y siguen pensando que ellos saben mejor que el Gobierno qué hacer con su dinero. Ahora, los republicanos han llegado a Washington eufóricos, sienten que tienen el impulso de las urnas con ellos y que es el momento de aplicar su agenda.
Por eso, van a obligar a Obama a retratarse ante el público norteamericano. Este mismo lunes, The Wall Street Journal publicaba un artículo en el que calificaba de "crucial" la lucha entre ambos partidos por establecer una política fiscal que perdure "los dos próximos años y más allá". Así, los republicanos ya han anunciado que "presionarán" para extender, "al menos tres años", la exención de impuestos aprobada por Bush y que Obama quería quitar para las rentas superiores a los 200.000 dólares.
Además, las exigencias de los recién llegados a Washington no se quedarán en las bajadas de impuestos, sino que también atacarán por el lado de los gastos. Así, Eric Cantor, que se postula como próximo líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, ya ha advertido de que tienen "tres o cuatro meses para demostrar que éste es un Congreso de recortes del gasto".
En este sentido, Obama tendrá que buscar el acuerdo con los republicanos, puesto que la deuda pública está cerca de su techo legal: es decir, que no podrá seguir emitiendo bonos si no logra un acuerdo en la Cámara. Y sus oponentes ya han anunciado que sólo aprobarán subir ese límite si consiguen también un acuerdo para "recortar los gastos".
Es más, una de las estrellas de la última noche electoral, Rand Paul, nuevo senador por Kentucky y uno de los favoritos del Tea Party, ya ha anunciado que pedirá un recorte lineal del "5%" en todos los departamentos del Gobierno Federal, incluido el Pentágono.
Las encuestas: menos impuestos y menos gasto
Pero el verdadero problema de Obama de cara a las elecciones presidenciales de 2012 no es que los republicanos controlen la Cámara de Representantes y hayan avanzado en el Senado. Su mayor preocupación debería ser que los americanos se manifiestan de forma mayoritaria en contra de su política económica. Todas las encuestas publicadas en las últimas semanas muestran que sus ciudadanos están muy preocupados por la marcha del país y tienen una receta muy clara para salir de la crisis: menos impuestos y menos gasto público.
Así, el Pew Center mostraba unos días antes de las últimas elecciones como, a pesar de la avalancha de noticias sobre los comicios, el 41% de los norteamericanos estaba más interesado en las novedades sobre la situación económica que en la cita con las urnas (algo que sólo interesaba al 30% de la población). Un resultado que coincidía con el expresado un día después del martes electoral. Así, el 36% de los estadounidenses dicen estar "preocupados" y un 50% "muy preocupados" con la situación económica, lo que se traduce en un 62% que piensa que el país marcha "en la dirección incorrecta".
Por otro lado, el instituto Rasmussen ha preguntado acerca de alguna de las medidas económicas de Obama, y el resultado no es demasiado esperanzador para el demócrata. Así, el 58% de los consultados cree que "subir impuestos dañará la economía", mientras que un porcentaje igual cree que tampoco sería bueno "incrementar el gasto público".
Es un resultado que coincide con el 56% de los americanos que dicen estar de acuerdo con la siguiente frase: "Siempre es mejor recortar impuestos que incrementar el gasto público porque los contribuyentes, y no los burócratas, saben mejor cómo gastar el dinero".