El impuesto mínimo fue creado en 2006 para acabar con la guerra y precios que vivió el sector, en la que se produjo un abaratamiento del tabaco y, sobre todo, un aumento de la cuota de mercado para las marcas de bajo precio -hasta el 30%-. La justificación que dio el Gobierno para idear este mínimo era luchar contra el tabaquismo. El mínimo se fija sobre la categoría de precio más vendida -en el caso de España es Fortuna-.
Esta carga se aplica cuando la suma del resto de impuestos tradicionales sobre las Labores del Tabaco no llega al mínimo establecido. El problema es que desde su implantación el impuesto no ha dejado de subir: en cuatro años ha pasado de 55 euros por cada mil cigarrillos a 91,3 euros.
Las marcas a las que más perjudica esta tasa son las conocidas como "low cost", debido a que al tener que soportar el impuesto se ven obligadas a subir el precio de sus cajetillas. Esto les impide continuar con la estrategia que llevan a cabo en el mercado, basada en su bajo precio, e implica que pierdan cada vez más cuota.
Por el contrario las denominadas "marcas premium" -entre las que están Philip Morris o British American Tobacco-, debido a su envergadura empresarial, pueden permitirse absorber este impuesto para no repercutirlo al consumidor y así reducir la horquilla de precios entre ambas marcas (conocidas y menos conocidas).
Si el diferencial de precios entre una u otra se reduce, el consumidor tenderá a comprar la marca más conocida, mientras que las marcas baratas no tendrán opción a competir y se verán obligadas a salir del mercado.
Ahora, las grandes vuelven a solicitar un aumento del impuesto mínimo para frenar el auge de las low cost. Según el Comisionado para el Mercado de Tabacos, las marcas ultrabaratas, cuyo precio se sitúa por debajo de los 3,10 euros, han elevado sus ventas un 60% desde el pasado mes de junio. Esta supuesta guerra de precios está sirviendo como excusa para aplicar una nueva subida fiscal.
Sin embargo, esto es incierto, según fuentes del sector consultadas por Libertad Digital. Las marcas baratas no han aumentado su cuota de mercado, y son las tabacaleras más conocidas las que se dedican a filtrar este tipo de datos para conseguir un único objetivo: que el Gobierno suba el impuesto mínimo otra vez –se prevé que podrá llegar hasta la cantidad de 107 euros- para asfixiar aún más a sus competidores.
Desde la subida del IVA el mercado del tabaco alberga cada vez más tensión debido a que las marcas más demandadas se encarecieron unos 25 céntimos, mientras que las más baratas -en las que, por su estructura, el aumento del IVA no tiene el mismo impacto- mantuvieron estables sus precios.
Además, esta situación se produce en un contexto en el que los volúmenes de cigarrillos llevan 18 meses cayendo a un ritmo del 10% en el mercado español, mientras que la recaudación ha aumentado un 9%. Un dato positivo para el Gobierno, cuyas intenciones no son otras que el engordar las arcas estatales.