Barack Obama promulgó este miércoles la mayor reforma financiera desde la Gran Depresión que, a su juicio, pondrá fin a los rescates de Wall Street financiados por los contribuyentes. Esta ley, aseguró, dará "las protecciones más fuertes para los consumidores en la historia" del país. Estas palabras son parecidas a las pronunciadas por todos los políticos de la historia tras una crisis y se han demostrado, una vez tras otra, equivocadas. El demócrata, además, no ha dicho nada la responsabilidad de la Fed o de los anteriores gobiernos norteamericanos en la gestación de la crisis, aunque muchos analistas señalan que ha sido precisamente el exceso legislativo una de las principales causas del descalabro económico de los últimos años. Los políticos, de nuevo, se intentan ir de rositas.
Obama firmó la ley en una ceremonia ante cerca de 400 líderes de los sectores público y privado y activistas cívicos, que tuvieron destacados papeles en la elaboración y aprobación de la ley.
El mandatario señaló que la "causa principal" de la recesión económica fue "el descalabro de nuestro sistema financiero", y que la crisis de 2008 fue fruto de la irresponsabilidad de algunos sectores en Wall Street y en los corredores del poder en Washington. Durante años, continuó, el sector financiero de Estados Unidos estuvo gobernado por "reglas anticuadas y débilmente aplicadas que permitieron a algunos a sacar ventaja del sistema y tomar riesgos que pusieron en peligro a toda la economía". De nuevo, un gobernante cree que él ha encontrado la piedra filosofal que resolverá todos los problemas. Aunque Obama no ha explicado por qué el triunfará donde todos fracasaron.
Rodeado de líderes del Congreso, el mandatario estadounidense aseguró que la reforma pondrá fin a los rescates de Wall Street financiados por los contribuyentes y promoverá la transparencia y simplicidad en los préstamos y tarjetas de crédito para los consumidores. "Gracias a esta ley, al pueblo estadounidense jamás se le pedirá de nuevo que pague por los errores de Wall Street", afirmó Obama, que arrancó numerosos aplausos de la audiencia. Esta frase grandilocuente se contradice también con la experiencia que nos muestra que cuando una gran empresa tiene problemas, siempre es ayudada por el Estado, rompiendo las reglas del libre mercado. A pesar de las palabras del demócrata sobre la protección al "pueblo estadounidense", los poderosos siempre tuvieron acceso más sencillo a los despachos donde se regula y se presupuesta.
La reforma financiera, aprobada en el Congreso con el apoyo de sólo un puñado de republicanos, permite que el Gobierno desmantele a empresas que puedan poner en peligro a la economía (algo que podría convertirse en un arma de chantaje muy poderosa para cualquier político); crea una entidad de protección financiera para los consumidores (otra burocracia que encarecerá los servicios) y aumenta la supervisión del complejo entramado financiero del país (de nuevo, los políticos tienen la arrogancia de ser más listos que el mercado).
Entre los asistentes a la ceremonia figuraron dos estadounidenses afectados por los excesos de la industria bancaria y que fueron seleccionados por la Casa Blanca como ejemplo de los beneficios que traerá la reforma financiera, un gesto con tintes algo demagógicos.