La nueva regulación financiera que pretende poner en marcha el presidente de EEUU, Barack Obama, está tambaleando las bolsas a uno y otro lado del Atlántico. No es para menos. El Gobierno de EEUU quiere limitar el tamaño, actividad y concentración de los grandes bancos, así como restringir su capacidad para especular en beneficio propio (trading por cuenta propia), ya sea mediante inversiones en bolsa, divisas y demás productos financieros (fondos), haciendo uso del dinero de los depositantes.
En esencia, la reforma consistiría en restaurar la ley Glass-Steagall que eliminó el ex presidente Bill Clinton. El Gobierno impediría así a los grandes bancos de EEUU realizar actividades comerciales en beneficio propio. Este tipo de restricciones implican un duro golpe a las entidades financieras, ya que carecerían de la posibilidad de obtener beneficios especulando por cuenta propia.
Sirva como ejemplo los resultados presentados este viernes por el banco estadounidense Goldman Sachs. La entidad obtuvo un beneficio neto de 12.192 millones de dólares (6.825 millones de euros) en 2009, lo que representa seis veces más que en el ejercicio precedente. Casi la mitad de estos beneficios (unos 6.000 millones) provienen, precisamente, de su trading por cuenta propia.
Se trata de una de las bombas de profundidad más importantes de los últimos tiempos contra Wall Street y, por tanto, contra las bolsas más importantes. Desde el análisis que elabora Serenity Markets se indica lo siguiente: “El volumen es tan enorme que quitar el trading por cuenta propia podría hacer bajar el volumen del NYSE entre el 30% y el 50% nada menos… Sería una revolución enorme [...] Un día que pasará a la historia”.
“No olvidemos que ese trading por cuenta propia ha sido el máximo responsable del 70% que ha subido la bolsa”. Entre los efectos que podría conllevar esta reforma destacan los siguientes, según los analistas bursátiles:
1. Podría secar la liquidez del mercado de acciones y otros mercados como materias primas, bonos, etc.
2. Causaría la aparición de un nuevo mercado totalmente diferente al conocido hasta ahora.
3. Repercusión grave en los beneficios de los bancos.
4. Bajada violenta en el volumen de todos los mercados.
5. Cierre de numerosos hedge funds y nuevos despidos masivos en el sector bancario.
En una rueda de prensa, Obama anunció este jueves que trabaja con el Congreso para asegurar que ningún banco o institución financiera que incluya una entidad pueda poseer, invertir o apadrinar hedge funds o fondos de capital privado para beneficio propio.
Asimismo, el presidente estadounidense propuso establecer límites al excesivo crecimiento de la cuota de mercado de los pasivos de las entidades financieras más grandes, que se sumarían a los límites ya existentes en la cuota de mercado de depósitos.
Estas medidas tienen como objetivo fortalecer el amplio programa de reforma del sistema financiero que se está debatiendo ya en el Congreso y ayudarán a poner fin a las prácticas de riesgo que contribuyeron "de forma significativa a la crisis".
En este sentido, recalcó que "nunca más un contribuyente americano será rehén de un banco que es demasiado grande para caer". Durante su discurso, Obama destacó que, "aunque el sistema financiero es hoy mucho más fuerte que hace un año, todavía está operando bajo exactamente las mismas normas que llevaron al colapso".
La banca se resiente
Los avisos y amenazas de la Administración Obama de imponer más regulaciones y controles sobre el sistema bancario norteamericano parecen, pues, haberse concretado. O, al menos, ha dado un mayor contenido a su retórica. La medida ya fue anunciada ayer con antelación por The Wall Street Journal.
Las declaraciones de este jueves han sentado muy mal a Wall Street. Los grandes bancos de EEUU, como J.P.Morgan, Bank of America, Goldman Sachs, Citigroup o Morgan Stanley llegaron a bajar más de un 5%.
El temor ha regresado a Wall Street, provocando ventas masivas de acciones de las grandes entidades financieras. Además, esta reforma se suma al nuevo impuesto que Obama planea imponer sobre los grandes bancos con el fin de recuperar el dinero del contribuyente lanzado en los rescates bancarios. Pero con este impuesto se pretende también recuperar los costes incurridos en el rescate de la industria automovilística norteamericana (General Motors). Al parecer, esta medida es sólo el principio de la guerra de Obama contra Wall Street.
El nuevo asalto de Obama a las principales firmas del sistema bancario estadounidense tiene el objetivo de limitar y reducir la concentración del sistema para, así, intentar evitar el problema de contar con bancos “demasiado grandes para caer” (too big to fail).
Lo curioso, sin embargo, es que la intervención del Gobierno de EEUU en el sistema financiero ha obtenido, de momento, justo el efecto contrario: tras el estallido de la crisis, y a pesar de la retórica, la gran banca norteamericana es ahora más grande, y está más concentrada que antes.
Aunque una mayor liberalización y menor presencia -implícita o explícita- del sector público en el sistema financiero, empezando por el cártel legal por antonomasia (el Sistema de la Reserva Federal norteamericana) y siguiendo por el Seguro de Depósitos Bancarios (FDIC), muy probablemente generaría una mayor competencia y menor concentración en el sector, Obama prefiere introducir mayores dosis de intervención pública para tratar de mitigar problemas que han sido causados precisamente por ésta.
Más intervención
Las medidas, apoyadas y defendidas desde hace tiempo por el jefe de los consejeros económicos de su Administración, Paul Volcker -antiguo presidente de la FED-, podrían marcar la vuelta a algunos de los frenos a las finanzas que se introdujeron en la etapa de la Gran Depresión. Una de estas regulaciones fue la llamada Ley Glass-Steagall, de 1933, que además de otras cuestiones, trató de separar la banca de inversión de la comercial.
Esta ley fue modificada y abolida en parte en 1999 por la Ley Gramm–Leach–Bliley, a través de la cual pudieron combinarse operaciones de banca de inversión y comerciales en una misma entidad permitiendo, por ejemplo, la creación de Citigroup mediante la fusión entre Citicorp (banca comercial) y Travelers Group (compañía de seguros).
Tras la crisis, y debido al ataque contra la (discutible) desregulación financiera y los mercados libres como principales culpables de los problemas actuales, ha renacido la idea de separar totalmente la banca comercial de la de inversión, bajo una nueva versión de la Ley Glass-Steagall.
Sin embargo, no está claro cuál sería el papel que habría jugado la Ley Glass-Steagall para evitar la crisis. Como apuntan algunos analistas, los problemas no vinieron de la combinación de actividades de banca de inversión y comercial en las mismas entidades.
Así, por ejemplo, los préstamos comerciales sobre propiedades inmobiliarias que han originado tantos problemas fueron producidos por bancos exclusivamente comerciales, y firmas de inversión como Goldman Sachs, Bear Stearns o Lehman Brothers, no habrían visto su comportamiento afectado por este tipo de restricciones.
La nueva reforma financiera, de aprobarse, podría servir como la piedra de toque y la reversión de la tendencia alcista que viven los mercados bursátiles desde el pasado marzo. Una reversión de tendencia que algunos analistas ya estaban esperando desde hacía meses.