The Economist se une al Financial Times en pedir el voto para los conservadores. El periódico tacha de grave la situación en la que se encuentra el país: un déficit presupuestario del 11,6% del PIB, casi la misma proporción que el de Grecia, y un gasto público que representa un 50% del PIB y llega al 70% en Irlanda del Norte. En este contexto el semanario inglés considera imperativo para el progreso reformar el sector público y contener la intervención del Estado.
Gordon Brown
The Economist cree que el líder laborista está infravalorado. Se ha mantenido firme en Afganistán y se ha negado a entrar en el euro (una de las aspiraciones de Blair). La crisis iba a sacudir el país de todas formas, debido al peso del sector bancario y la vivienda, y cuando estalló Brown salvó a los bancos e insufló dinero en la economía, “contribuyendo a evitar una depresión global”.
Pero el Primer Ministro ha cavado buena parte del agujero en el que está metido. Como ministro de Hacienda aumentó el gasto de los servicios públicos, ensanchando el déficit. Se alineó con los productores (especialmente con los sindicatos del sector público) en vez de hacerlo con los consumidores.
Frustró reformas en la sanidad y en la educación, y su manifiesto electoral rezuma estatismo del viejo. Su campaña ha consistido básicamente en asustar a la gente sobre los planes tories. Después de 13 años de gobierno, a los laboristas se les nota cansados, corroídos por la lucha interna y los escándalos. Un cambio de gobierno permitiría su sana regeneración.
Nick Clegg
The Economist resalta que ha estado buscando un partido liberal serio en Gran Bretaña durante un siglo. Comparte con los liberal demócratas su entusiasta defensa de los derechos civiles y de los inmigrantes, así como su propuesta de reformar el sistema electoral para hacerlo más proporcional.
Pero por carismático que sea Clegg, sus políticas económicas dejan mucho que desear. Quiere incorporar el Reino Unido al euro, abolir el pago de matrícula en la universidad, aplicar un impuesto del 50% sobre las ganancias de capital, introducir un “impuesto de mansiones” y reducir las deducciones por aportaciones a pensiones privadas.
En contraste con los liberales alemanes, que favorecen el liberalismo en derechos civiles y en economía, los Lib Dem están a la izquierda de los laboristas en cuestiones de empresa. The Economist lamenta que el partido de Clegg no sea el centro radical que ellos querrían.
David Cameron
The Economist reprocha a los tories su euroscepticismo y sus exageradas advertencias sobre la descomposición de la sociedad inglesa. El semanario cree que los conservadores se equivocaron oponiéndose al estímulo y que Cameron no manejó bien el escándalo de los gastos parlamentarios, resistiéndose a deshacerse de Lord Ashcroft como donante.
Con todo, David Cameron ha sabido modernizar el Partido Conservador limpiándolo de antiliberalismo social, suavizando las críticas a Europa e incorporando el cuidado del medio ambiente a la agenda tory. Los conservadores, como el resto de los partidos, no han sido elocuentes sobre los recortes de gasto. Pero tienen propuestas más ambiciosas que sus rivales.
Quieren permitir la entrada de más proveedores en la sanidad pública y conceder a padres y profesores la oportunidad de crear escuelas. Quieren descentralizar la toma decisiones, otorgando a las comunidades más poder para decidir sobre las cosas que las afectan. En varios ámbitos no van lo bastante lejos: es un error excluir a la sanidad pública de los recortes de gasto, y es insensato rechazar la creación de escuelas con ánimo de lucro. Pero a pesar de lo imperfecto de esta elección, concluye The Economist, los conservadores merecen el voto.
City A.M. también apoya a Cameron
City A.M., el popular diario gratuito de negocios de la City de Londres, también se decanta por los conservadores. Allister Heath, editor jefe del periódico, escribe en su columna diaria una declaración de principios:
¿Quién merece las riendas del poder? City A.M. está orgulloso de ser un diario independiente, pero eso no significa que no tengamos valores o una visión del mundo. Nosotros apoyamos la City, la comunidad financiera y de negocios de Londres, el capitalismo, el crecimiento económico, el trabajo duro, los impuestos bajos y una economía de libre mercado real sin corporativismo, rescates y prebendas.
Debe permitirse a las buenas empresas amasar ingentes beneficios (y guardarlos); y a las malas, dejar que quiebren. Tanto el éxito como el fracaso deben ser privatizados. Nostros apoyamos la meritocracia, que cualquier persona, sea cual sea su origen, creencias o sexo, pueda progresar en la vida. Igualmente queremos una sociedad compasiva, donde los más adinerados echen una mano a los que no pueden cuidar de sí mismos.
La superación personal, la empresarialidad, la creación de trabajo y el progreso solo pueden darse en un clima de libertad individual, tolerancia hacia las diferencias de los demás, libertad económica y gobierno limitado. Defendemos el internacionalismo, el libre comercio, la apertura cultural y el compromiso global, pero rechazamos las burocracias globales y despreciamos los movimientos totalitarios.
Nos gusta la competición y los mercados abiertos, y nos disgustan los monopolios, los cárteles y los privilegios otorgados por el Estado. Favorecemos el conocimiento, la erudición, la ciencia sólida y las políticas basadas en la realidad, y repudiamos la irracionalidad, la historia y el oscurantismo. En definitiva, somos liberales clásicos en la tradición de Adam Smith, David Hume, Ludwig von Mises y F. A. Hayek.
Sentados estos principios, Heath acusa a los laboristas de re-socializar el Reino Unido, aumentando el gasto público del 37% del PIB en 1999 a un nefasto 52% en la actualidad, de acuerdo con estadísticas de la OCDE. La propuesta de reforma bancaria de los laboristas es menos simplista que la de sus contrincantes, pero no es suficiente.
Los Lib Dems, prosigue Heath, serían devastadores para la City y convirtirían el Reino Unido en una economía mucho menos atractiva para los empresarios, especialmente con sus planes para subir el impuesto sobre ganancias del capital.
Los conservadores tienen mejores ideas y mejores instintos. Es el partido que más probabilidades tiene de recortar el déficit fiscal, de reducir el tamaño del Estado progresivamente y liberalizar el sector privado, de renegociar el acuerdo con Bruselas y establecer una relación más favorable para el país. Al mismo tiempo, es menos probable que imponga impuestos punitivos sobre las clases productoras.
Sus reformas del Estado del Bienestar pueden empezar a reconstruir las comunidades, las familias y la sociedad civil. Sus planes en educación, permitiendo la creación de nuevas escuelas gestionadas privadamente pero financiadas por el Estado, pueden mejorar las perspectivas de millones de niños. El Reino Unido necesita un gobierno fresco para salir del desaguisado, y City A.M. anima a sus lectores londinenses a votar por los conservadores.