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¿Y ahora qué?: El chavismo sin Chávez

Con la designación de Maduro, Chávez trató de dejar atado y bien atado un legado que tiene muchas amenazas internas.

Con la designación de Maduro, Chávez trató de dejar atado y bien atado un legado que tiene muchas amenazas internas.

Se acabó el ensayo general: comienza el primer acto del chavismo sin Chávez. Tras su muerte, Venezuela celebrará nuevas elecciones dentro de un mes. Desde que hiciera pública su enfermedad, el ya fallecido presidente se encomendó a la tarea firme de dejar todo atado y bien atado para la Venezuela que dejaría tras él. Y la premisa estaba clara: con su muerte desaparecería el sistema unipersonal, pero había que mantener al país inserto en ese socialismo del siglo XXI que engendró.

El primer escollo era el propio sistema hiper-presidencialista del chavismo. Durante los 14 años que pasó en el Gobierno, el líder venezolano se encargó de fulminar a cualquier figura que pudiera siquiera amagar con hacerle sombra. Un sistema entretejido por él y sólo para él, con una guardia pretoriana con mandato expreso de invisibilizarse. Personajes como Diosdado Cabello o Jesse Chacón fueron en su momento aquellos posibles delfines que acabaron apartados, porque buscar reemplazo nunca estuvo en su agenda.

En su lugar, Chávez ungió a Nicolás Maduro, un antiguo líder sindical cuya misión no puede ser otra que la de gobernar en su nombre. "¡Exijo lealtad absoluta! Porque yo no soy yo, ¡yo soy un pueblo carajo!", ha proclamado el difunto líder en un vídeo repetido una y otra vez en las televisiones venezolanas. Lo más probable es que el país obedezca mayoritariamente en las urnas el último mandato de El comandante, y Maduro se haga con un caudal de votos suficiente para el teórico primer mandato continuista.

Pero la verdadera amenaza para la perpetuación del chavismo, al menos a corto plazo, no está en las calles, sino dentro del propio oficialismo y también en el Ejército.

El chavismo

Con Chávez en La Habana, la respuesta del chavismo ha sido una pura reacción de supervivencia. Hasta hoy, el círculo de confianza del presidente ha aparcado sus diferencias y no ha expresado reticencia alguna a la designación de Maduro. Pero las discrepancias y ambiciones existen, y la lógica dice que el resto de hombres fuertes del sistema maniobrarán para aprovecharse del aún endeble liderazgo de Maduro con luchas intestinas. 

Diosdado Cabello es el segundo hombre con más poder dentro de Venezuela. Al no haberse producido la jura del cargo de Chávez desde que ganara las elecciones, la Constitución le señala como el nuevo hombre al cargo, por encima del vicepresidente. El que fuera teniente de la Armada ha sido una pieza fundamental en la revolución bolivariana, y ha ocupado varios cargos de confianza hasta caer en una relativa desgracia. No obstante, su control absoluto del Partido Socialista Unido de Venezuela y sus simpatías dentro del Ejército le granjea los suficientes apoyos como para desestabilizar al sucesor designado. 

A la vez, emerge la figura de Rafael Ramírez, ministro de Petróleo y Minería, además de presidente de PDVSA. De manera discreta, se ha convertido en un componente respetado y poderoso dentro del chavismo. En sus manos está la política petrolera, de vital importancia para el país. Ha viajado con Maduro a La Habana, y ha estado presente en cada negociación de importancia desde que comenzara la enfermedad del caudillo, pero sin buscar las cámaras. Goza del apoyo del chavismo más radical. 

Durante un tiempo, Adán Chávez fue el candidato preferido de los Castro para suceder a su hermano. Pero su falta de carisma político y el monolítico poder de Chávez fueron arrinconándole hasta hacerle casi desaparecer: llegó a llamársele el "hermano maldito". Actualmente ostenta el cargo de gobernador de Barinas y continúa gozando del favor de Cuba, donde fue embajador. 

La cúpula militar

La lealtad de la institución castrense fue una de las mayores obsesiones en vida de Chávez. Tras el intento de golpe de 2002, el que fuera excomandante de la Fuerza Armada no reparó en concesiones y parabienes que aseguraran su lealtad. "Aunque a la oposición le dé un infarto, la Fuerza Armada es chavista", dijo en el vigésimo aniversario del golpe. Y es absolutamente cierto. Chávez construyó su régimen con el militarismo como máxima, a la vez que le permitió a la institución enriquecerse con multimillonarios negocios relacionados con el narcotráfico. 

Con los años, Chávez logró crearse además una milicia leal exclusivamente a su persona, si cabe, aún más poderosa que las propias Fuerzas Armadas. Para formar parte de ella, era preceptivo estar afiliado al PSUV y "estar dispuestos a defender la revolución bolivariana". Una suerte de Ejército personal que escapa a todo control más allá de su mano. 

Por ello, el equilibrio de fuerzas es delicado. Las Fuerzas Armadas se revolverán contra cualquier intento de restarles poder en la era del postchavismo; mientras que las milicias se quedarán huérfanas. Y es que Chávez consiguió lo que quería: que el Ejército le fuera fiel a él, no al Estado. Y ahora sólo queda el segundo. 

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