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EL PP SE "UPENIZA" EN CANARIAS, por Víctor Gago

LD (Víctor Gago) En Canarias se dice: "Bueno para Coalición Canaria, malo para Canarias". El dictamen trastoca con sorna otro más célebre sobre General Motors: "Lo que es bueno para GM, es bueno para América". El tochazo de 85 folios firmado por Mariano Rajoy y Paulino Rivero este miércoles como programa de Gobierno para Canarias es una bendición del cielo para CC, y mucho mejor para el PP que la nada a la que estaba abocado en las Islas tras la debacle del pasado 27 de mayo –después de haberlo sido casi todo, oh tempora...–. Otro cantar es que beneficie a Canarias.
 
Ambos partidos han decidido resistir juntos el embate de la ola de López Aguilar, convencidos de que durará poco. Su análisis es certero: imaginar al atrabiliario ex ministro sentado durante cuatro años en un escaño glacial de ultramar se hace difícil para cualquiera que haya observado superficialmente al personaje.
 
En las últimas semanas, una vez descartado que fuera a mandar en las Islas, el candidato del PSOE ha pasado más tiempo en Madrid que en Canarias.
 
Hay un chiste tirando a deprimente que hará las delicias de los aficionados al zapping televisivo.
 
Se levanta el telón y se ve a Jesús Caldera entrando en el Congreso. Va amurallado de carpetas. A su lado, un paso por detrás, camina un estólido y cabizbajo López Aguilar, que ya no es ministro, ni siquiera diputado, con las manos en los bolsillos. Se acerca un reportero de uno de esos programas plastas que viven de humillar a los demás –sobre todo, si son políticos o famosos de derechas– y le pregunta al ministro sobre una cuestión de actualidad relacionada con sus competencias, pero éste pasa de largo y se mete en el edificio del Congreso. En cambio, López Aguilar se para y, circunspecto, empieza a dar una charla jurídica, aunque a los payasos de la tele ya no les interesa y le cortan. ¿Cómo se llama la peli?
 
No van descaminados en PP y CC al haber manejado la fotovoltaica psique del candidato socialista como un indicio fiable de su próximo ingreso en la unidad de quemados o de su exportación a una Embajada del Tercer Mundo –Caracas, se dice que le ha pedido a Rodríguez Zapatero– como transferencia tecnológica del desafuero.
 
Detrás de la fachada de los 26 escaños conseguidos por López Aguilar, hay un PSOE volcánico en Canarias que estallará un segundo después de que salte el tapón del liderazgo impulsado por uno de los sulfúricos chorros de la ambición a presión de López Aguilar.
 
En Tenerife, hay una gestora montada por Ferraz para intentar reconstruir el partido después de los últimos navajazos.
 
El secretario general del PSC, Juan Carlos Alemán, tiene menos predicamento que un bebedor de orujo en un McDonalds.
 
Y en Gran Canaria, el que fue candidato socialista San Bartolomé (Maspalomas) en 2003 y concejal de Obras acaba de ingresar en prisión acusando a López Aguilar y a la actual número uno socialista de estar en el ajo de la corrupción investigada ahora por el juez.
 
Con estos datos de una violenta crisis socialista en ciernes –a poco que López Aguilar amague con salir por piernas–, es evidente que el PP podía haber negociado con CC un acuerdo más parecido a lo que los populares postulan en el resto del país.
 
Los nacionalistas no tienen alternativa a gobernar con el PP, después de que López Aguilar les exigiese la Presidencia del Gobierno como condición previa a las conversaciones, un cargo del que CC no está dispuesta a desprenderse ni con agua caliente.
 
El PP podía haber explotado esta debilidad de los nacionalistas a favor de un Gobierno coherente con sus principios y que de verdad favorezca la convergencia de Canarias con el desarrollo global.
 
En lugar de éso, el PP asume un programa farragoso de aberraciones liberticidas e ingeniería social aislacionista, como ésa de establecer –lo llaman "diagnóstico"– un límite al crecimiento de la población; la de frenar –lo llaman "modular"– la liberalización del comercio marcada por Bruselas; la de oponerse a que los consumidores europeos compren plátanos y tomates más baratos de África y América, simplemente porque hay que seguir manteniendo artificialmente a ineficientes latifundistas plataneros de Canarias;  la de dar más importancia a promover identidad canaria en las aulas que a liberar a las familias de Educación para la Ciudadanía [ni una sola línea en el programa de gobierno]  o ésa otra medida de exigir un cupo específico –a la baja, por supuesto– de inmigrantes que pueden entrar regularmente en Canarias, dando preferencia –dicen en el bodrio de programa– a los africanos. O sea: que vengan menos, y los que entren, que estén menos cualificados. Sí a los jornaleros de Sierra Leona, no a los programadores informáticos de Bombay.
 
De reformas fiscales a favor de la libertad y del desarrollo, poco o nada en el programa de Gobierno de CC y PP.
 
Anuncian una supresión paulatina de los Impuestos de  Sucesión y de Transmisiones Patrimoniales.
 
No hay nada valeroso ni original en ello. No les queda más remedio, si no quieren quedarse descolgados de la sana competencia por las inversiones emprendida por comunidades como Madrid, pioneras en la aplicación de esta medida.
 
En cambio, el PP se ha olvidado de su promesa de una simplificación del Régimen Económico Fiscal , un acervo cuyo origen histórico que se remonta a los Fueros concedidos por los Reyes Católicos y que hoy, sin embargo, es un instrumento para una tupida regulación de incentivos, pero también de prohibiciones y requisitos.
 
No hay ni rastro en el programa de CC y PP del compromiso popular por un tipo único y reducido del IRPF que beneficiaría a todas las familias, y no sólo a las empresas, como ocurre ahora con la RIC (Reserva para Inversiones), la ZEC (Zona Especial Canaria) y otros incentivos sólo para ese club exclusivo de los amigos del poder y los que se avienen a invertir en lo que el Gobierno dice que hay que hacerlo.
 
Ninguna de las condiciones de la negociación empujaba al PP a conceder un programa ajeno a su ideario.
 
CC había quemado las naves con el PSOE y sólo le quedaba el PP para pactar. El PP conoce la crisis larvada en el PSOE y la caducidad de López Aguilar en la Oposición. Podía haber impuesto el programa que quisiera, o pasar a la Oposición y esperar una oportunidad mejor de entrar con fuerza en el Gobierno, dejando, mientras tanto, que CC ardiese a fuego lento en un Gobierno en minoría.
 
La pregunta es: ¿por qué el PP ha hecho suyo un programa tan chocante con lo que dice defender y tan traicionero a sus votantes más conscientes?
 
Si lo ha hecho, no es por tanto por imperativo estratégico de gobernar a toda costa –Rajoy estaba dispuesto a intercambiar con el PSOE Canarias por Navarra–  como por un cálculo del presidente del PP canario basado en su interés personal.
 
Su impronta personal, y no el programa del PP, ha marcado las cartas de la negociación. El PP canario ha emprendido un camino de convergencia con el nacionalismo que quizá acabe en una refundación como la del PP en UPN, en Navarra.
 
Las compañías en este viaje, para Rajoy, no son las más indicadas para su discurso nacional.
 
Paulino Rivero no es, ni mucho menos, ese "nacionalista moderado" del que habla este jueves un editorialista nacional, sin la más remota idea de lo que se cuece en Canarias, al glosar favorablemente el acuerdo CC-PP.
 
¿Moderado, el principal promotor de que se adopte la bandera terrorista del MPAIAC como símbolo oficial de Canarias? ¿Moderado, el iluminado defensor de una Ley de Residencia para las Islas? ¿Moderado, el candidato que en la última campaña llamó "godo rabioso" a un adversario?
 
El giro nacionalista del PP en Canarias tiene más trascendencia que la de un simple experimento local. Forma parte de una secuencia mayor, con hitos como la aprobación del estatuto de Andalucía o la evolución del discurso del PP en Baleares, Cataluña y Galicia. Si la upenización cuaja en Canarias, vendrán otras.
 
Quizá entonces, el proverbio vuelva a cambiar: "Bueno para el PP, malo para la libertad".

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