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Alicia Delibes

Aulas multirraciales

El diario El País presentó el domingo 9 de septiembre un estudio sobre la integración de los inmigrantes en el sistema escolar español.

Entre datos e ideas un tanto confusas y desordenadas que llenaron las tres o cuatro páginas de este estudio, se podía destacar la opinión de una maestra, especializada en la docencia con inmigrantes en Madrid, que aseguraba conocer bien el fenómeno de la inmigración en Europa y se mostraba totalmente crítica con Francia y Holanda porque “no han conseguido que los hijos de sus inmigrantes conserven las lenguas de origen”. Para ella el secreto de una buena integración está en la “interculturalidad” (sic) y en la “integración mutua”. Y como ejemplo de lo que se debe hacer, ponía el caso de Noruega que, en algunas escuelas, ofrece a los niños inmigrantes “lecciones sobre su propia cultura”.

Cuando en el mundo de la enseñanza española se habla de “intercambio cultural”, de conservar la propia lengua y la propia cultura, no nos llamemos a engaño: todos los expertos tienen en mente la inmigración marroquí. No pretenden que en las escuelas se enseñe ruso, serbocroata, rumano o chino, lo que quieren es que se enseñe árabe. Cuando hablan de tolerancia religiosa no piensan en el cristianismo ortodoxo, ni siquiera en la religión judía, en lo que están pensando es en que en nuestras escuelas se debe enseñar el Corán.

Por eso, tras los atentados de Nueva York, un tenso y elocuente silencio se ha hecho sobre el que ya había aparecido como tema estrella del inicio del nuevo curso escolar: “la educación en una España multirracial”.

Se dice que no es este el momento más oportuno para hablar de “tolerancia religiosa” y que es más prudente posponer todos los debates que sobre este asunto estaban programados. Pero, ahora que sabemos que un terrorismo sanguinario organizado ha atacado en nombre de Alá alguno de los símbolos más representativos de nuestra civilización, ¿no será, precisamente, el momento más indicado para hablar de ello? ¿No será ahora el momento de discutir sobre esa “interculturalidad”, esa “integración mutua” y ese “intercambio cultural”? ¿No será ahora cuando, dejándonos ya de progresismos estúpidos, se debe hablar de cómo hay que preparar en nuestras escuelas a los hijos de los inmigrantes para conseguir su integración en nuestra sociedad?

Mohamed Chouridi, coordinador del área de educación de la ONG ATIME (Asociación de Trabajadores e Inmigrantes Marroquíes) decía, en esas mismas páginas de El País del día 9, que los niños marroquíes se adaptan muy mal, porque ni ellos ni sus familias valoran la importancia del estudio; que “el marroquí entiende la utilidad de aprender jardinería, carpintería o cocina, trabajos ‘de verdad’, pero no la utilidad de estudiar. Y mucho menos en español”.

Es totalmente comprensible que el marroquí entienda la utilidad de aprender un oficio mejor que la de estudiar; es tan comprensible que sería razón suficiente como para replantearse la estupidez de nuestro sistema comprensivo que mantiene por obligación a los escolares hasta los 16 años en aulas de estudio y evita la enseñanza de cualquier oficio. Lo que ya no parece nada comprensible -debe ser cosa de Mohamed Chouridi y sus ocultos intereses- es que el marroquí que quiere vivir en España no alcance a entender la utilidad de estudiar en español.

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