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Alicia Delibes

La inocencia ya no es excusa

Hará falta una gran dosis de honestidad, firmes convicciones y un enorme deseo de libertad para luchar contra quienes no vacilan en utilizar cualquier estrategia para lograr sus planes

Stephen Koch, profesor en la School of Arts de la Universidad de Columbia, el año 1992 tuvo acceso a los archivos Centrales del Partido Comunista Soviético, y tras una par de años de investigación publicó el libro Double Lives. Stalin, Willi Münzenberg and the seduction of the Intellectuals.
 
En esta obra, y siguiendo la biografía del interesantísimo personaje Willi Münzenberg, Koch expone cómo se montó desde Moscú el aparato de propaganda que debía manejar las conciencias de los intelectuales de Occidente. En el libro se puede encontrar explicación a esa corrección política generalizada que llevó a casi todos los intelectuales franceses, británicos e incluso norteamericanos de los años que precedieron a la Segunda Guerra Mundial a cerrar filas en torno al Stalin y a creer que para demostrar que se era antifascista necesariamente había que declararse pro estalinista.
 
El título con el que el libro fue publicado en España, El fin de la inocencia, coincide con el de uno de los capítulos finales donde el autor explica cómo para muchos de esos intelectuales pro estalinistas la inocencia terminó con el asesinato de Kirov el 1 de diciembre de 1934, primer crimen de Stalin cometido contra un miembro de su propio Partido. Fueron muchos los que tuvieron sospechas sobre quién era el autor del crimen y prefirieron mirar para otro lado e incluso justificar ciertas “ejecuciones”. Fue entonces, dice Koch, cuando la Mentira se convirtió en una estrategia revolucionaria: “mentir en aras de la Verdad”. La inocencia ya no podría seguir siendo una excusa.
 
No sé si realmente la aceptación por parte del mundillo “intelectual” izquierdista de la Mentira como legítima estrategia política tiene su origen en aquellos años pero lo que sí sé es que en España esa Mentira se ha hecho presente cada vez que la izquierda ve peligrar su poder político. Y, es más, cada vez que la izquierda ha visto que su Mentira puede quedar al descubierto, convierte en moralmente legítima cualquier maniobra que le permita seguir ocultando la verdad.
 
Cuando hace unos años el periódico El Mundo sacó a la luz los crímenes del GAL, allegados al poder socialista prepararon una infame encerrona al director del periódico. Todos recordamos la denigrante historia de la prostituta contratada para lograr la grabación del affaire Pedro Jota. Por aquel entonces, la bondadosa progresía, lejos de indignarse por el intolerable, mafioso, estalinista y totalitario proceder, decía que el periodista se lo tenía bien merecido, pero es que, además, la mayor parte de nuestros conciudadanos optaron por tomarse la cosa a broma, mirar hacia otro lado y apartarse, por si acaso, del lado de la víctima.
 
El pasado 11 de marzo Tele Madrid ofreció un reportaje que recogía de forma fidedigna la actuación de la cadena SER en los días que mediaron entre el trágico atentado de los trenes de Atocha y las elecciones generales del 14 de marzo de 2004. Nada de lo que el vídeo contenía fue desmentido, era imposible hacerlo ya que lo que en él se contaba respondía a la estricta verdad, pero a partir de ese día se decretó una “caza de brujas” hacia el director de la cadena televisiva madrileña. Espías en su despacho, mentiras sobre sus propiedades, y, al final, otra vez se recurre a la repugnante estrategia de atentar contra la dignidad personal del “enemigo político”, utilizando a una secretaria del director que, al mismo tiempo que denunciaba ante el juez la actitud de acoso de su jefe, corría presurosa a la cadena Ser para contar con pelos y señales su “infortunio”.
 
No sé cómo acabará esta historia pero puedo imaginar que, mientras tanto, la Ser seguirá echando leña sobre el fuego que ha encendido, casi toda la progresía bienpensante se apuntará a colaborar con su cadena favorita y propagará el supuesto acoso por doquier y algún que otro progre, de esos que dice conservar aún la inocencia, preferirá mirar hacia otro lado antes de reconocer que todo ha sido un burdo montaje. Habrá también otros que pensarán que “algo habrá hecho” el director general y que se lo tiene merecido y algunos más que aunque estén seguros de que todo responde a una maniobra de la todopoderosa cadena optarán por permanecer en silencio.
 
Tristes y complicados tiempos estos que se avecinan. Hará falta una gran dosis de honestidad, firmes convicciones y un enorme deseo de libertad para luchar contra quienes no vacilan en utilizar cualquier estrategia para lograr sus planes. Ahora bien, todos aquellos que siguen prefiriendo no darse por enterados de que la mentira se ha instaurado en cierta clase política deberían ya saber que la inocencia no podrá seguir siendo una excusa.

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