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Antonio Golmar

Izquierda incendiaria

"Regresemos a la época de las diligencias", dirán las amas de casa millonarias, poco sexo y demasiado ocio. Son los mismos que no tardarán en exigir la puesta al día de las infraestructuras obsoletas, a las que hasta ayer se oponían con fervor.

La nueva ola de incendios en Santa Bárbara, considerada por muchos la localidad más bonita y pintoresca de los Estados Unidos, es una de esas noticias que hielan el corazón de las almas sensibles. Poco más de 200.000 personas viven en esta ciudad y sus alrededores, uno de los rincones más cotizados del país debido a su clima templado, sus comunicaciones (carretera y tren directos a Los Ángeles, aeropuerto), playas y bosques paradisíacos, un ritmo de vida amable y sosegado, tiendas estupendas y una buena universidad.

Lo peor de Santa Bárbara es el Partido Demócrata, que gobierna la comarca gracias a una poderosa coalición formada por residentes de la exclusiva zona de Montecito, ex hippies convertidos en nuevos millonarios como consecuencia del boom inmobiliario e intelectuales eco-socialistas de la universidad. Su férrea oposición al ensanche de la autopista, la reparación de calles y carreteras, la tala de árboles para abrir senderos y cortafuegos o simplemente la ampliación de un hotel de la costa, ha provocado el estancamiento económico del condado y el aumento de la delincuencia, pues la mano de obra barata que importan de México para limpiar, cuidar de los niños y atender en los restaurantes tiene que gastar la mayor parte de su renta en alojamientos caros y de mala calidad. Santa Bárbara posee uno de los planes urbanísticos más restrictivos del estado de California.

En los últimos años, diversas voces se han alzado contra el sacrificio de la gallina de los huevos de oro perpetrado por los pijo-progres. Sin embargo, ni la elección del empresario vinícola Brooks Firestoney otros independientes filo-republicanos para el consejo del condado ni la amenaza de segregación de los habitantes del interior, ajenos al glamour costeño, han conseguido variar las políticas de la izquierda caviar, cuya solución para los crecientes problemas sociales consiste en arrojar dinero sobre ellos a base de asistentes sociales, mediadores y psicólogos irredentistas (¡esta tierra es nuestra!) e indigenistas (deberían aprender las lenguas de sus antepasados, masacrados por el Imperio Español).

Los terribles fuegos que el año pasado asolaron la vecina Goleta encendieron todas las alarmas. Las enormes extensiones de monte bajo dejadas a la mano de Dios (o del diablo) por amor al medio ambiente, los caminos sin asfaltar en aras del crecimiento sostenible y las restricciones a los materiales de construcción ignífugos –un vecindario bonito es un vecindario feliz– le facilitaron las cosas a Vulcano, quien hizo de las suyas entre los hasta entonces dichosos barbarinos.

Este año, los incendios han afectado Montecito y otras urbanizaciones de lujo. Madre Naturaleza, cuya festividad se celebra por todo lo alto el 22 de abril, ha acabado con los sueños de cientos de familias que tras muchos años de trabajar duro se mudaron a Santa Bárbara buscando un ambiente tranquilo y saludable donde educar a sus hijos. A más de uno le rechinarán los dientes al recordar su contribución a la campaña "salvemos los árboles" y la firma estampada en la petición para abortar la construcción de un nuevo carril en la 101 (los bomberos llegaron demasiado tarde porque la carretera estaba congestionada). De poco sirve llorar sobre la leche derramada.

¿Y ahora qué? Algunos se han apresurado a culpar del desastre al capitalismo. "La venganza de Madre Naturaleza", claman las voces del campus. "Regresemos a la época de las diligencias", dirán las amas de casa millonarias, poco sexo y demasiado ocio. Son los mismos que no tardarán en exigir al gobernador Schwarzenegger un plan de rescate y la puesta al día de las infraestructuras obsoletas, a las que hasta ayer se oponían con fervor.

Y dentro de cuatro años, todos a votar a los mismos políticos que llevan mandando desde que tienen memoria, aunque antes habrá que pasarse por la sede local de los demócratas y aportar unos dólares a la campaña para evitar que en 2010 otro republicano ocupe la mansión de Sacramento. "Menos músculos y más cerebro", se dirán orgullosos y divertidos mientras entregan su tarjeta de crédito chamuscada a los voluntarios encargados del fundraising. No sé si la política será cuestión de hormonas, aunque presumo que algo tendrá que ver con la buena vista. Una cosa es dejarse robar, pero que encima permitan que a uno se le queme la casa es demasiado.

Un buen chorro de sentido común, eso es lo que muchos californianos necesitan para bajarle los humos a la izquierda incendiaria.¡Riéguelos!, ¡no se corte!

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