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Carlos Semprún Maura

Borrón y cuenta nueva

Pero Alejandro Solzhenitsin ha muerto y en todas las redacciones cunde el mal humor: "¡Vaya cabrón! ¿No podía haberse muerto en otro momento? Vamos a tener que trabajar, hablar de cosas serias... ¡en verano!".

Pensaba escribir una carta despotricando contra los veraneos y las vacaciones, o más precisamente contra el embrutecimiento organizado que los funcionarios que nos gobiernan nos imponen con el pretexto del verano y las vacaciones. Pero Alejandro Solzhenitsin ha muerto. Iba a escribir un artículo contra las revistas de verano, los libros de verano, las islas de verano, los culos de verano, los atascos de verano, la imbecilidad veraniega, pero Alejandro Solzhenitsin ha muerto.

Yo no entiendo, ni entenderé jamás, por qué los directores de periódicos y de cadenas de radio y televisión consideran que en verano todos nos convertimos en idiotas absolutos, aún más que de costumbre, y sólo nos presentan páginas y programas de una chabacanería absoluta. Pensaba poner como ejemplo las 200 cadenas (nunca las he contado) que gracias al cable tiene la televisión en Francia. Entre ellas hay 10 dedicadas exclusivamente al cine, en las que podemos ver, o volver a ver, magníficas y antiguas películas del mundo entero, pero sobre todo norteamericanas, obviamente, pero también francesas de cuando los actores se llamaban Arletty, Jouvet, Raimu, Gabim etc. Este verano, dichos canales están invadidos de series televisivas galas perfectamente vomitivas. La "excepción cultural francesa" sigue matando la cultura.

Pero Alejandro Solzhenitsin ha muerto y en todas las redacciones cunde el mal humor: "¡Vaya cabrón! ¿No podía haberse muerto en otro momento? Vamos a tener que trabajar, hablar de cosas serias... ¡en verano!".

También me ha llamado la atención constatar indignado que en verano los acontecimientos internacionales se resumen en pocas líneas o se arrinconan para hablar de cosas juzgadas importantes durante las vacaciones, como los farragosos Juegos Olímpicos de Pekín y la supuesta canícula y la supuesta lluvia de julio que ha disminuido la frecuentación de veraneantes en hoteles o campings. También los atascos, las medusas en las playas etc. Sin embargo, la actualidad no está de vacaciones, y ocurren cosas: las elecciones norteamericanas, la dimisión de Olmert en Israel, la continuación de los disturbios sangrientos en Gaza, el programa nuclear militar en Irán, el terrorismo que se extiende por doquier no sólo en Argelia, Irak y Afganistán, sino también en Turquía, India, Pakistán, Somalia y, por primera vez tratándose de atentados islamistas, China.

Pero Alejandro Solzhenitsin ha muerto y, furiosos, tienen que interrumpir sus siestas. Murió ese gran señor a los 89 años la noche del domingo al lunes. Ayer por la mañana pocos eran aún los comentarios, salvo en la radio. Desde luego, volveré sobre este tema. Sin embargo, en estos primeros comentarios he notado que junto a los elogios fúnebres al Premio Nobel, al "gran disidente", etc., una musiquilla se repetía al mismo tiempo: "¡Sí, pero no era de izquierdas!". ¡Desde luego que no! ¡Gracias a Dios!

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