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Cayetano González

Conocer para no olvidar

Hay que evitar que la memoria de las víctimas del terrorismo caiga en el olvido.

El Defensor del Pueblo acaba de hacer público el estudio Los derechos de las víctimas de ETA. Su situación actual, elaborado por encargo del Congreso de los Diputados, que en una moción aprobada el 23 de abril de 2015 encomendaba

al Defensor del Pueblo, Alto Comisionado de las Cortes Generales para los Derechos Fundamentales, que proceda a elaborar un estudio específico sobre la afectación de los derechos humanos de todas las víctimas de ETA y su situación actual, con recomendaciones dirigidas al conjunto de las Instituciones del Estado.

El estudio analiza la ley de protección integral de 2011; las relaciones entre la Administración y las víctimas; la situación penitenciaria de los autores de ataques terroristas o el relato y el recuerdo de los atentados de ETA. En este último capítulo se incluye un epígrafe específico, titulado "Las víctimas del terrorismo de ETA en la educación de los jóvenes", en el que, después de analizar el tratamiento que se da a la banda terrorista y a sus crímenes en catorce manuales de Historia, se concluye que en estos

no se explicita la perspectiva ni el pensamiento de las víctimas, así como las consideraciones filosóficas, antropológicas y éticas sobre el terrorismo de ETA.

Si se quiere que la memoria de las víctimas del terrorismo no caiga en el olvido, lo primero que hay que hacer es conseguir que los jóvenes de hoy conozcan lo que ha pasado en nuestra historia reciente, y a ser posible que ese conocimiento les llegue a través de las propias víctimas.

Mi experiencia personal al respecto no deja lugar a dudas. Durante los años en que dirigí el Observatorio Internacional de Víctimas del Terrorismo, y en estos últimos tres, en que he tenido la oportunidad de explicar directamente a alumnos universitarios de entre 20 y 23 años el horror que se ha vivido en España con el terrorismo de ETA o con el brutal atentado del 11 de marzo de 2004, la reacción de los jóvenes siempre ha sido la misma: primero, la incredulidad, acompañada de preguntas sobre cómo es posible que no supieran nada al respecto; cómo han podido vivir sumidos en la más profunda ignorancia en torno a una triste y dolorosa realidad que han padecido tantas personas. Y el siguiente paso ha sido el de empatizar absolutamente con las víctimas, sobre todo cuando han tenido la oportunidad de escuchar sus testimonios en directo, o a través del visionado de las espléndidas y valiosas películas de Iñaki Arteta, por ejemplo Trece entre mil o 1980.

Los testimonios escuchados directamente por mis alumnos del Centro Universitario Villanueva de víctimas del terrorismo de ETA como Maite Pagazaurtundua, José Antonio Ortega Lara o Ana Iríbar fueron para ellos, también para mí, una lección magistral de dignidad y entereza moral que muy difícilmente olvidarán, y que ningún catedrático puede impartir; pero las víctimas sí.

Por eso, a medida que pasen los años, y para abortar el peligro del olvido, es imprescindible, como el estudio del Defensor del Pueblo recomienda, que se fomente entre nuestros jóvenes el respeto y consideración a las víctimas del terrorismo. Y eso no se consigue exclusivamente a través de los libros de texto, por muy necesario que sea que estos no se limiten a referirse al daño causado por el terrorismo de ETA con la frialdad de unas cifras y unos gráficos.

Ya lo dijo en su día nuestro querido y admirado Gabriel Moris, que perdió a un hijo en el atentado del 11-M: "No podemos olvidar lo inolvidable". Pensando en los jóvenes de ahora, y en los que vendrán a lo largo de los años, no se me ocurre mejor método para lograrlo que el que sean las propias víctimas –las que quieran, las que tengan ánimo para ello– las encargadas de explicar a esos jóvenes el sacrificio que supuso que sus maridos, sus padres, sus hijos, sus hermanos dieran la vida para defender esa libertad que ahora todos, también los jóvenes, pueden disfrutar.

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