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César Vidal

Jean Dumont, la muerte de un clásico

Una de las características más lamentables de la historiografía española de las últimas décadas es el papanatesco servilismo con que se alaba la obra de ciertos autores por el simple hecho de ser anglosajones y políticamente correctos. Esta última circunstancia ha llevado, por ejemplo, a alabar ininterrumpidamente la obra de Gabriel Jackson (ya muy atrasada y superada) o la de Paul Preston (penosamente parcial y deficiente) a la vez que se pasaban por alto los aportes de otros autores o españoles o políticamente incorrectos. Semejante acercamiento a la obra historiográfica ha tenido, entre otras consecuencias, el de desconocer obras de autores que, aunque extranjeros, se conformaban mal con el discurso dominante. Uno de esos casos ha sido el del francés Jean Dumont, fallecido hace unos días.

La obra de Dumont, excelentemente documentada y totalmente exenta de apriorismos cargados de prejuicios, se caracterizó por una búsqueda honrada de la verdad por muy antipática que ésta pudiera resultar para ciertos sectores políticos, sociales o académicos. Los resultados fueron, por regla general, excelentes. En este ensayo sobre Isabel la Católica, por ejemplo, no sólo se da una recuperación de un personaje histórico excepcional sino también un abordamiento valiente de cuestiones como la expulsión de los judíos, el final de la Reconquista, los inicios de la Inquisición o el descubrimiento de América. Todas y cada una de las cuestiones son respondidas con una solidez excepcional. Resulta por ello oportuno recordar también otras obras suyas publicadas también por Ediciones Encuentro. EnLa Hora de Dios en el Nuevo Mundo, Dumont supo trazar la trayectoria vital de algunos de los primeros evangelizadores españoles en América; enProceso contradictorio a la Inquisición españoladescribió como nadie la evolución histórica de esta institución situándola en su contexto y en sus verdaderas dimensiones y, finalmente, enLepanto, la historia oculta, abordó las claves internacionales de esta gran batalla y las razones de que el peso de la misma recayera de manera casi exclusiva sobre España y fuera eludido por Francia.

No le parece al autor de estas líneas que el fallecimiento de un historiador deba ser motivo para instar a la lectura de sus obras. Éstas deben ser examinadas por su valor intrínseco prescindiendo de que el que las realizó, viva o no. Sin embargo, en este caso concreto creo que debe realizarse una excepción porque Dumont fue un gran –y silenciado– hispanista y porque examinar cuestiones tan espinosas como la expulsión de los judíos, la Inquisición, el exilio de los moriscos o el papel de la iglesia en el descubrimiento de América exige en la actualidad leer con el debido interés sus obras
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Jean Dumont,La “incomparable” Isabel la Católica, Madrid, Ediciones Encuentro, 242 páginas.

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