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Consuelo Ordóñez

Diez años sin ti

Quieren chantajearnos con nuestro dolor, pero es tarde. Cada vez somos más los que no nos vamos a callar, porque cada vez somos más los que somos un poco como tú.

Querido Gregorio:
 
Con motivo del décimo aniversario de tu asesinato, la Fundación constituida en tu nombre celebró el pasado sábado un acto de homenaje a tu memoria en el Kursaal de San Sebastián. En el transcurso del mismo proyectamos un documental. Para preparar el corto he tenido que ver bastantes imágenes tuyas grabadas, y he descubierto, con cargo de conciencia, que yo aún no era consciente de la importancia del discurso que ya defendías entonces. Me sorprende lo vigente que sigue siendo tu mensaje en la actualidad, y eso hace que me sienta, si cabe, más orgullosa de ti.
 
Me siento triste y algo me duele por dentro cuando pienso en todo lo que no te dije y ya no podré decirte. En todo lo que no exterioricé en su momento y ya no podré exteriorizar. O en que haya sido yo la que ha visto crecer a tu hijo Javier, cuando eras tú el que debía haberlo hecho.
 
Si de algo he sido consciente estos diez años es de que han sido muchas las personas de bien que te querían. A mí me lo han dicho en innumerables ocasiones, y creo que en vida también te lo dijeron a ti, no sólo en forma de votos sino, como yo misma comprobaba, cuando paseaba contigo por la ciudad.
 
A la vista está que los fanáticos dictadores nacionalistas te odiaban. Eso era lo que te hacía estar seguro de que tu discurso era el correcto. Primero, porque no hay idea justa ni razonable que pueda defenderse mediante el tiro en la nuca. Segundo, porque si les molestabas tanto es, sin duda, porque acertabas de pleno en tu forma de trabajar para los demás. Tu honestidad y apasionamiento iba calando en nuestra sociedad. Por todo esto la basura te odiaba, y tú, mientras, les invitabas a que caminaran por donde les correspondía: “Las cloacas”. Conseguiste que los donostiarras y los ciudadanos del resto de España te mostraran su aprecio y que, a la vez, perdieran el miedo a los criminales. ¡Te estabas pasando, hermanito! Por eso, ¡te mataron!
 
Se puede decir que sí, que cambiaron el destino de la historia. Muy probablemente hubieras llegado a ser el alcalde que la mayoría de los donostiarras prefería, lo que tanta ilusión te hubiera hecho. Habría menos carriles bici, quizá, pero más dignidad en la ciudad. Y lo peor: después de ti llegaron demasiados. Algunos (te evitaron ese dolor de verlos morir) amigos tuyos y a otros que no les dieron la oportunidad de conseguir tu amistad los mataron porque después de tu asesinato sintieron una rabia tan grande por lo que te habían hecho que se afiliaron a tu partido, y por ello acabaron como tú.
 
¿Sabes?, hoy todavía hay desgraciadamente bastantes que quieren rentabilizar tu muerte y la de mil más y nos quieren cambiar una cosa a la que llaman “paz” por otra a la que llaman “plan”, y nos dicen que si hacemos lo que ellos quieren nos dejarán vivir.
 
Portada de la biografía del carismático dirigente popular. Yo creo que su paz es la que me encuentro cada vez que voy a verte al cementerio o la que existe en cualquier dictadura bananera, y para que nos lo creamos todavía nos siguen metiendo miedo los mismos de hace treinta años, creyendo que a ellos no les gana nadie. No sé por qué me da que si los matones y sus mafias no existieran nos descojonaríamos todos de ese “plan”; menos ellos, claro. Porque carecen, entre otras cosas, del sentido del humor. Es lo que tiene “odiar tanto y tan seguido”.
 
Durante estos diez años he conocido a los mejores vascos y a unos cuantos también de los peores. No debemos olvidar que son vascos los que os han asesinado, y los que les apoyan, justifican y han estado y están en contra de todas las medidas que están contribuyendo al debilitamiento y la derrota de ETA. Pero por los mejores, esos con los que me apunté a tomar las calles, muchos de los cuales son mis mejores amigos y hacen que me sienta una privilegiada, yo puedo decir eso de: “Tengo amigos a prueba de bomba”.
 
Todos tienen un denominador común: se parecen a ti. Son resistentes, acostumbrados a luchar por la libertad y a usar su cerebro con valentía e inteligencia. No dudan en actuar así, pese a las complicaciones que se han ganado por ello. Me han enseñado mucho, y me han reconfortado en los malos tiempos provocados tras tu forzosa ausencia. Todavía continuamos en esa lucha por la libertad en la que tú nos iniciaste hace ya demasiados años.
 
Todavía seguimos a cuestas con “lo evidente”: ¿paz? ¿De qué paz nos hablan?, ¿la de los cementerios?, ¿la de las dictaduras? ¿Conflicto?, ¿qué conflicto?, ¿el de no pensar todos igual?, es decir, ¿el de no ser todos nacionalistas? Esa es la pluralidad de la que hablan. ¿Guerra?, ¿de qué guerra nos hablan? Y ¿a cuántos hemos asesinado nosotros?
 
¿Reconciliación, reinserción? ¿Habéis visto a algún terrorista que quiera reinsertarse o reconciliarse? ¿He de reconciliarme con esos con los que me cruzo y me gritan “Ordóñez, devuélvenos la bala” o me llaman “asesina”? ¿O con los que queman nuestras casas, encartelan nuestros pueblos con nuestras caras enmarcadas en dianas y nos lanzan botellazos por la espalda? ¿O con los que me llaman intolerante y provocadora cuando les respondo que no se dan las condiciones? ¿Acaso fue culpa mía tener el balcón abierto cuando me lanzaron los cócteles molotov?
 
Lo mantengo: este país sería para “descojonarse” si no fuera porque te matan. Claro.
 
Durante estos años he comprobado que al terrorismo sólo se le acaba derrotando con el Estado de Derecho, y si nos hubiéramos puesto manos a la obra antes hubiéramos salvado muchas vidas. Tal vez la de mi hermano Gregorio.
 
Quieren chantajearnos con nuestro dolor, pero es tarde. Cada vez somos más los que no nos vamos a callar, porque cada vez somos más los que somos un poco como tú.
 
¡Les derrotaremos!
 
Consuelo Ordóñez es la hermana de Gregorio Ordóñez.
 
La Fundación Gregorio Ordóñez publicó en 1996 la biografía Gregorio Ordóñez. Tal como era. Si está interesado en ella, póngase en contacto con la Fundación: Calle Garibay, 34, 1ºD; 20004-San Sebastián. Teléfono: 943 326 786. Correo electrónico: fungo2@terra.es.

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