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GEES

El socialismo como problema europeo

Para el liberal-conservadurismo, tirar las campanas al vuelo por no haber reeditado 150 años después el manifiesto comunista, es poco consuelo. Queda mucho socialismo posmoderno –política e intelectual– por desmantelar.

El acontecimiento planetario de la semana que acaba ha sido la elección europea. El GEES ha defendido que hay en el continente tres crisis superpuestas: la institucional, la económica y la espiritual. La abstención, vencedora con un 57%, supone un aviso a la primera, y quizá un rechazo a los excesos retóricos del anticapitalismo ambiente de la segunda, pero deja intacta la última, que sigue estando ahí y que tarde o temprano tendremos que abordar.

Las instituciones deberían tomar nota, por una vez, del desencanto, y dejar de empeñarse con lo superfluo. A Europa no le hacen falta nuevos textos, sino cumplir los antiguos. Dar plenitud a las cuatro libertades fundamentales es además de una exigencia jurídica una necesidad económica. Quizá alguien debiera proponer que se devuelvan los 18 millones de euros que costó la ineficaz campaña para estimular el voto. O proponer no cubrir la parte del Parlamento no respaldada por votante alguno: 57% de abstención significa que más de 350 diputados pueden dejar sus escaños vacíos en los próximos cinco años. Piénsese. Menos es más.

Si el vencedor de las elecciones ha sido el rechazo a las instituciones, tras una catastrófica legislatura que ha oscilado entre la imposición de la Constitución, la del tratado de Lisboa y la renuncia a sus responsabilidades, el perdedor ha sido el socialismo. Esto es especialmente grato –siempre lo es la derrota de la voracidad institucionalizada y de las políticas de empobrecimiento masivo–, porque el socialismo lleva unos años creyendo que Europa es suya. Al menos la Europa institucional. Ya saben, "los primeros en Europa", "el corazón de Europa"... A ZP lo vigilaremos de cerca, porque la conjunción planetaria de su derrota en España y la del socialismo en Europa, lo deja en franca debilidad cara a su presidencia del 2010. 

En Inglaterra, Holanda y Francia el socialismo pasa al tercer puesto, con los peores resultados desde no se sabe cuándo. En Alemania no supera el 20%. Las elites europeas –mayoritariamente socialistas– habían decidido hacer demagogia y populismo para lograr votos: el establishment comunitario se las prometía muy felices. El socialismo, con su tentación totalitaria, pensó que el carácter elitista y el compadreo de las instituciones le hacía el heredero natural de una UE desnaturalizada de sus principios, campo abonado para sus experimentos de dominación social. Han cosechado lo que han sembrado. Su momentáneo retroceso es bienvenido para quienes ven en Europa una comunidad de intereses, valores y tradiciones.

El rechazo es especialmente oportuno cuando llevamos nueve meses de políticas más o menos keynesianas (en realidad dirigistas y de aumento de deuda pública). Recuérdese el lema del otoño: "hay que hacer algo y hay que hacer algo ahora". Incluso del otro lado del Atlántico, la máquina de hacer eslóganes de Obama se presentaba como FUN: "The Fierce Urgency of Now", "La fiera urgencia del ahora", signifique lo que signifique. Su éxito ha sido "rotundo" para ese corto plazo que se presentaba como crucial: paro creciente, PIB decreciente.

En fin, el fun fun fun de la zambomba laica no ha llegado a ser tal y las diversiones son escasas. Ya está aquí el largo plazo. De pronto, el concreto modelo de Estado de Bienestar europeo ya no es objeto de debate. No se pondera si es útil o necesario, no se estudia su conveniencia desde el punto de vista del incentivo o su eficacia. Simplemente no nos lo podemos permitir.

Se está a tiempo de volver a hacer de Europa un continente serio: el que se puso a trabajar reconciliado, liberando sus intercambios y su comercio después de la II Guerra Mundial. Para el liberal-conservadurismo, tirar las campanas al vuelo por no haber reeditado 150 años después el manifiesto comunista, es poco consuelo. Queda mucho socialismo posmoderno –política e intelectual– por desmantelar. La prueba: la auténtica crisis que subyace, la espiritual, sigue bien presente. No se avizora todavía en qué conjunción estelar estará la respuesta, pero no es la constelación socialista. Es la de los principios, valores y tradiciones europeos. 

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