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El sucesor de Chávez, un conductor de metro

Los venezolanos votaron ignorando el mal estado del principal candidato, que les hurtó esa información crucial.

Una de las características de la política moderna es que la mentira de los gobernantes democráticos no se castiga. A los reyes, los militares y los funcionarios de carrera una mentira les puede costar la dimisión, en cambio a un presidente electo, y más si cuenta con el apoyo de los medios de comunicación, una mentira se le perdona. Así, Obama ha incumplido sus promesas de cerrar Guantánamo y limitar las emisiones de CO2 para luchar contra el cambio climático y ha sido reelecto.

En el caso de Venezuela, Hugo Chávez declaró varias veces que se había curado del cáncer que padecía. "Libre, totalmente libre", llegó a decir. Sólo dos meses después de las elecciones (que, por cierto, fueron adelantadas de diciembre a octubre), la recuperación, oh sorpresa, se ha truncado. Ahora, Chávez ha revelado que le han descubierto células malignas en la misma zona donde se le había detectado el cáncer, por lo que regresará a Cuba para seguir tratamiento. Por tanto, los venezolanos votaron ignorando el mal estado del principal candidato, que les hurtó esa información crucial; lo mismo hizo en su día y en la democrática Europa otro socialista, François Mitterrand.

En esta ocasión, Chávez ha hecho algo que se había negado a hacer las veces anteriores que estuvo en Cuba: nombrar un sucesor. Chávez, violando la Constitución, siguió gobernando mediante fax y teléfono desde La Habana, sin que el vicepresidente de entonces, Elías Jauja, ocupara su lugar siquiera de manera temporal.

El militar golpista ha presentado a sus huestes a Nicolás Maduro, ministro de Asuntos Exteriores desde 2006 y vicepresidente desde el pasado 10 de octubre. Según la Constitución, en caso de que el presidente fallezca en los cuatro primeros años de su sexenio se celebrarán nuevas elecciones. Chávez, que debe de ser consciente de la gravedad de su cáncer, ha empezado la campaña electoral pidiendo a sus partidarios que, si muere, voten por Maduro.

¿Y quién es el canciller Maduro? Un conductor de metro, jefe del sindicato de su gremio. Es cierto que otro sindicalista, el brasileño Lula da Silva, gobernó su país con acierto en la economía, pero Maduro es más cercano en ideología y modales a los universitarios Rafael Correa, educado en Bélgica, y Cristina Fernández de Kirchner.

Cabe recordar lo que escribió Tony Blair en sus memorias sobre los defectos de la clase política británica:

Hoy día los mejores ministros a menudo están en la Cámara de los Lores. (...) Si eso sigue así, no pasará mucho tiempo antes de que tengamos que plantearnos si los ministros realmente tienen que escogerse entre los diputados o entre los lores.

En Venezuela, a falta de Cámara de Lores, tienen el sindicato de conductores de metro.

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