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Irak no es para siempre

Irak no es como el Méjico de los Aztecas. No hay naves que quemar. "Nunca os dejaremos en manos de los terroristas" está muy bien. "Pero mientras colaboréis" es la otra mitad de la historia.

Una cosa es quedarse hasta que el trabajo esté hecho y otra permanecer sine die. Lo primero no ha dejado nunca de repetirlo el presidente americano. Lo segundo lo ha dejado ahora claro su secretario de Defensa. Lo tercero sería marcharse a fecha fija, pase lo que pase, como dicen pretender los demócratas, que no consiguen sacar adelante una propuesta legislativa para contentar a su izquierda, sin ningún valor más allá de ese gratuito gesto a la tribuna, porque el presidente la vetaría. Lo único que constitucionalmente pueden hacer es cerrar el grifo del dinero, y a eso no se atreven.

Lo cuarto es pasarse la vida anunciando reducciones de fuerzas para dentro de pocos meses con la esperanza de bajar de los 100.000. Eso lo hicieron continuamente durante tres años los militares de Rumsfeld, sin que la esperada oportunidad llegase nunca. Los aumentos que se produjeron para asegurar las tres consultas electorales del 2005, por el método de prolongar estancias y acelerar llegadas en determinados momentos, volvieron luego a la normalidad situada alrededor de los 130.000. En aquellas circunstancias se alcanzaron los 160.000 que ahora no están previstos en la nueva estrategia que gira en torno a cinco brigadas adicionales.

Lo nuevo es, pues, lo segundo, lo que ha dicho Gates el jueves 20 a poco de poner pie en Bagdad: "Nuestro compromiso es a largo plazo... pero no es indefinido". Todo dependerá de lo que hagan los iraquíes, es decir, su Gobierno y su parlamento. Uno de los elementos esenciales de la nueva estrategia es arrancarles mayor colaboración militar y política. No estaba claro y el paso adelante dado por la administración Bush se arriesgaba a no encontrar terreno firme. La duda se refería por encima de todo a la acción contra las milicias chiíes, principalmente el Ejército del Mahdi del demagogo Muqtada al Sadr, entregado a la limpieza étnica en Bagdad mediante al asesinato de civiles suníes, varones de todas las edades, a razón de muchas decenas por día.

Maliki, el jefe de gobierno, parece que se asustó lo suficiente con el implícito ultimátum y ha hecho su parte en la primera fase de la nueva estrategia, facilitándole las cosas el que los aguerridos asesinos pusieran pies en polvorosa al mero anuncio de lo que se les venía encima, convencidos de que cambiarían las tornas y tendrían nuevas oportunidades más adelante. Las masacres de chiíes que organizan los suicidas yihadistas han continuado en todo su furor, incluso se han recrudecido últimamente, pero los cadáveres que cada mañana aparecen maniatados, con signos de tortura y un tiro en la cabeza se han reducido a cifras de un dígito. Siguen buscando lo de siempre, la respuesta del otro bando, la guerra civil.

En esas condiciones, contener a los chiíes y seguir pidiéndoles concesiones para los que durante siglos los han despreciado y oprimido y ahora no acaban de cortar con los que los matan, hay que reconocer que resulta verdaderamente problemático. Pero los americanos consideran que también es mucho lo que han puesto por su parte y necesitan desesperadamente resultados. Tan desesperadamente que, por primera vez, hablan de la posibilidad de retirarse sin haber alcanzado los objetivos. Tiene sentido si los objetivos son inalcanzables. Y son inalcanzables si los iraquíes no hacen su parte.

Irak no es como el Méjico de los Aztecas. No hay naves que quemar. "Nunca os dejaremos en manos de los terroristas" está muy bien. "Pero mientras colaboréis" es la otra mitad de la historia. El que hasta ahora haya faltado no es el menor de los errores. Esperemos que no sea demasiado tarde.

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