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La batalla por la red

Internet es un nuevo foro de debate, un nuevo mercado económico, un nuevo campo de batalla. Demasiado para el poder político. El control de la red es una de las batallas de nuestros días, y la ofensiva del Gobierno ni es la primera ni será la última.

No descubrimos nada nuevo si afirmamos que internet es desde hace tiempo, y lo seguirá siendo cada vez más en el futuro, uno de los factores estratégicos y políticos del siglo que comienza. En verano, la crisis iraní mostró las posibilidades de este medio, no sólo para la sociedad civil, sino para los gobiernos. En el Este, Rusia ya no invade capitales, pero lanza ciberataques, que se repiten cada vez más entre países. Es un arma poderosa que inclina la balanza en uno u otro bando.

Eso respecto al exterior. Lo que caracteriza a internet en nuestras sociedades es el hecho de que escapa al control de los gobiernos: es trasnacional, no depende de concesiones arbitrarias ni de grandes grupos multimedia. En España, el fenómeno de internet ha revolucionado también la vida política, abriendo un campo de libertad inexistente hasta hace unos años. Para la derecha se ha convertido en un pilar fundamental: en la red encuentra acomodo la sociedad civil liberal-conservadora, en todos sus aspectos; blogs, fundaciones, think-tanks, medios de comunicación en internet equilibran la debilidad radio-televisiva de la derecha. El fenómeno Libertad Digital es el mejor ejemplo de todo ello.

La parte negativa de la red es de sobra conocida, y va asociada a diversos delitos: la piratería, el terrorismo, delitos contra menores son y deben ser perseguidos como el resto de delitos; pasando por el juzgado y por una sentencia firme. Más allá de eso, el mandato debe ser absoluto: ningún Gobierno debe tener, bajo ninguna circunstancia, la potestad de regular la red a su antojo. Porque lo peor de la ley del PSOE no tiene que ver con la piratería, sino con el precedente que sienta el asalto gubernamental a la red: si los gobiernos tienen capacidad legal para intervenir en internet, lo harán; y si lo pueden hacer contra la piratería, lo harán también en otros aspectos; y si el Gobierno es español y socialista, lo hará con toda certeza.

No vale poner al zorro a cuidar el gallinero afirmando que no se moverá de la puerta, porque se moverá. Si los gobiernos comienzan a cortar conexiones, cerrar webs e intervenir en servidores por asuntos relacionados con la piratería y las descargas, no tardarán casi nada en hacerlo por otros motivos: el PSOE lo hará con total seguridad. Las leyes de "libertad religiosa" contra el cristianismo, la proyectada ley contra la homofobia y todo tipo de iniciativas despóticas relacionadas con el feminismo, el ecologismo, la homosexualidad serán la justificación progresista para cerrar todas aquellas webs que molestan al rodillo progresista. El CiberCAC es cuestión de tiempo. Y más allá de la izquierda española, la tentación para cualquier Gobierno, del tipo que sea, es demasiado fuerte.

Internet es un nuevo foro de debate, un nuevo mercado económico, un nuevo campo de batalla, caracterizado por su carácter difuso e ilimitado. Demasiado para el poder político. Por eso el control de la red es una de las batallas de nuestros días, y la ofensiva del Gobierno de Zapatero ni es la primera ni será la última.

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