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La política de la venganza

El Presidente francés no se resigna a la melancolía de su imperio y está dispuesto, con tal de hacerse oír en el mundo, no sólo oponerse a los Estados Unidos, como en Irak, sino a la propia ONU y a sus vecinos más próximos, incluida España, con tal de seguir contando aparentemente en Marruecos. En su viaje tercermundista, al que nos tiene acostumbrados la diplomacia gala, Chirac ha vuelto a distanciarse de todos y ha repetido su rechazo al plan Baker II para el Sahara y su apoyo a las tesis de Rabat. No es nada nuevo, pero el momento no es el más adecuado, salvo que aspire a ofender a nuestro país y a situarse él en una posición dominante.

Chirac no puede admitir el creciente debate sobre el declive francés en el mundo y en Europa, que muchos conciudadanos suyos admiten. Cree haber tenido que admitir el protagonismo europeísta de Blair desde 1998 y el auge español en Europa por la debilidad de su asociación con Alemania en toda la década pasada. Pero ahora, en un eje reforzado con Schroeder, plasmado tanto en la postura antihegemonista como en sus pretensiones de ser las potencias dominantes en la futura Unión Europea gracias a la nueva Constitución, las ínfulas se han vuelto a disparar en París.

¿Debe entenderse la visita a Rabat de Chirac como una afrenta a España? No del todo, pero sí claramente como una expresión de su voluntad de poner a nuestro país “en su sitio”. La diplomacia europea es la francesa o no es. Y esta es una actitud que Chirac ha venido mostrando con España en todas las decisiones importantes, sobre todo en la agenda bilateral. Poco le importó que el Gobierno español comprara el helicóptero Tigre (el modelo que queremos no existe más que sobre el papel) y sigue empeñado en poner el máximo de trabas a la interconexión energética y de transporte de alta velocidad, sólo porque con ello cree castigar a España, una España rebelde porque no sigue su influjo y liderazgo y a la que sólo parece controlar mediante la presión.

La visión de Chirac quiere una Europa fuerte porque sólo con ella Francia puede hacer oír su peculiar voz en el mundo, pero define esa Europa fuerte en términos clarísimos de directorio. Primero con su eje franco-alemán y, luego, a tres, sumando a la potencia indispensable, el Reino Unido. De Italia le interesa el juego que le ofrece para colocar a España en quinto lugar, pero poco más. Y de España y Polonia no quiere nada que pueda afectar a sus decisiones. Marruecos puede que sea una anécdota, su empeño en romper con Niza y aceptar las propuestas de votación de la Convención, no. Es su mejor garantía de una Europa con un núcleo duro a tres.

El problema de Chirac es que no sabe elegir a sus enemigos. Su resentimiento lo dirige contra España por su creciente cercanía a Washington, cuando en realidad debería dirigirlo contra su propio país sumido en una crisis institucional y económica a la que le han conducido el estatismo, el dirigismo y el chovinismo. Es Francia la enferma, no los demás.



GEES: Grupo de Estudios Estratégicos.

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