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Isabel Durán

El odio sembrado por ZP y sus socios

¿Dónde estaba el partido socialista de José Luis Rodríguez Zapatero cuando agredían, llamaban asesinos y no podían ni salir a las calles los dirigentes del Partido Popular para hacer campaña en las elecciones municipales durante la guerra de Irak?

“Desde la época de la Dictadura yo no había ido a una manifestación con tanta violencia” ha dicho José Bono. Quede clara mi más absoluta condena y profundo rechazo a lo ocurrido el sábado al ministro de Defensa durante la manifestación por la dignidad, la memoria y la justicia con las víctimas del terrorismo. Un grupo de exaltados no va a arrebatar la dignidad de las víctimas, sus familiares y de la AVT. Pero lo declarado por Bono es cierto quizás en cuanto a su persona aunque no corresponde a la realidad de la España reciente y sí a la visión sesgada e interesada de la misma.
 
Son muchos años de sufrimientos. Sin embargo algo ha cambiado en los últimos tiempos. El odio sembrado por el imperio de Prisa, José Luis Rodríguez Zapatero y sus socios radicales de izquierda comenzó con la guerra de Irak como filón de gran calado social contra el gobierno de Aznar y de seguir fomentándose intencionadamente desde el poder, podría desembocar en una guerra civil a largo plazo, por descabellada y desorbitadamente alarmista que parezca la predicción hecha en el primer lustro del siglo XXI. Y es que aquellos polvos, traen estos lodos.
 
¿Dónde estaba el partido socialista de José Luis Rodríguez Zapatero cuando agredían, llamaban asesinos y no podían ni salir a las calles los dirigentes del Partido Popular para hacer campaña en las elecciones municipales durante la guerra de Irak? ¿Dónde, sino en las trincheras del acoso, se encontraban quienes hoy gobiernan, sus altavoces mediáticos y sus socios de la pancarta?
 
Aquello fue sólo el inicio, el caldo de cultivo de la intolerancia y la intransigencia fomentada contra la derecha. La tensión subió varios peldaños más cuando setenta y dos horas antes de las legislativas de 2004, doce mochilas bomba hacían saltar por los aires cuatro trenes de cercanías de Madrid causando 192 muertos y millar y medio de heridos y mutilados. Y con ellas, con Polancolandia al frente, la formación de Rodríguez Zapatero y sus amigos periféricos y representantes de escuálidos votos radicales de la izquierda azuzaron el rencor y la revancha con la sangre de las víctimas aún caliente culpabilizando al Gobierno popular por su apoyo a George Bush.
 
La mayor manifestación de la historia a lo largo y ancho del país tuvo su colofón en Barcelona contra Rodrigo Rato y Josep Piqué que hubieron de ser sacados de forma vergonzante ante los gritos y el acoso de los radicales anti-PP responsabilizándoles de los muertos. ¿Dónde estaban, sino agitando los aires antidemocráticos contra los responsables gubernamentales populares ZP, sus socios y sus terminales mediáticas?
 
Que nadie se lleve sorpresas ahora. Lo ocurrido durante la manifestación en memoria de las víctimas del terrorismo es absolutamente execrable, condenable y no debería volver a pasar jamás. Pero ahora y antes. Desgraciadamente, escuchar hoy a Pérez Rubalcaba que ha sido pisoteada la libertad de expresión de los ciudadanos, sólo produce sarcasmo, cuando además, el figurante del fotogobierno de ZP para las víctimas del terrorismo, el Alto Comisionado Peces Barba, ni siquiera acudió a defender a quienes supuestamente representa.

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