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Pedro de Tena

España la loca

La loca de esta casa somos todos y, al parecer, no hay cura.

El año en el que España se volvió loca. Así se titulaba el libro de Patricia Godes sobre Alaska y los Pegamoides, entre otros astros de la movida madrileña. Corría 1982. Pero no ha sido el único año de España la Loca, porque si repasamos el año que llevamos podemos decir que este es el año en que España se ha vuelto loca como una cabra. Lo ha principiado José Luis Barreiro en La Voz de Galicia, una tierra donde no he visto nunca un cartel indicativo en castellano. La relación de España con la locura ha sido siempre una tentación perpetrada. El pobre Don Quijote y doña Juana la Loca han sido pasto de psiquiatras desde antes de existir como tales profesionales. En realidad, los Austrias tenían un poco deshilachada la cabeza. Véase el hijo de Felipe II, el famoso Don Carlos. Pero los Borbones comenzaron mal porque Felipe V tenía un toque depresivo en el cerebro. El especialista González Duro ha dicho que España está llena de locos, especialmente de reyes locos, y añade a su lista el obseso afán de control de Felipe II y el caso de el Hechizado, otro Carlos, esta vez II. No olvidemos el caso de Fernando VII, loco de malo que era, ni el de Juan Carlos I, otro deseado con el pueblo en el bolsillo, que desvalijó el prestigio de la casa real, que ya hay que estar loco.

Pero no nos consolemos con las locuras reales. Somos todos los que nos estamos volviendo locos. Seguramente no habría escrito este artículo de no haber leído que Podemos quiere convertir al aragonés –que hablan cuatro de cada cien y sólo en alguna comarca– y al catalán en lenguas cooficiales de la Comunidad de Aragón, el de Fernando el Católico. A este paso, veo a mis bisnietos estudiando Geografía, sólo la andaluza, claro, o Matemáticas, en caló o en árabe. En todo menos en castellano, inglés y chino, que es lo que deberíamos practicar para ser ciudadanos del mundo que se nos viene encima. Pero nuestra locura completa ha sobrevenido con el caso del independentismo catalán. Repasen. Los separatistas quieren nuestro dinero y la doble nacionalidad catalana y española, por lo de Europa, el euro, la liga de fútbol, los hospitales y las pensiones, entre otras cosas, pero, claro, no quieren ser españoles, qué asco. Es más, quieren que los españoles paguemos las deudas que los nacionalistas han contraído debido a los robos de Pujol y otros bandidos, que esos sí que les roban y nos roban a todos. Y el PSOE no sabe no contesta. Y el PP calla otorgando tiempo, como el Tribunal Constitucional. Mientras, separatistas vascos y gallegos toman nota de las locuras del radicalismo y de la santa prudencia cobarde. Y todos nosotros, cada vez más locos de atar.

Por si fuera poco, el jefe del Estado Mayor del Ejército en tiempos del innombrable Zapatero se pasa a la III República de Podemos y se olvida de que la ley es la clave del Estado de Derecho. El ministro Morenés no lo suspende como el pacifista y millonario Bono suspendió al teniente general Mena en Andalucía por citar textualmente la Constitución. Pedro Sánchez, que ve cómo se le escapa el PSOE de las manos, observa cómo Susana Diaz, a la que Albert Rivera limpia y da esplendor, espera su despeñamiento por méritos propios. Ante la insuficiencia de la economía, Rajoy saca el as separatista de la manga y espera que el cava le alegre las elecciones. Mientras tanto, los regeneradores de Ciudadanos siguen sosteniendo de forma infame y vergonzosa al régimen andaluz, por cierto, hecho a imagen y semejanza del pujolista. Pero eso sí, este sábado han presentado nada menos que en el Cádiz de las Cortes liberales su programa de cambio mientras torpedean la comisión de investigación sobre el fraude de la formación y tragan y tragan y vuelven a tragar desde el Impuesto de Sucesiones a los sucesivos, nuevos y viejos, escándalos y manejos del PSOE más corrupto de España. En el futuro, veo a Susana y Albert de la mano en La Moncloa, tras haberse prometido en San Telmo. Será una alucinación para dentro de unos años. Cosas de loco. 

Así que repitamos con Unamuno: "Porque ¿no guardo yo, y bien apretada a mi pecho, en mi vida cotidiana, a mi pobre madre España loca también? No a Don Quijote sólo, no, sino a España, a España loca como Don Quijote; loca de dolor, loca de vergüenza, loca de desesperanza, y, ¿quién sabe?, loca acaso de remordimiento". Pues sí, la loca de esta casa somos todos y, al parecer, no hay cura.

En España

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