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Pío Moa

Castelao y Arzallus

Arzallus, el pícaro bocazas de las nueces y el errehache, uno de los principales responsables de la quiebra de las libertades en Vasconia, ha tenido el pésimo gusto y la fundamental hipocresía –es su seña de identidad más propia– de presidir en Vizcaya un homenaje a Castelao, uno de los fundadores del nacionalismo gallego.

Desde luego, Castelao soltó una buena colección de memeces indiscutibles, quiero decir, de esas que se notan a la primera, sin necesidad de más reflexión, y cultivó una típica sensiblonería, lastimera y lloriqueante. Natural, siendo nacionalista. También promovió aquello de "Galiza", horrible palabro que recuerda a robaliza o a paliza, supuesta galleguización del tan eufónico Galicia. Intelectualmente no rayó a gran altura, aunque ningún líder de los nacionalismos periféricos españoles le sacó en ello ventaja. De ideas en el fondo derechistas, cometió el enorme error, entre otros, de dejarse conducir al Frente Popular, donde su papel resultó mas bien patético. Pero, en definitiva, era más galleguista que nacionalista, era, en rigor, partidario de España, y sólo reservaba la eventualidad de una separación gallega para el caso, un tanto improbable, de que resucitaran los a su entender nefastos Reyes Católicos. Además, no era mal artista y, sobre todo, era un hombre honrado y una buena persona, cosas todas ellas que no pueden decirse de gente como Arana o Arzallus. ¿Qué pinta este sujeto homenajeando al buen y sensible galleguista?

Me duele que los gallegos de Vizcaya hayan aceptado a un representante de todo lo que ellos debieran detestar: una ideología racista aspirante a romper la amistad y la armonía tradicionales entre los vascos y los demás españoles, que considera a los gallegos, en calidad de maketos, poco por encima del gorila, y planea convertirlos en extranjeros en el País Vasco. La presencia de un personaje así, enemigo radical de la libertad, y amigo retorcido y justificador de los héroes del tiro en la nuca, de cuyas "hombradas" espera sacar algún rédito político, transforma el homenaje en una sucia burla, en una ofensa deliberada.

En Galicia existen admiradores e imitadores del nacionalismo vasco, tanto en su versión peneúvica como en la batasúnica, ya han realizado algunas fechorías, y no me extrañaría que, en el vacío intelectual y moral de la juventud de hoy, esas tendencias cundieran y empeoraran. También es posible que un adecuado tratamiento del nacionalismo termine por relegar todas estas cosas al recuerdo de una pesadilla. Seguro que a Castelao le encantaría.


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