Menú
Regina Otaola

De la necesidad de "tensión" a la agresión física: reclamo para fascistas

¿Se traducirá de nuevo esta estrategia, como hace cuatro años, en el asalto a las sedes del PP el día de la jornada de reflexión?

Ha sido el propio presidente del Gobierno quien ha desvelado involuntariamente la estrategia socialista para las próximas Elecciones Generales, aunque lo haya hecho a través de un eufemismo como es “que haya tensión”.
 
 
En realidad, la “tensión” se ha mantenido a lo largo de toda la legislatura porque el PP ha marcado en corto a un Gobierno socialista que ha pretendido reformar la Constitución de manera encubierta, al margen del Congreso y de la voluntad de los españoles, para favorecer un Estatuto federalista en Cataluña y la misma negociación política con los terroristas con el fin de acomodarlos en el sistema o nuevo régimen del visionario Z.
 
Pero lo que ahora parece reclamar el candidato socialista suena peligrosamente a lo que padecemos en el País Vasco cada vez que se aproxima una cita electoral: proclamas revanchistas, insultos, algaradas callejeras, agresiones a cargos electos y toda otra táctica que contribuya a generar “tensión” y propagar la sensación de que las calles están tomadas “por el Pueblo”.
 
Aunque a nadie debe extrañar que el propio presidente del Gobierno sea el primer hooligan de la Nación, pues si hacemos memoria todos somos capaces de recordar que llegó a La Moncloa mediante una campaña de agitación masiva en los medios y en las calles que le valió, mucho antes del 11-M, el merecido apodo de “Pancartero”.
 
La diferencia de esos tiempos, cuando el candidato socialista afirmaba que el PP no escuchaba “a la calle”, con los actuales, después de una legislatura en la que millones de personas se han manifestado en Madrid y en otros lugares de España en contra de la negociación con ETA, en defensa de la Familia, en apoyo a las víctimas o para reivindicar los símbolos nacionales, es que Rodríguez Zapatero echa de menos las escenificaciones de sus aliados nacionalistas y de sus gremios adictos de sindicalistas, actores y activistas antiglobalización.  
 
Por lo menos hasta ahora, porque ya empieza a notarse de nuevo el clima de presión, más que de “tensión”, que buscan crear los extremistas nacionalistas y los radicales de todo pelaje a los que tanto ha halagado Rodríguez Zapatero con sus pactos, con sus prebendas y su revanchismo guerracivilista, como a esos nacionalistas gallegos batasunizados que consideran legítimo agredir a María San Gil porque es “fascista”.
 
Pero los fascistas son más bien los que asaltan sedes de partidos democráticos, en el País Vasco o en Madrid; los que niegan el derecho a la palabra en una universidad o en un mitin a pie de calle; los que amenazan con la muerte o la desean para algunos políticos y periodistas desde columnas de prensa o a viva voz. Y por supuesto fascistas son, por sus tácticas, por sus fines y por su ideología totalitaria los que han pretendido imponer una huega general a todos los vascos para arremeter contra el Estado de Derecho.
 
Ahora el candidato socialista puede matizar cuanto quiera sus palabras, pero lo cierto es que ha gobernado mediante la estrategia de la división y del enfrentamiento a lo largo de toda la legislatura, y cuando ésta ya agoniza, agotado, sin ideas y sin proyecto alguno para la España de los próximos años, sólo le queda el recurso de “que haya tensión” para ganar “como sea”.
 
¿Se traducirá de nuevo esta estrategia, como hace cuatro años, en el asalto a las sedes del PP el día de la jornada de reflexión?
 

En España

    0
    comentarios