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Rigoberto Stewart

La dolarización

San José.Los costarricenses comenzaron a hablar tímidamente de dolarización en1999. Pero este año, bajo el liderazgo del presidente del Banco Central, Eduardo Lizano, se ha llevado a cabo una interesante discusión, en múltiples foros organizados por universidades, gremios de profesionales y organizaciones políticas.

Según Lizano, de hecho ya hemos avanzado hacia la dolarización porque se denominan en dólares todas las reservas monetarias internacionales del país, el 100% del comercio internacional, el 50% de la deuda pública del Banco Central, el 53% de los depósitos bancarios a plazo, el 25% de las cuentas corrientes y el 57% de todos los créditos bancarios de las empresas. Además, una gran cantidad de contratos privados se denomina en dólares, especialmente los salarios de ejecutivos, los alquileres y casi todas las compras a plazo. Y muchas empresas formulan en dólares sus políticas de precios.

La mayoría de los especialistas coinciden en que la dolarización tendría grandes ventajas. Además de reducir considerablemente las tasas de interés, haría desaparecer el riesgo cambiario, altos costos de transacción y la inflación nacional. Tales ventajas no son triviales. En el caso de la Unión Europea se calcula que los costos de transacción por los cambios a monedas nacionales llegaron a representar casi el 1% del PIB. Lizano estima que el ahorro del gobierno por concepto de menores tasas de interés de la deuda pública, denominada en dólares en lugar de colones, sería de unos 150 millones de dólares al año o 1,5% del PIB.

Como desventajas se señalan que los gobernantes perderían el control de los instrumentos de la política monetaria y se perdería el señoriaje. Estas no son grandes desventajas; incluso se podrían considerar como ventajas. Al manipular la política monetaria para favorecer a ciertos grupos o lograr objetivos fiscales politizados, los distintos gobiernos de Costa Rica han causado desestabilización, empobrecimiento y estragos a la economía.

Uno de los episodios más dramáticos ocurrió durante 1980-82, cuando la inflación acumulada llegó al 145%, el PIB y el consumo privado descendieron en más del 15%; la tasa de desempleo se duplicó; los salarios reales cayeron en 39% y el 48% de las familias vivían en la pobreza. Por ello se piensa que los países pequeños como Costa Rica estarían mejor sin política monetaria propia.

En cuanto al “señoriaje”, el Banco Central de Costa Rica (BCCR) hace un buen negocio al imprimir billetes que le cuestan 10 colones cada uno y venderlos por 1.000, 5.000 o 10.000 colones. Esos billetes forman el pasivo del BCCR, un pasivo sobre el cual no paga intereses, pero que utiliza para adquirir activos que sí los generan: compra dólares, hace préstamos a los bancos, compra títulos del gobierno. Esas ganancias del BCCR constituyen lo que los economistas llaman señoriaje. Viene de “el señor” que tiene el monopolio y la facultad de emitir dinero. Al cesar la emisión de colones, el BCCR perdería esa utilidad.

El señoriaje representa una ganancia para el gobierno, pero no para la economía o los actores económicos. Segundo, debido a la dolarización parcial que ya existe, el BCCR ha perdido una parte importante de dicho señoriaje. Y tercero, las ganancias que dejaría de percibir el BCCR por señoriaje serían ampliamente compensadas por otros beneficios que recibiría el país al dolarizar. Basta el ahorro en intereses sobre la deuda para compensar al sector público la pérdida del señoriaje. Y habría que añadir la enorme ventaja que la disminución de las tasas de interés le traería al sector privado. No obstante lo anterior, el presidente Miguel Angel Rodríguez manifiesta que “Costa Rica no debe dolarizar, pues esa medida tendría en su economía un costo equivalente al 1% del producto interno bruto, suma que la nación le cedería gratis a Estados Unidos”.

A pesar de verdaderas ventajas, importantes sectores políticos se oponen, exageran las supuestas desventajas, alegan que no tenemos las reservas necesarias para realizar el cambio y que se perdería la identidad nacional. La verdad es que quieren seguir manipulando la economía a su antojo y beneficio, tratando de esconder tales propósitos con falso patriotismo y, además, le tienen pavor al cambio.

Para dolarizar es necesaria la voluntad o, mejor dicho, valentía política, la cual ha faltado para realizar otras reformas de menor envergadura como la apertura del mercado de telecomunicaciones y seguros. Esto presagia un largo período de espera, en perjuicio de los costarricenses.

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Rigoberto Stewart es director del Instituto para la Libertad y el Análisis de Políticas Públicas.

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