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Thomas Sowell

Ideas sueltas

Parece ser que creer en Papá Noel es malo para los niños, pero bueno para los adultos.

Ver al Papa en un vehículo a prueba de balas me recuerda lo mucho que han cambiado las cosas a lo largo de los años. Aún puedo acordarme de cuando el presidente Franklin D. Roosevelt recorrió Harlem en un descapotable.

La respuesta de un lector a mi columna acerca del cambio por ley de las bombillas incandescentes de toda la vida por las fluorescentes compactas (o CFL): "Sería mucho mejor cambiar a los corruptos gandules del Congreso por unos cuantos borrachos de Bowery. Una transición de este tipo haría nacer una nueva era brillante para Estados Unidos."

Incluso si piensa que nuestras opciones presidenciales están este año entre el desastre y la repugnancia, cualquiera que haya atravesado un verdadero desastre le dirá que no es poca diferencia. Es lo bastante grande como para acudir a votar el día de las elecciones.

Una de las cosas en que más se parecen todas las personas es hasta qué extremo son capaces de llegar para demostrar que son diferentes.

Poco a poco, durante años, sin prisa pero sin pausa, nos hemos ido metiendo en un callejón sin salida en toda una serie de asuntos sobre los que ya no podemos decir ni hacer lo nos parece que tiene más lógica, sin sólo lo que se estima políticamente correcto.

El presidente del Supremo Oliver Wendell Holmes dijo que un buen eslogan podía hacer que la opinión pública dejara de pensar durante cincuenta años. El gran eslogan de este año electoral es "cambio", y ya ha frenado en seco el cerebro de mucha gente.

Es difícil pensar en una manera más ridícula de tomar decisiones que delegarlas en terceros que no pagan ningún precio por equivocarse. Sin embargo, a eso se reduce al menos la mitad de las grandes ideas que se le ocurren a la izquierda.

Al contrario que la mayoría de los políticos. Barack Obama no duda. Se lanza con audacia a decir cosas contradictorias entre sí.


Antaño, llamarle "verde" a alguien era faltarle al respeto como una persona inmadura o inexperta. Hoy es ensalzarlo como uno de los salvadores medioambientales del planeta. Pero es asombrosa la cantidad de gente que está verde en ambos sentidos.

Algunas personas que piensan que está mal decirles a los niños que crean en Papá Noel, se creen sin embargo que está muy bien decirles a los adultos que crean que el Gobierno puede darle al conjunto de la población cosas que no nos podemos permitir cada uno por separado. Parece ser que creer en Papá Noel es malo para los niños, pero bueno para los adultos.

La mejor explicación que he escuchado sobre el motivo de que Hillary Clinton continúe haciendo campaña, gastándose varios millones de dólares al mes, es que quiere dañar lo suficiente a Obama como para lograr que pierda las generales este otoño, dejándola como la candidata natural de cara a la nominación demócrata de 2012.

Ni siquiera las medicinas que se han utilizado con seguridad durante años en Europa o en cualquier otra parte del mundo pueden venderse en Estados Unidos sin la aprobación de la FDA. Ese visto bueno puede tardar años en llegar, durante los cuales hay personas que sufren o mueren a consecuencia de la ausencia de ese fármaco. ¿Por qué no permitimos que esos medicamentos se vendan con una brillante etiqueta roja que diga: "ESTA MEDICINA NO HA SIDO APROBADA NI DESAPROBADA POR LA FDA"?

La expresión "guerra contra el terror" es una elección de palabras desafortunada. Son los terroristas los que abiertamente nos declararon la guerra. Cualquiera que fuera el motivo de ir a Irak, ahí es donde acuden hoy terroristas de todo el mundo para librar su guerra contra Estados Unidos. Salir de Irak no detendrá la guerra de los terroristas contra nosotros, sólo les concederá una enorme victoria mientras la guerra cambia de frente.

Si Barack Obama hubiera dado un discurso sobre los bolos, bien podría haber sido brillante e ilusionante. Pero en su lugar intentó jugar a los bolos de verdad y se le fue la bola por el carril. No se podía ilustrar mejor la diferencia entre hablar y hacer.

Macartismo es una palabra utilizada para restarle importancia a la amenaza de la subversión y el espionaje. Pero cualesquiera que fueran los pecados del senador Joe McCarthy, los esfuerzos de otros demostraron que Alger Hiss no era una ficción imaginada por nadie, como tampoco lo fue el espionaje de los Rosenberg, que entregaron a Stalin secretos nucleares norteamericanos, ni las redes de espionaje de las que Michael Straight, entonces editor del New Republic, admitió haber formado parte tiempo después.

Quienquiera que dijera que el transcurso de una noche es una vida en política sabía de lo que hablaba. Hace apenas seis meses, la gran pregunta era cómo les iría a Hillary y Giuliani en su enfrentamiento en las elecciones presidenciales de este año.

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