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Víctor Llano

Bailarán sobre su tumba

Los hermanos Castro pretenden acabar con la disidencia interna antes de que los aliados liberen Bagdad. La tiranía cubana parece dispuesta a morir matando, y no duda en pedir 900 años de prisión para los periodistas independientes y los pacíficos opositores que desde el 18 de marzo son torturados en las mazmorras de Villa Marista. Gracias a que Ibarretxe ha informatizado la justicia robolucionaria, la disidente Martha Beatriz Roque no ha tardado en enterarse de que puede pasar en una cárcel de su país el resto de su vida. El Monstruo de Birán no le ha perdonado que en su día le recordara que la patria es de todos y que recibiera en su casa al Jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana.

A Esteban Dido no le cae muy bien el señor James Cason y le molesta que se apiade del dolor de los que considera sus esclavos. Con él no se atreve, pero no duda en condenar a los que tiene por súbditos, a morir en un agujero al que no permite entrar al Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos. El coma necesita sangre con urgencia y lo que le puedan decir en Naciones Unidas le importa un bledo. Además, sabe que en Madrid nadie se manifestará pidiéndole que deje de torturar a Martha o a Raúl Rivero. Lo primero es lo primero. Ha de saciar su sed de venganza y demostrar una vez más hasta dónde es capaz de llegar.

No tiene nada que perder quien lo ha perdido todo. Pero necesita hacer un poco más de daño, causar más sufrimiento. Sabe que su régimen padece un cáncer terminal, que no puede durar mucho, que si no los mata antes, los que ahora ha encarcelado bailarán sobre su tumba, que su sueño jamás se cumplirá y que los estadounidenses no le van a cambiar a sus cinco espías condenados en Florida, por los cubanos que tortura en la Sede de la Seguridad del Estado de La Habana y, sabe también, que Bush no le va consentir un nueva oleada de balseros, que como no ponga un poco de orden en su espacio aéreo y marítimo se puede llevar un gran susto.

Lo sabe y tiene miedo. Le tiene mucho miedo a una mujer enferma de 55 años que se atrevió a reunirse con un funcionario extranjero y a promover la sociedad civil en la isla cárcel. Odia y teme los artículos de Rivero y, aunque desprecia el Proyecto Varela, le irrita que miles de cubanos hayan osado firmar exigiendo un referéndum democrático en la isla de las doscientas cárceles. Únicamente el miedo es capaz de explicar tanta crueldad. El miedo y la necesidad de sangre para alargar unos meses más su agonía.

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