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Víctor Llano

Las cosas de don Manuel y de don Alberto

Con personajes como Fraga y Gallardón, Zapatero estará en el poder mucho más tiempo del que soñó. No recuerdo que ni uno ni otro preguntaran jamás por los agujeros negros que rodean a la matanza de Madrid

Para el presidente de la Xunta de Galicia ha sido un honor abrazar a un asesino en serie. Ni siquiera se atrevió a pedirle que excarcelara a los centenares de presos de conciencia que tortura en la Isla-cárcel. Raúl Castro, hermano preferido de la Bestia y brazo ejecutor de gran parte de sus crímenes –fue él quien ordenó asesinar a 23 niños que intentaron huir de Cuba en el “Transbordador 13 de Marzo”– se paseó tranquilamente por Galicia antes y después de abrazarse con Don Manuel.
 
Lejos de ser detenido y conducido ante el juez de guardia, abandonó el Palacio de San Caetano cargado de regalos sufragados con los impuestos de muchos de los gallegos a los que les destrozó la vida. Los gorilas que protegían al veterano terrorista –amparados en la impunidad que desde el 14 de marzo de 2004 creen poder disfrutar en nuestro país– insultaron, le señalaron sus pistolas, grabaron y llamaron por su nombre a Rigoberto Carceller, presidente de la Plataforma ¡Cuba Democracia Ya!, que pretendió, en su presencia, pedir libertad para los cubanos, miles de ellos hijos de gallegos a los que Fraga ha abochornado una vez más.
 
Como dice Jorge Moragas, “son las cosas de Don Manuel”. Lo que pueden esperar del fundador del Partido Popular los españoles a los que los hermanos Castro robaron hasta el último peso. Ahora –después de 46 años de barbarie comunista– le ven abrazarse a sus verdugos sin que nadie de su partido se atreva a calificar como merece tamaña desvergüenza. Los socialistas no disimulan su satisfacción. Con amigos como Fraga, Rajoy no necesitará de más enemigos.
 
Después de que Don Manuel recibiera con todos los honores a Don Raúl, a los populares les resultará muy difícil reprochar el diálogo y la comprensión que ofrece Zapatero al Monstruo de Birán. Y no sólo es en Galicia donde destacados miembros de la derecha española se burlan de las víctimas del castrismo y desprecian su sufrimiento. Gallardón le ha pedido a un incondicional de la tiranía que haga el pregón de las fiestas de San Isidro. Joaquín Sabina es imprevisible. Ojalá deje en ridículo al alcalde de Madrid y con sus versos justifique una vez más los crímenes de Castro. Es lo que tal vez espere de él quien lo nombró pregonero, un individuo que en Miami pidió a los exiliados cubanos que olviden “el discurso del dolor”. Cuesta mucho imaginar mayor desahogo inmoral.
 
Con personajes como Fraga y Gallardón, Zapatero estará en el poder mucho más tiempo del que soñó. No recuerdo que ni uno ni otro preguntaran jamás por los agujeros negros que rodean a la matanza de Madrid. El presidente de la Xunta demostró una vez más su enorme soberbia. Y el ex secretario general de Alianza Popular que sólo busca cortejar a lo más cutre de una progresía liberticida que a pesar de sus esfuerzos jamás le votará. Con las amistades de ambos, los que menos pierden son los cubanos que desde hace muchos años son conscientes de que nada bueno pueden esperar de ellos. A quien hacen daño es Mariano Rajoy, que hoy no podrá –sin bajar la mirada– acusar a los socialistas de amigar con terroristas. Pocos hay peores que Raúl Castro.
 
Ya ha regresado a la Isla de los cien mil presos con todo el orujo que pudo encontrar en Galicia. Su hermano le recibió en el aeropuerto. Tienen mucho que celebrar. Se han burlado de todos los españoles de buena voluntad. Pueden presumir del abrazo de decenas de irresponsables y de haber ultrajado una vez más a sus víctimas. Me contó Rigoberto Carceller que con intención de insultarle, los muchos escoltas de quien en Cuba llamanla raula borracha le llamaron a voces homosexual. Para losrobolucionariosacusar a otro de maricón es el peor de los agravios. Son los amigos de Sabina y de Don Manuel. Los que encarcelaron a miles de “pájaros” indignos de una patria en la que no tenían cabida. Lástima que el cantautor no lo recuerde en el pregón que le ha encargado don Alberto.

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