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El Islam frente al Papa

Si el Papa se retractase de sus palabras, la Iglesia Católica acabaría tarde o temprano de nuevo en las catacumbas, proscrita y sus rituales en la más pura clandestinidad.

El Papa Benedicto XVI no es infalible más que cuando habla ex catedra, pero sus palabras sobre la jihad no han sido equivocadas. La interpretación que el mundo musulmán actual hace de la "guerra santa" auspiciada por el Corán no es la quietista o de superación individual, sino la del Mahoma guerrero y expansionista. La jihad hoy es una guerra contra infieles, apostatas y corruptos cuyo objetivo no es sino la instauración de regímenes fundamentalistas en Oriente Medio, la recreación del califato allí donde el Islam rigió alguna vez y la sumisión del resto del mundo a su fe o al servilismo. En ese sentido, su santidad Benedicto XVI hace bien en situar a la jihad fundamentalista en el mundo musulmán, junto a la secularización galopante en Occidente, como uno de los peligros más graves contra el cristianismo.

Moratinos ha salido corriendo a decir que las disculpas del Papa eran más que necesarias. El no debe ser creyente en casi nada, salvo en la causa árabe y se equivoca en su planteamiento. Es el Islam quien debe arrepentirse de sus violentas formas de este fin de semana. Lo contrario sería quedar rendidos a su maligna voluntad.

Lo que ha venido a demostrar la reacción ante las consideraciones de Benedicto XVI es algo que todos sabíamos pero que nadie quiere expresar: el Islam moderado no existe. Al menos hoy en día. La agenda del mundo árabe y musulmán está dominada y determinada por los radicales intolerantes y fundamentalistas.

Considérese lo siguiente a modo de ejemplo: cuando se publicaron las viñetas con la imagen del profeta, el islamismo las condenó en un salto cualitativo histórico, pues la ley islámica se considera que tiene validez y rige en tierras del Islam, no en otras sociedades. Y sin embargo, se condenó a un pequeño país como Dinamarca que no sólo no está sometido al Islam, sino que nunca ha sido parte del Islam. Esta injerencia pone de relieve el carácter imperialista del Islam y su falta de respeto a las fronteras mundiales. Lo suyo es una auténtica cruzada de la media luna sin límites ni barreras. Para los islamistas, buena parte de Europa es el terreno del servilismo, el resto del continente, como Al Andalus, es, simple y llanamente, territorio del Islam a reconquistar.

Otro ejemplo, la liberación de los dos periodistas de la FOX, secuestrados por islamistas palestinos en Gaza, sólo fue posible tras una ceremonia en la que se obligó a punta de pistola a que tanto Steve Centani como Olaf Wiig se retractaran de sus creencias cristianas y abrazaran la fe del Islam. Para los radicales islamistas la conversión por la fuerza tiene la misma legitimidad, no lo olvidemos, que la hecha por pura voluntad. Si no rigen su vida a partir de ahora por la ley coránica serán considerados apostatas y blanco legítimo para ser castigados con la muerte.

La intolerancia islámica reclama ahora unmea culpapor parte del Papa. Si lo logra, a pesar de la buena intención papal de no soliviantar aún más lo ánimos, será el final de nuestra libertad de expresión global. La civilización cristiana en su conjunto quedará sujeta a esa figura tan querida del Islam, la dhimmitud, esto es, la sumisión de determinados individuos, que no profesan la fe del Islam, a los designios de éste. Si el Papa se retractase de sus palabras, la Iglesia Católica acabaría tarde o temprano de nuevo en las catacumbas, proscrita y sus rituales en la más pura clandestinidad. Y es que eso no es algo que pertenezca sólo a la Historia Sagrada, sino que es el día a día de los cristianos que tienen la desgracia de vivir en suelo del Islam.

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