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La cháchara y el amonal

La cháchara gubernamental pinta bien en el telediario y en las portadas de los periódicos, y quizá ayude a ganar elecciones. Pero enfrente no tiene a un partido político, ni a una opinión pública. Tiene a una banda terrorista.

Lo decíamos aquí hace un par de días: ni ETA tiene voluntad alguna de desaparecer, ni Batasuna gana alguna de condenar el terrorismo. El asalto al arsenal de Nimes ha dejado al Gobierno al borde del game over. Para evitarlo, el PSOE ha recurrido a las dos medidas acostumbradas: en primer lugar negar y retrasar la aparición y confirmación de las noticias que muestran que ETA ni ha dejado las armas ni está dispuesta a hacerlo sin precio político. Desde el atentado etarra a la ferretería de Barañáin hasta el robo de las pistolas en Francia, el Gobierno ha puesto en duda incluso los informes policiales. En el último caso, la policía francesa ya ha confirmado que se trata de pistoleros de ETA. Pero el gobierno retrasará reconocerlo oficialmente hasta que pase el tiempo oportuno.

La segunda medida consiste en impregnarlo todo de una cháchara fangosa e inextricable. Ante los actos etarras, el gobierno se dedica a hablar mucho precisamente para no hacer nada. Finge indignación, anuncia responsabilidad y firmeza, dice tomar nota para precisamente no tomar ninguna determinación y ninguna decisión. Esta palabrería vacía de contenido tiene tres componentes. El primero es la solemnidad hueca de la cháchara buenista y pseudopacifista; como se busca la paz, nadie tiene derecho a criticar el objetivo maravilloso y feliz que Zapatero pretende conseguir para nuestro país. Y cualquiera que critique la negociación con los etarras es un enemigo de la paz que busca, por cuestiones electorales, que ETA vuelva a matar.

El segundo componente: el gobierno alude a unas supuestas técnicas negociadoras que exigirían secreto, discreción y silencio. Es decir, que los ciudadanos dejen en manos de Rubalcaba, López y Josu Ternera el futuro de España y el País Vasco. Zapatero anuncia la paz para España, pero sin los españoles. Desde el comienzo, Zapatero ha hurtado a la opinión pública cualquier información sobre la negociación con ETA, y lo ha hecho sin ningún tipo de rubor democrático. En relación con esto, en tercer lugar, está la afirmación repetida de que el gobierno tiene información que el resto de mortales desconoce sobre las verdaderas intenciones etarras, razón por la cual los españoles no deben preocuparse por los atentados, asaltos, amenazas y robos etarras.

La cháchara gubernamental pinta bien en el telediario y en las portadas de los periódicos, y quizá ayude a ganar elecciones. Pero enfrente no tiene a un partido político, ni a una opinión pública. Tiene a una banda terrorista que ejerce el terror como única forma de conseguir llevar a cabo un proyecto totalitario incompatible con cualquier forma decente de democracia. Cada vez que el Gobierno balbucea una crítica a los desmanes etarras, Batasuna y ETA sacan pecho; el último, el proetarra Permach, cuando espetó a Zapatero con descaro que "a ver a qué consecuencias se refiere" tras el balbuceo presidencial la noche anterior por el asalto etarra. Y es que ante la cháchara de Zapatero, ETA pone encima de la mesa una propuesta clara y contundente: su provisión de amonal.

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