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Mark Steyn

Presagios del mañana

Por muy esperanzador que sea encontrarse con chicas musulmanas indistinguibles de cualquier guarrilla británica de cosecha propia, a ellas esas costumbres pueden provocarles ciertos problemillas más adelante.

El otro día recibí un correo electrónico de un lector británico que incluía un oscuro comunicado de prensa anunciando que el Departamento de Trabajo y Pensiones había dictaminado que los hombres polígamos tenían derecho a recibir prestaciones sociales conyugales por cada una de sus esposas. Mi corresponsal se preguntaba a continuación si yo había puesto a alguien en el Gobierno de Su Majestad para "proponer este tipo de cosas simplemente como vía de reforzar las ventas de su libro".

Bueno, no, eso sería bastante caro. Aun así, por parafrasear aquello que decían los cínicos canadienses con motivo del convencimiento de la CIA de que Pierre Trudeau estaba en la nómina soviética: ¿para qué pagar a alguien cuando está dispuesto a hacerlo gratis? A diario, en todo el mundo desarrollado, desconocidos burócratas de tercera reciben el consejo de desconocidos asesores legales y realizan pequeños ajustes incrementales a la civilización occidental. "En caso de que haya un matrimonio polígamo válido, al contrayente y a una esposa se les abonará el estipendio conyugal – rezan las nuevas directrices británicas –. La cantidad abonable por cada esposa adicional es actualmente de 33,65 libras."

No se puede contraer matrimonio con varias esposas en el Reino Unido por el momento, pero si se hace dentro de una jurisdicción en la que la poligamia es legal, como por ejemplo determinados, ejem, países musulmanes, sus medias naranjas (¿o cuarto y mitad de cítrico?) son ya elegibles para los pagos de la seguridad social británica. Por tanto, el concepto de "cada esposa adicional" ha sido aceptado tanto de facto como de jure.

Estas noticias aparecen cada pocos días, y normalmente implican alguna intersección imprevista hasta la fecha entre prestaciones sociales e islamización. La novedad de la otra semana fue la revelación de que las muchachas musulmanas estaban recibiendo, em, "repuestos del himen" gratuitos a cargo de la seguridad social. Aparentemente, algunos miembros femeninos de la comunidad islámica se han estado, em, sobre-integrándose al estilo Britney en sábado sabadete. Por muy esperanzador que sea encontrarse con chicas musulmanas indistinguibles de cualquier guarrilla británica de cosecha propia, a ellas esas costumbres pueden provocarles ciertos problemillas más adelante. Como explicaba un experto, "el fundamentalismo se está extendiendo y estas chicas están siendo devueltas a sus países de origen para casarse. Y serán rechazadas si se descubre que no son vírgenes". De ahí el "repuesto del himen”.

Cuando se plantean estos asuntos, los portavoces de la clase política se centran en la cuestión del dinero del contribuyente: se empieza repartiendo dinero a tipos en concepto de tercera esposa y a esposas menores de edad en concepto de repuestos del himen, y allí que se va cualquier contención del gasto público. Pero no parecen estar dispuestos a contemplar lo que significa para la sociedad en general transcurrida una década. Cuando el islam es tu principal fuente de crecimiento demográfico, bueno, entonces tu país va a ser más musulmán. Eso es de Perogrullo. Los críticos de mi libro creen que no tengo en cuenta el poder de asimilación de la sociedad occidental, y sin duda es cierto que hay en marcha un elemento de polinización cultural cruzada: no se puede recibir prestaciones sociales en concepto de poligamia en Waziristán, y no se puede obtener reemplazos gratuitos del himen en Arabia Saudí. Oriente es Oriente y Occidente es Occidente y, aunque los dos se encuentran, un polígamo en la seguridad social y una adolescente que echa una cana al aire antes de volver a su antiguo país para su matrimonio concertado parecerían definiciones casi paródicas de lo peor de ambos mundos.

Otros detractores de Steyn creen que estoy asumiendo de manera negligente que los musulmanes son un bloque homogéneo. En absoluto. Pero la dirección está marcada por los elementos más decididos de la comunidad, y el resto sigue la corriente. De manera que hay relativamente pocos musulmanes británicos polígamos, pero aún son menos los que pondrán objeciones a ese comportamiento. Los musulmanes han vivido mucho tiempo en Occidente, pero solamente ha sido en los últimos años que han exigido, digamos, instalaciones para lavarse los pies en los edificios públicos. Y, en conjunto, una sociedad multicultural es feliz dándoles cabida hasta el punto de renunciar preventivamente a cosas de las que aún no se han quejado, como el tribunal literario británico que recientemente vetaba una nueva versión de Los tres cerditos al considerar que podría ofender a los musulmanes.

Johann Hari, un euroizquierdista que es firme detractor mío, cree que no hay nada que ver aquí: cierto, hay más musulmanes, pero deje que pase una década o dos y la mayor parte de ellos serán euro-hedonistas laicos convencionales exactamente iguales a todos los demás. El señor Hari es homosexual. Después del 11 de Septiembre, escribió una columna para The Guardian jactándose de haberse infiltrado en una mezquita radical de Londres y seducido a uno de los jóvenes aspirantes a yihadista, "Mohammed, un tío de 19 años bastante mono". Las cosas salieron bien, al menos para Johann. "Lo convencí con bastante facilidad. Por supuesto, se sintió algo incómodo después". Aún así, si Hari pudiera poner en práctica su magia sobre todos los demás jóvenes Mohammed de ahí fuera, aún podría salvar esa Europa que tanto le gusta.

Lamentablemente, no todo el mundo tiene los poderes de seducción de Johann. Bruce Bawer, un homosexual norteamericano que emigró a Europa porque la encontraba "más tolerante" que Estados Unidos, dio cuenta hace poco de un ataque contra su pareja por parte de jóvenes musulmanes en Oslo. El editor de la publicación homosexual The Washington Blade fue apaleado en el 2005 por una banda musulmana en Ámsterdam, en tiempos la ciudad "más tolerante" de Europa. Muchas de las ciudades antes gay-friendly de Europa se están acercando a la categoría "mayoría musulmana". Cuando eso suceda, el momento gay de Ámsterdam y Oslo habrá terminado.

De manera que en el mundo occidental habrá pasado mañana más polígamos y menos homosexuales... oh, y también menos judíos. El Día de Recuerdo del Holocausto, una ceremonia del antaño barrio judío del East End de Londres, terminó precipitadamente cuando los judíos que acudieron fueron atacados repetidamente con piedras lanzadas por "jóvenes asiáticos", según el eufemismo de moda. Y, cualesquiera que sean los respectivos encantos de polígamos y homosexuales, el pueblo elegido es ciertamente redundante, porque en un continente que es cada vez más musulmán, los nuevos judíos son los propios europeos.

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